Nadie puede soportar por mucho tiempo el aislamiento autoimpuesto. Nuestros corazones suplican a Dios y la oración nos acerca a Él.
El libro de Tomáš Halík me permitió comprender mejor la oración. En La noche del confesor, el sacerdote checo escribe: “Rezar significa ser consciente de que puedo ser visto. La conciencia de vivir en la “no-ocultación” (esta es una traducción exacta de la palabra griega para “verdad”) transforma a las personas”.
Después de la caída, la vergüenza empuja a Adán y Eva a esconderse: el hombre y la mujer se escondieron del Señor Dios entre los árboles del jardín (Gn 3,8). Conscientes de su propia desnudez, no soportan la mirada de Dios que les pregunta: ¿Dónde estás?
Pero nadie puede soportar por mucho tiempo ese aislamiento autoimpuesto. Desde la desgracia de nuestros escondites, nuestros corazones suplican a Dios: “Mírame y ten compasión de mí, porque estoy solo y afligido” (Sal 25:16). El tema se repite en todos los Salmos: “No te es oculto mi gemido… No te es ocultado mi pecado” (Sal 38:10; 69:6).
La oración es clave
Una súplica humana fundamental es pedir el cuidado y la protección de Dios: “Oh Señor de los ejércitos, mira desde el cielo y mira” (Sal 80:15). Qué mejor manera de describir la gloria de Dios que declarar: “El Señor miró desde su altura santa, desde los cielos miró a la tierra, para oír el gemido de los cautivos, para poner en libertad a los condenados a muerte” (Sal 102:20). Anhelamos entregar lo oculto y vivir sin estar ocultos ante nuestro Dios.
La salvación traída por Jesucristo nos libera de nuestro escondite. Jesús nos acerca a su Padre, «que ve lo que nadie ve» (Mt 6,6). El Evangelio nos asegura que «nada le es oculto, todo está desnudo y expuesto a sus ojos» (Hb 4,13). El publicano en el Templo, abrumado por el remordimiento (Lc 18,13-14) y la viuda pobre que da limosna en el Templo (Lc 21,1 4) se parecen en esto: ambos actúan con la seguridad de que Dios los está viendo… y que ser vistos conducirá a la transformación. Incluso cuando Zaqueo, lleno de culpa, trata de esconderse en un sicómoro, Jesús lo ve, descubre en él su deseo más profundo por Jesús. Esa conciencia animó a Zaqueo y le impidió esconderse nunca más.
Mediante la oración nos rendimos a la liberación de ser vistos por Dios. Abandonamos nuestros escondites para escuchar a Jesús decir: “¿Dónde estás? Quiero quedarme contigo”. Por cierto, la palabra “desocultamiento” es una traducción exacta de la palabra griega para “verdad”: aleteia.
Escrito por: Padre Peter John Cameron, OP, vía Aleteia.
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