Ni la pobreza ni la discriminación detuvieron el camino al éxito del delantero de la selección de Bélgica, que ahora se perfila como uno de los mejores futbolistas del Mundial.
Con tan solo 25 años, Romelu Lukaku, el número 9 del equipo belga, se ha convertido en una las figuras más resaltadas dentro de la Copa Mundial de Fútbol. Realizó su debut con un triunfo de su equipo de de 3 por 0 frente a Panamá, con dos goles de su autoría. Luego de emerger de contextos de pobreza y discriminación racial en su país, ahora se presenta como un símbolo de superación que inspira a millones de espectadores.
Una infancia difícil
En una columna de ‘The Players’ Tribune’, Lukaku recordaba que tuvo una infancia complicada. Su familia atravesó una muy difícil situación económica que devino en corte de servicios básicos y racionalización de sus alimentos.
Tenía seis años cuando supo que su familia estaba quebrada. Su madre mezclaba la leche con agua para poder alimentarse por más tiempo. Habían cortado el cable, y no podía ver el fútbol, también la electricidad y el agua. Sobre esos momentos dificultosos, el futbolista belga recordó en la publicación:
No dije una palabra. No quería que (mi madre) se estrese. Solo comí mi almuerzo. Pero juro a Dios que me hice una promesa ese día. Era como que alguien me golpeó y me despertó. Supe exactamente que tenía que hacer, y lo iba a hacer. No podía ver a mi madre viviendo así. No no no. No podía tener eso. A la gente del fútbol le gusta hablar de fortaleza mental. Bueno, soy el tipo más fuerte que jamás conocerán. Porque me acuerdo sentado en la oscuridad con mi hermano y mi mamá, rezando, y pensando, y creyendo, y sabiendo que iba a pasar.
Ese día, como le dijo a su madre un tiempo después, se prometió ser futbolista profesional para el Anderlecht, uno de los equipos más fuertes de Bélgica, para que su madre nunca más tenga que pasar por lo mismo. Y se puso una meta: 16 años. A esa edad, podría convertirse en profesional.
Superando los obstáculos
El camino al éxito fue complejo. Hijo de un ex futbolista congoleño y nacido en la multirracial Bélgica, muchos le tenían desconfianza y revisaban su documento para verificar la nacionalidad y la edad, incluso en el fútbol juvenil.
Le denigraban, y estaba solo, puesto que su padre no tenía dinero para ir a verlo jugar cuando tocaba hacerlo de visitante. Todo lo fortalecía y le hacía crecer su aspiración de ser el mejor futbolista belga de la historia.
Ascenso al éxito
Tenía 12 años y convirtió 76 goles en 34 partidos. A los 16, meta que sabía debía cumplir, firmó su primer contrato profesional, y contrató nuevamente el servicio de cable para su casa.
Mientras terminaba el secundario, ya jugaba ligas europeas para el equipo de sus sueños. A los 25 años, ya juega su segundo mundial y es el centrodelantero del Manchester United, una de las glorias del fútbol mundial.
En el debut mundialista en Rusia, tras cerrar una gran jornada de fútbol, su imagen rezando y agradeciendo de rodillas, como siempre, conmovió al mundo. Él, católico, lo hacía al igual que el panameño Fidel Escobar, evangélico, detrás de él. Lukaku, un hombre que, estando en el olimpo, no se olvida de su origen y agradece a Dios por sus sueños y metas cumplidas.
Vía: Aleteia.