El Cardenal Pedro Barreto presidió la Eucaristía de hoy dirigida a los participantes del Simposio Teológico Internacional.
Con un cálido saludo a los participantes en el Simposio Teológico Internacional, a las autoridades eclesiásticas de la Arquidiócesis de Quito, el Cardenal Pedro Barreto preside la Eucaristía, en la Mitad del Mundo.
Previamente se realizó una procesión solemne con todos los concelebrantes, desde la capilla de la ciudad Mitad del Mundo, hacia el altar preparado junto al imponente monumento levantado en el sitio determinado por la misión geodésica francesa como el lugar por donde atraviesa el paralelo 0 de latitud, o línea equinoccial.
En su saludo inicial destacó que nos encontramos en el «centro de la tierra, nuestra “casa común”, entre el hemisferio norte y el hemisferio sur… Y es aquí donde celebramos la Eucaristía, sacramento del “amor hasta el extremo” que actualiza el Misterio Pascual de Cristo».
La mitad del mundo es una ciudad eucarística
En su homilía resaltó que la celebración eucarística se realice en la Mitad del Mundo, por lo que se puede «afirmar que Quito se convierte hoy en la ciudad Eucarística, centro de la humanidad y del mundo que sufre y espera, porque es Cristo, “Pan de Vida”, que nos une e integra como Iglesia, Pueblo de Dios, que peregrina hacia el Reino de Dios».
Al comentar el pedido que había hecho Jesús a su discípulos, antes de la Ascensión, de que «No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, que les he dicho», el Cardenal señaló que, para la Iglesia significa «volver a los orígenes, al fundamento de nuestra fe que es caminar juntos, para celebrar la Pascua de Jesús, que se actualiza en cada Eucaristía».
«En los momentos difíciles y complejos que vive hoy la humanidad y, dentro de ella, la Iglesia, somos llamados a caminar juntos, a escuchar su Palabra, a alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre y a compartir nuestras vidas con los demás, especialmente, con los pobres y excluidos. Para ello debemos esperar y perseverar en la oración para vivir en comunión, participación y misión», dijo.
Destacó también la misión de la Virgen María, a partir de la lectura del libro de los hechos de los apóstoles que recuerda que los primeros cristianos “Perseveraban en la oración, con María, la madre de Jesús”.
«La Virgen santa se convirtió en una madre solícita de la comunidad eclesial, la que sabe compartir su esperanza y su confianza plena en el cumplimiento de la promesa de Dios», dijo.
Para el Cardenal, “María está allí, fielmente presente, cada vez que hay que tener una vela encendida en un lugar de bruma y de nieblas. Los sufrimientos de las madres: ¡todos nosotros hemos conocido mujeres fuertes, que han afrontado muchos sufrimientos de los hijos»!
«En la sangre y el agua que brotan del costado traspasado se revela el sentido profundo de toda la existencia de Cristo, que ha llegado a su plenitud en el momento de su muerte, y se nos muestran las gracias, es decir los Sacramentos de la Iglesia, en especial la Eucaristía, “fuente y culmen de la vida cristiana” que promueve la fraternidad para sanar al mundo. Y María estaba allí, al pie de la Cruz, para escuchar el clamor de los que sufren la pobreza y el grito de la tierra con los múltiples incendios forestales, la explotación irracional de los recursos naturales y los graves efectos del cambio climático».
«Aprendamos de María a entregarnos a la voluntad de Dios en todas las cosas; a confiar también cuando parece haberse acabado toda esperanza. Porque no somos huérfanos ni personas abandonadas: tenemos una Madre en la Iglesia. Ella nos alienta a caminar juntos, a fortalecer nuestra fe, a mantener viva la esperanza y a actuar, cada día y en cada momento, practicando el amor. Que, en los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús nos ha regalado a todos nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos y decirnos a cada uno de nosotros: «¡levántate!, mira adelante, mira el horizonte», porque Ella es Madre de esperanza», recalcó.
En la parte final de su homilía dijo que «¡María está totalmente llena del Espíritu Santo! Y eso es lo que pedimos al Señor, por su especial intercesión, que El Espíritu Santo sea el protagonista en nuestras vidas y en el nosotros eclesial con el Papa Francisco para dejarnos llevar por el Espíritu para ser una Iglesia sinodal en Misión.
Que Santa Mariana de Jesús, Santa Narcisa de Jesús y la Beata Mercedes Molina, intercedan ante el Señor por la justicia, la paz y la fraternidad para sanar al mundo».
Momentos antes de la bendición final, el señor Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador, Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, SDB, entregó al Cardenal Pedro Barreto un pectoral con el logo del Congreso Eucarístico Internacional.
Posteriormente, se ofreció a los asistentes un momento cultural, con la participación del ballet folclórico Jacchigua, que presentó un conjunto de coreografías tradicionales del Ecuador, luego de lo cual los visitantes se dieron tiempo para recorrer las instalaciones del complejo turístico y conocer el museo etnográfico que se encuentra en el interior del monumento principal.
Fuente: Congreso Eucarístico Internacional.
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