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¿Es adecuado tener sexo en las primeras citas? ¿O depende de la situación y de la persona para que surja la atracción?

Es común que veamos en muchas películas que una pareja que acaba de conocerse se va a la cama. De hecho, no solo pasa en el cine, sino que es una práctica cada vez más usual, y que genera tanto rechazo como entusiasmo, por diversas razones. Conviene, entonces, hacer un breve repaso de las distintas aristas en estos escenarios de las primeras citas. ¡Veamos!

 

 

¿Es inevitable terminar en la cama cuando te atrae alguien?

Este es un rotundo no. Ya se ha visto en otros artículos que el instinto es solo un aspecto de la sexualidad humana, que además tiene componentes afectivos, mentales y espirituales. La atracción no pocas veces se limita a uno de esos aspectos: el cuerpo, la inteligencia, la billetera, etc. El amor va más allá de la atracción, y se va construyendo día a día. Esta puede no llevar al amor, aunque sí puede llevar a la cama a dos personas que ni siquiera son medianamente compatibles.

Se oyen todos los días relatos de parejas que, luego de compartir algunas horas, inician un intercambio de caricias y besos que termina encendiendo los mecanismos de apareo de su cerebro primitivo. Como se dice, una cosa llevó a la otra. Si esto te pasa, siempre estás a tiempo de meter embrague y bajar un par de marchas.

 

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¿El acto sexual consolida la pareja?

La respuesta aquí es sí y no. Sí: la sexualidad tiene una dinámica que, en los humanos, genera el deseo de establecer vínculos y los fortalece. Pero no: no va a crear una relación de la nada. Es decir que, para que el encuentro físico cumpla sus funciones de unión, debe realizarse sobre las bases de una pareja que ha venido consolidándose a través del respeto, el diálogo y la confianza. A través del amor.

No es raro ver que se accede a tener sexo luego de la primera cita para conquistar al objeto del deseo y mantenerlo junto a uno. Sin embargo, este fin casi nunca se cumple. Por eso conocemos esos casos de chicas “ghosteadas” luego de una noche de pasión. Suele pasar más con las mujeres que con los hombres, pues nuestro instinto cavernícola hace que ellos busquen aparearse y ellas, encontrar un proveedor de seguridad. Así que, si piensas que tener sexo con quien te atrae lo va a mantener a tu lado, mejor piénsalo de nuevo.

¿Ceder a los avances sexuales de alguien que estoy conociendo me convierte en una persona promiscua?

No necesariamente. Pero debes preguntarte cuáles son tus parámetros para acceder a un encuentro físico. Puede que opines que el acto sexual vale lo mismo que tomarte una copa con alguien, o que el placer que obtienes es independiente de la persona que te lo proporciona. Puede que tengas miedo a negarte para que no te crean fuera de actualidad, o que el otro asuma que no te atrae. El caso es que, si el parámetro no es lo bastante exigente, terminarás teniendo relaciones sexuales con muchas personas en poco tiempo, lo cual es promiscuidad.

Habrás oído (o incluso vivido) historias de gente que se ha acostado con varias parejas y les han tachado de “fáciles”, “perros” o epítetos por el estilo. Y, ante el temor a esos calificativos, no quieres arriesgarte. De forma que, aunque sientes deseos de hacerlo, no te vas a la cama con quien te atrae, solo para que nadie tenga nada que decir en tu contra. Si esto está pasando, debería preocuparte más lo que tú piensas de ti mismo que lo que piensen los demás.

 

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¿La otra persona perderá el interés en mí cuando tengamos relaciones íntimas?

Una vez más, depende. El sexo puede ser el reflejo de un vínculo fuerte, o —por el contrario— el resultado de una atracción superficial. Es decir: quizás sea nada más “química” entre dos personas que apenas saben el uno del otro. O que lo considere algo deseable para muchos. Es entonces cuando esa “conquista” puede sentirse ya como la meta alcanzada, y no como un proceso de afianzamiento de un lazo. Por esto, la otra persona pasa a ser un trofeo, una cabeza que el cazador cuelga de su pared. Y ahora ya que la tiene, a la siguiente.

No es extraño que nos sintamos usados cuando la pareja con la cual tuvimos un encuentro sexual desaparece o, en el mejor de los casos, solo nos llama para eso. Otra vez, es más frecuente que esto les pase a las mujeres, pero tampoco es algo exclusivo de ellas. Y no quiere decir que esta intimidad ahuyente a todos, pues la tendencia natural es que la sexualidad genere vínculos, si bien dicha tendencia también puede dañarse por diversas heridas emocionales. Cuando no te sientes segura de si te dejarán luego del primer contacto íntimo o no, es señal de inseguridad en la relación, por lo cual es mejor frenar.

¿Y si piensa que solo le quiero como juguete sexual?

Lo decíamos antes: puede pasar que una de las dos personas, o incluso ambas, considere al otro un medio para satisfacer esas necesidades fisiológicas. Pero, ¿qué pasa si esa no es mi intención, y la pareja lo interpreta así? Es claro que no va a terminar bien, porque, si yo me estoy enamorando de alguien que solo me ve como carne, no estamos en la misma página. Y podría darse también la reacción contraria: que la posibilidad de ser tratada sólo como un cuerpo ahuyente a la otra persona.

A veces nos preguntamos por qué nos sentimos rechazados por el otro cuando insinuamos algo físico, y puede tener que ver con esto. Si no somos claros ambos en nuestras intenciones, se da lugar a la interpretación que se basa en experiencias anteriores (no muy agradables), propias o ajenas. Por ello, es fundamental hablar de estos temas de forma honesta en cuanto sea oportuno, aunque nos resulte incómodo.

 

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¿Puede haber otras consecuencias luego de tener sexo en la primeras citas?

En realidad, como en toda decisión, las consecuencias positivas y negativas siempre están latentes. Y se presentan no solo en las primeras citas: abusos, ETS, violencia, chantajes, embarazos no deseados, etcétera. Sin embargo, mientras menos conozcas a la otra persona, estos riesgos aumentan. Si te adentras en un terreno desconocido, es más probable que te encuentres con sorpresas desagradables.

Todos conocemos a alguien que ha sufrido consecuencias más o menos graves de apresurarse a entrar en el plano físico con otro. Son decisiones tan importantes que cambian la vida en unos minutos. Por esto, lo mejor es considerarlo fríamente, antes de que la pasión nos gane y se lleve nuestra racionalidad.

¿Estos actos sexuales son moralmente malos?

Aquí nos vamos a topar con opiniones opuestas. Para unos, está mal y es pecado; para otros, todo lo que dos personas hacen libremente y conscientes de sus actos es correcto. El problema es a qué llamamos libertad y consciencia. Si siempre supiéramos en qué nos estamos metiendo, nunca cometeríamos errores. Para eso están esos principios morales, que nos permiten ver de manera anticipada el daño que podemos hacernos o infligir a otros. La verdadera libertad es saber elegir el bien por encima de todo.

Cada vez se nos insta más a hacer lo que queramos; sin embargo, se toma menos en cuenta que no siempre este es un acto libre, pues estamos condicionados por diversas influencias. Visto lo anterior, al tener relaciones sexuales cuando apenas nos conocemos, quizás no consideremos que podemos estar haciéndonos daño. Este acto, luego, es malo, porque la finalidad que perseguimos es demasiado egoísta o inmediata. Así que lo mejor es plantearse por qué queremos hacerlo y hacia dónde nos conducirá esa decisión.

No se trata de moralismos o fanatismos religiosos: es claro que tener sexo en las primeras citas trae riesgos demasiado altos para nuestras vidas. Es cierto, estos no son absolutos, pues se dan casos en que las historias terminan bien. Pero hay que tener en cuenta que, si lo hacen, no será por lo corporal, sino porque detrás de ello hubo un amor en semilla, que terminó sosteniéndose.

El amor nace y se alimenta del conocimiento; el amor pide el conocimiento. Y esto no se da en una o dos salidas juntos. Por eso, el espacio idóneo para la sexualidad es el matrimonio, en el cual nos brindamos un compromiso vital como pareja. Si quieres formar un vínculo sólido con el amor de tu vida, ábrete a conocerlo y aprende a esperar.

 

 

Escrito por: Pedro Freile, Sicólogo, vía amafuerte.com

 

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