Me sigo repitiendo las mismas palabras en mi cabeza: ¿Por qué se acercó a mi hijo? ¿Por qué a él?
Toda mi ilusión y esperanza comenzó cuando mi mamá me contó que le habían regalado una entrada para Santiago, como niño con discapacidad, para la visita del Papa en el Santuario de Jesús de la Divina Misericordia.
Santi es mi quinto hijo de 6. Un angelito maravilloso con Síndrome de Down, que nació hace cuatro años y medio y que nos ha transformado a todos los que los rodeamos llenándonos de gozo, felicidad, orgullo y bendiciones desde el primer día.
¡El gran día llegó! Yo no podía más de la alegría y le había pedido muchas veces al Señor que me diera la oportunidad de tener un buen puesto en el Santuario para poder ver de cerca al Papa.
Cuando llegamos al Santuario, estaba prácticamente lleno, a pesar de que llegamos a la hora que nos habían indicado. En ese momento pensé que no tendríamos un buen puesto. Pero cuando nos ubicaron y nos sentamos, me di cuenta de que ¡teníamos el mejor de los lugares! Estábamos sentados junto al pasillo central, por donde haría su entrada el Santo Padre. La oportunidad de que al menos nos vea el Papa era aún más probable.
Durante las cuatro horas que estuvimos sentados esperando, me fui imaginando diferentes formas de lograr llamar la atención del Papa al momento de su entrada y rezando incansablemente para que esto sucediera.
Cuando finalmente llegó la hora de su entrada, el Santuario entero se llenó de alegría, gritos y emociones. Santi se contagió de la euforia de la multitud y agitaba sus bracitos a más no poder y gritaba igual que todo el mundo: “Papa, Papa, Papa”.
Senté a Santi en la rejas de seguridad, dejándole sus piernitas colgadas hacia el lado interno del pasillo, a medida que el Santo Padre se iba acercando a nosotros decidí extender mis brazos y literalmente dejarlo a Santiago suspendido en el aire y moverlo para que lo vea.
En el instante que mira y empieza a caminar hacia nosotros con el brazo levantado yo pensé que me iba a desmayar.
Se acerca a Santiago, lo besa en la cabeza y le da la bendición. ¡No podía creerlo! Aún me lo sigo pasando en mi cabeza como una película; no paraba de llorar y temblar de la emoción y me repetía a mi misma: “Se acercó a mi hijo entre tanta gente, lo escogió a él.”
Esas mismas palabras me las sigo repitiendo en mi cabeza a diario! ¿Por qué se acercó a mi hijo? ¿Por qué a él?
Definitivamente estoy convencida de que lo utilizó como un vehículo para llegar a mí, y a su vez llegar al resto de mi familia y a más personas.
Dios quiere algo de mí, me lo vuelve a repetir una vez más, enviando a su hijo predilecto en la Tierra a darle la bendición en su nombre a mi hijo “especial”.
Por: Beatriz Arosemena de Baquerizo