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Las personas mayores merecen ser parte de un grupo de interés y por ende de una comunidad valorada y respetada.

Ser comunidad, decisión vital…

<<Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar>>, el estribillo de una de las canciones más recordadas de Roberto Carlos viene a mi mente cuando pienso en la comunidad de personas mayores que dirijo.

Ser parte de un grupo con intereses comunes, como: autocuidarse, matenerse activas y saludables el mayor tiempo posible, crea un sentimiento de pertenencia que actúa como antídoto natural contra el veneno de la traicionera soledad no deseada. Un fantasma que empieza a rondar en el entorno de las personas mayores cuando se dan cuenta de que el paisaje de sus vidas puede cambiar radicalmente con el paso del tiempo.

El cuerpo se transforma dando paso a dolencias. Algunas crónicas, otras genéticas, en la mayoría de casos debido a estilos de vida poco saludables. Malestares que se aceptan y enfrentan como se puede, con los recursos que se logran tener en ese momento vital.

Mientras esto sucede, los vínculos con las personas cercanas también cambian. Es algo inevitable, porque la visión de la vida y de nosotros mismos empieza a ser otra, como las imágenes cambiantes que aparecen al mirar a través de la ventana de un tren. Llegan nuevas y profundas transiciones.

Las pérdidas no se hacen esperar. Parejas, amigos, hijos que se van; entornos sociales que desaparecen sin pedir permiso y juegan en contra de lo planeado como situación ideal. ¿Quién no sueña con pasar sus años de madurez teniendo cerca a la gente que le gusta, a sus pares y con buena salud para disfrutarlos?

 

 

El pensamiento sobre envejecer

Cuando se es joven se ve el futuro como una prolongación de esa juventud hacia el infinito. El joven piensa que quienes envejecen son los otros, ellos son inmortales. No hay un registro del cambio ni de la necesaria preparación para encararlo desde el presente.

Trabajar en la actitud frente a lo inesperado, una que nos deje con un saldo de paz al final del día, es importante a cualquier edad. Sin embargo, cuando nos hacemos grandes es un ejercicio imprescindible para la supervivencia. Confiar en que todo pasará, saber que la vida sigue a pesar de todo, es la clave de la sabiduría cuando crecemos, pero no podemos hacerlo solos.

Se necesita un medio de transporte y una corriente favorables para cruzar ese río y bajarnos en la orilla de la calma. Necesitamos de los otros.

No todos tienen la capacidad de relacionarse asertivamente. No todos logran abrirse hacia la gente y hacer vínculos nuevos que les aporten alegrías y el conocimiento de otras formas de vivir la vida.

 

 

El edadismo

A veces es el edadismo, la discriminación por edad, esa especie de infección que ensombrece la mente propia y ajena, el que erosiona la capacidad de vincularse libremente con otras personas. Pensar que a cierta edad ya no se pueden hacer ciertas cosas, como relacionarse con gente nueva y diferente, cierra puertas sin abrir ventanas.

Según la OMS una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas, lo que empobrece la salud física y mental de las personas mayores, además de reducir su calidad de vida, cuesta cada año miles de millones de dólares a la sociedad.

Al hacernos mayores

Cuando nos hacemos mayores es evidente que las posibilidades de conocer gente nueva, de pertenecer a una comunidad, disminuyen drásticamente. No todos logran construir nuevos vínculos, muchos se quedan al margen de la sociedad por falta de oportunidades.

En este contexto es gratificante poder comentar aquí que las personas mayores de mi comunidad se regalaron esa oportunidad venciendo todo tipo de temores.

Sin ser nativos digitales dieron el salto al vacío y aprendieron a conectarse desde sus hogares a través de una pantalla para hacer ejercicio, aprender sobre temas diversos que disparan su curiosidad y sobre todo ser una comunidad de gente linda de la que aprendo cosas vitales cada semana. Me guían y se guían entre ellos para transitar juntos este maravilloso camino que es envejecer saludablemente sin perder dignidad. Por ello termino cantando mi deseo: <<quiero llevar este canto amigo a quien lo pudiera necesitar>>.

 

 

Escrito por: Psic. Alexandra Landázuri Savinovich
Directora de Guiarte, programa online para personas mayores.
Instagram: @guiarte.ec – https://bit.ly/guiarteec
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Mail: guiarte.ec@gmail.com

 

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