Como sabemos, no hay una escuela para padres como tal, hay momentos, eso sí, en que no sabemos cómo educar a nuestros hijos: ser muy estrictos es malo, y queremos evitar actitudes que nuestros padres tuvieron con nosotros. ¿Cómo hacerle, entonces?
Como sabemos, no hay una escuela para padres. Hay momentos, eso sí, en que no sabemos cómo educar a nuestros hijos. Ser muy estrictos es una actitud que a la postre no resulta del todo buena, y queremos evitar actitudes que nuestros padres tuvieron con nosotros, de modo que tratamos de convertirnos en sus amigos para que nos tengan confianza, pero… ¿Cuáles son los pros y los contras de esta actitud general?
Ventajas
1. Confianza de ida y vuelta
Si sabemos manejar esta relación de amistad con nuestros hijos la ventaja será que nos tendrán absoluta confianza, se sentirán con la libertad de contarnos cómo se sienten y sus inquietudes, y si una situación les molesta o, por el contrario, les parece bien y le sacan provecho.
Si lo vemos de manera fría, esto nos puede evitar varios problemas graves en el futuro, ya que se logrará detectar a tiempo si andan en malos pasos, si procuran malas compañías, incluso sería posible evitar un embarazo no deseado o un caso de drogadicción.
2. Nos abrirán su mundo
Otro punto a favor de esta apertura con nuestros hijos es la convivencia: entre más sepamos de ellos más nos compartirán su mundo y nos dejarán participar en actividades importantes. Pero, claro, no debemos abusar de esto y pasar de la confianza a ser confianzudos; hay que saber darles su espacio o nos veremos, como dicen los mismos jóvenes, _chavorrucos_ (fuera de tiempo y lugar) y los haremos sentirse incomodos y crear un efecto contrario, porque en lugar de que nos acepten, se alejarán y pondrán barreras.
Límites
1. Padres y amigos, pero sobre todo, padres
Aunque se trata de ser sus amigos y comprenderlos, ante todo somos sus padres y debe haber límites y reglas, esto tiene que quedar absolutamente claro. No podemos dejar que nuestros hijos nos hablen con palabras altisonantes y quieran sentirse superiores. El punto es manejar una «amistad» y hacerlos sentir que somos iguales, pero no quiere decir que permitiremos que sean majaderos ni se tomarán confianzas indebidas.
Usar esta técnica es claramente un arma de dos filos y requiere de mucho equilibrio; aprender a comunicarse con los hijos pude ser el reto más difícil para un padre.
2. Ni tan tan, ni muy muy: equilibrio
Debemos saber también cómo educarlos sin ser tan tajantes y autoritarios, porque, como parte de la evolución de este nuevo siglo, es casi imposible, fuera de lugar y hasta políticamente incorrecto ser tan cerrados, pero está claro que tampoco tenemos que soltarles totalmente las riendas: no podemos dejar que nuestros hijos sientan que son quienes mandan en casa, ni en una pelea o discusión ponernos al tú por tú con ellos.
Hay que dejar claro nuestro papel como padres sin ser, por sobre todas las cosas, autoritarios, para que ante cualquier problema o situación adversa que tengan, sepan que antes que un regaño pueden tener apoyo de nuestra parte.
3. Hacerle a la táctica y la estrategia
Es nuestro deber como padres encontrar estrategias para que nuestros hijos se sientan en libertad y crezcan en un ambiente en el que se preparen para vivir en el mundo exterior. Si somos muy determinantes, cerrados y nada flexibles, es probable que cuando crezcan se vuelvan mansos ante un jefe, una pareja y no sepan expresar sus puntos de vista y, dado el caso, ni oponerse ante una situación que les es desfavorable. O por el contrario, en cuanto se sientan libres y se vayan de casa se rebelen ante toda norma y quieran hacer su regalada voluntad.
Hay que moldearnos a las necesidad de nuestros hijos e inculcarles buenos valores para que crezcan y sean hombres y mujeres de bien, que puedan convivir en una sociedad de manera armoniosa sin sentirse reprimidos ni con un exceso de libertad que devenga libertinaje.
Vía: familias.com