Por P. Enrique Granados
Sodalicio de Vida Cristiana
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He notado que en algunas Iglesias hay reclinatorios para recibir la Eucaristía, pero no todos los usan. ¿Cómo debemos recibir la santa Eucaristía? ¿De rodillas o de pie?
La Eucaristía, es el sacramento de la presencia real. Cristo mismo está ahí, como dice un canto muy conocido “Dios está aquí”. Esas no son solo palabras bonitas para suscitar un sentimiento, sino que expresan una realidad, de la cual debemos ser cada día más conscientes. Es bueno recordar y meditar una y otra vez esto para que así nunca dejemos de valorar el inmenso don de la Eucaristía y nos lleve a tener cada día una mejor disposición ante tan grande sacramento. No en vano el Concilio dirá: “La Sagrada Eucaristía, en efecto contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres.” (Concilio Vat. II; Decre. Sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5)
Por lo tanto, la manera como debemos recibir la Comunión, es con una correcta disposición interior, fruto de la toma de conciencia de ante quién nos encontramos.
Recordemos que la Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, no solo como un don entre otros muchos, sino como el don por excelencia, porque es Él mismo quien se dona y se da a nosotros. Cosa obvia, pero que no está demás mencionarla, porque de ahí se desprende la actitud de cómo recibo a Jesús. Las normas sobre la distribución de la Eucaristía dirán: “Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos”. No existe ningún documento oficial de la Iglesia que diga que la comunión se debe recibir solamente de rodillas y en la boca. Pero es también cierto que, durante el pontificado de Benedicto XVI, él distribuía la comunión de rodillas y en la boca, lo cual era un signo muy fuerte y evidente, de la manera como él considera que se debe recibir la Santa Eucaristía.
¿Existe alguien más importante que Jesucristo, que es Dios mismo? No. Por eso, solo nos arrodillamos ante Él en signo de humildad y de respeto. Esforcémonos para que la practicidad, el apuro, la comodidad u otras cosas, no nos lleven a perder el cuidado y amor con el que celebramos y participamos de la Santa Eucaristía. Luego, no han sido pocos los obispos que se han manifestado favorables a esta manera de distribuir la Santa Comunión. Pero las dos formas son admitidas por la Iglesia. Lo que sí dicen claramente las normas litúrgicas es que antes de recibir la Eucaristía “hágase la debida reverencia”. Este gesto puede ser una inclinación de cabeza o una genuflexión. De lo que se trata es que expresemos con gestos visibles nuestro debido respeto y gratitud a Dios amor.
Frente a la posibilidad de recibir la Santa Eucaristía en la mano, cito el documento de la Iglesia sobre esto: “Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano (Redemptinonis Sacramentum, Numeral 92)”. Yo añadiría que la “preocupación de que ninguno se aleje teniendo en las manos las especies eucarísticas” implica también cerciorarse de que no queden partículas del cuerpo de Cristo pegadas en sus manos, porque cada pedacito de pan, por más pequeño que sea, es Cristo mismo, y no sería nada bueno arrojar a Cristo al suelo. Por lo tanto, ayudémonos unos a otros para que nunca perdamos de vista el inmenso valor de la Santa Eucaristía.
Recomiendo a quien quiera saber más sobre el tema leer la: “Redemptionis Sacramentum. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía” y la “Ecclessia de Eucharistia” de Juan Pablo II.
Explican en el Vaticano
Santidad de Juan XXIII y Juan Pablo II
Los postuladores de la causa de canonización de los Papas Juan Pablo II y Juan XXIII, monseñor Slawomir Oder y Fray Giovangiuseppe Califano, señalaron que la amistad con Cristo, su profunda fe afianzada en la oración, la Palabra de Dios, su caridad, humildad, mansedumbre y su fervor mariano, fueron algunas características que tuvieron en común ambos pontífices. El padre Califano recordó que después de la muerte del Papa Juan XXIII la gente percibió de inmediato su santidad. “Gracias a los diarios íntimos del alma de Juan XXIII, podemos conocer su santidad en todas las etapas de su vida. Entre ellas, a los 23 años, su empeño de hacerse santo, apoyándose en cuatro puntos: el espíritu de unión con Jesús, el recogimiento del corazón, el rezo del santo rosario y la vigilancia en las propias acciones”. Juan Pablo II tenía una profunda mística y una relación viva con Dios a través de la oración profunda. Por otro lado, Juan XXIII era un hombre de obediencia y paz. La fe sencilla y su total confianza y entrega a Dios, es el común denominador de estos dos Papas, cuya canonización presidió el Papa Francisco el pasado 27 de abril.