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La Semana Santa no es solo una tradición, es el tiempo que podemos vivir en familia, pedir perdón por nuestras culpas y buscar más de Jesucristo.

El padre Gustavo Jamut, sacerdote argentino que realiza evangelizaciones alrededor de América Latina y Europa, junto al Hno. Diego González, nos comparten sus consejos para que las familias se unan durante esta celebración litúrgica.

Es la Semana Mayor del año, en la que se celebra la muerte y resurrección de Jesús, a través de los misterios de amor de Dios. Vivir la Semana Santa es recordar un acto de amor y al mismo tiempo reflexionar, qué mejor que hacerlo en familia.

 

 

Vivir la Semana Santa en familia

Una familia está integrada por individuos, la idea es que cada uno tome la decisión de meditar lo que se vive en esta semana. Además de ir juntos a la celebración, podemos rezar en familia un rosario, esta es una oportunidad para unirse más, para pedirse perdón y reconciliarse.

La Semana Santa no es solo ir a las celebraciones litúrgicas, sino que implica la apertura de nuestro corazón a lo que significan los misterios de Dios:

Jueves Santo

Jesús les enseña a sus discípulos a lavarse los pies los unos a otros. Esto significa que pedir perdón no es humillarse, sino amar. Es reconocer que, así como el otro se equivoca, yo también me equivoco.

Viernes Santo

Tener presente que Jesús ha dado la vida por nosotros y por nuestros pecados. Esta es la oportunidad de decir: “los errores de este año, Jesús ya los pagó por mí, por qué no tomo la sangre de Jesús y me animo a seguir adelante”.

Sábado Santo

Recordar que la muerte y la maldad no tienen la última palabra, sino que la tiene Dios, y cuando nos entregamos al Señor y reconocemos nuestra debilidad, no perdemos, sino todo lo contrario. “No es una familia que aparenta ser perfecta la que va a seguir adelante, sino la que a pesar de sus errores se une y se dispone al Señor para seguir adelante.”

Gustavo Jamut aconseja que lean su libro El perdón de corazón, clave de la paz, porque suele suceder que en las familias nos vamos lastimando unos con otros sin darnos cuenta. Descubramos que nuestros familiares también son humanos, que, así como hieren, se sienten heridos. Ser conscientes de eso nos ayuda a perdonar y a hacer nuestras las palabras de Jesús. Digamos en medio del dolor: “Padre por qué me has abandonado”, en el sufrimiento: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, en la soledad: “Tengo sed de amor de mi familia”.

“Familia que reza unida, permanece unida”, la oración nos ayuda a reflexionar personalmente, luego, como familia nos hace descubrir que más es lo que nos une, que lo que nos divide y así podremos resucitar con el Señor.

 

 

Por: Daniela Morán E., periodista.

 

 

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