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Si Jesús hizo tantos milagros… ¿por qué no cura a todos? ¡Qué estás esperando, Dios mío!

¿Alguna vez te preguntaste algo similar al título de este artículo? Tal vez has sido lo suficientemente valiente para cuestionar a Dios en voz alta, respetuosa pero vulnerable, frente al Sagrario: ¿por qué Dios no cura a todos?

O, tal vez, te lo has preguntado en lo secreto, en tu corazón. Pero, ¿sabes qué? Dios escucha las oraciones que no sabemos poner en palabras. Así que, aunque no nos animemos a rezar y articular la interrogante, sabe que hay cosas que no entendemos.

Y, ¿sabes qué más? Aunque podría dejar la respuesta en el margen del misterio, muchas veces su generosidad va más allá y decide ¡Él, el Creador de todo!, dar explicaciones a sus creaturas.

Ahora… déjame decirte algo que tardé en entender: que haya una explicación, que exista un «sentido», no es sinónimo de que se alinee con la lógica humana. El dolor, el sufrimiento, entran en esta categoría de «mucho sentido sobrenatural», «poca lógica humana».

Un disclaimer adicional. Este tema es extremadamente profundo y no pretendo en un artículo abordar todos los eslabones que pueden componerlo. Sin embargo, al final del artículo, te dejaré varios recursos que puedes ir revisando de a poco para entender mejor un tema que, francamente, ¡cuesta entender!

 

 

¿Por qué Dios no cura a todos?

Hace un tiempo vi el video que te quiero compartir. Fr. Mike nos explica esto de manera clara, lo más claro que podríamos tener frente a nuestros ojos una realidad que se presenta oscura, enredada, confusa, etc.

* Puedes activar los subtítulos automáticos en español desde YouTube

 

En el Evangelio de Juan, Jesús sana a un hombre ciego de nacimiento. Cuando sus discípulos le preguntan quién pecó para que el hombre naciera ciego, Jesús responde que no se debe a ningún pecado, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Otro ejemplo es la resurrección de Lázaro. Cuando Jesús es informado de la enfermedad de Lázaro, declara que esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado. Aunque Lázaro muere, Jesús lo resucita, mostrando que tiene poder sobre la vida y la muerte y revelando la gloria de Dios de una manera que desafía toda lógica humana.

En Marcos, Jesús sana a un paralítico después de perdonarle sus pecados. Esto no solo sana su cuerpo, sino que también señala la autoridad de Jesús para perdonar pecados, algo que solo Dios puede hacer. La sanación física del paralítico es un signo visible de la sanación espiritual y del perdón de Dios.

Solo mencioné 3 ejemplos, pero el Evangelio está lleno de milagros. La vida actual está llena de milagros. ¿O no conoces la historia de alguien que atribuya una curación milagrosa a una novena, a una visita a Lourdes o algo por el estilo?

… y a cuántos no

Sí, a lo largo de los Evangelios, Jesús realiza numerosas sanaciones que no solo alivian el sufrimiento de los enfermos, sino que también revelan la gloria y el poder de Dios. Las sanaciones son signos visibles del amor de Dios y de su deseo de restaurar la integridad del ser humano.

Pero, ¿olvidas que en las Sagradas Escrituras Jesús no pudo sanar a muchos otros? «Nadie es profeta en su tierra», se lamenta cuando en Nazaret no pudo obrar muchos milagros por la falta de fe de las personas.

Sin embargo, no hablamos solo de la sanación física. Hubo muchos encuentros con Jesús que terminaron siendo desencuentros con lo divino. Muchos se toparon con Dios, y aun así se retiraron heridos, porque no dejaron que Él los sanara.

En primer lugar, citemos a los fariseos y escribas, a pesar de haber sido testigos de las obras y enseñanzas de Jesús, no experimentaron sanación porque sus corazones estaban endurecidos. Su incredulidad y rechazo a Jesús les cerraron el camino a la gracia y la misericordia que Él ofrecía.

Herodes, que estaba interesado en ver a Jesús realizar milagros, no recibió ningún signo ni sanación porque su motivación era puramente curiosa y superficial. Jesús no actuó para satisfacer la curiosidad o el espectáculo, sino para manifestar la verdadera fe y la gloria de Dios.

Si Dios todo lo puede, ¿Dios todo lo sana?

Muy importante recordar: Jesús no solo se preocupa por la sanación física, sino también por la sanación del alma. Muchas veces, la enfermedad física puede ser un medio para un encuentro más profundo con Dios. La sanación del alma es la restauración de la relación con Dios, el perdón de los pecados y la promesa de la vida eterna.

Como dije al comienzo, tiene sentido… ¡pero no suena lógico! Dios permite ciertas enfermedades y sufrimientos por razones que a menudo están más allá de nuestra comprensión.

A veces, la enfermedad puede ser un camino hacia una mayor santidad, una oportunidad para crecer en la fe y la confianza en Dios. Aunque no todas las sanaciones se manifiestan en esta vida, la promesa de Jesús es la sanación completa en la vida eterna.

En última instancia, la sanación que Jesús ofrece es integral y abarca tanto el cuerpo como el alma. La disposición del corazón, la fe y la apertura a la gracia de Dios son esenciales para experimentar la plenitud de su sanación y amor.

 

 

Una reflexión final

Si crees que Dios sana a los que quiere más y que Dios no sana a los que quiere menos… es aún más ilógico que todo lo anterior.

¿Y si en lugar de pensar eso comenzamos a creer que Dios confía en aquellos que confían en Él, especialmente cuando ya no confían en sí mismos ni en sus propias fuerzas? Después de todo, Él puede hacer más incluso cuando admitimos «no puedo más, no puedo más».

¡Dios ama mucho a quienes le aman tanto que estarían dispuestos a sufrir un poco (o tal vez mucho) para aliviar su sufrimiento! Aunque, siendo honestos… ¿cuánto se puede aliviar a Dios quitando una pequeña parte del sufrimiento de la Pasión completa, una astilla de la Cruz?

Aun así, las pequeñas penas pueden consolar la soledad de Dios en la Cruz. Él devuelve el abrazo a aquellos que la reciben con los brazos abiertos, como una amiga. Como Él, que mantuvo sus brazos extendidos y clavados para acoger a los que desean acurrucarse entre ellos.

Aun así, Dios necesita unos pocos amigos que se animen a dar testimonio de su amor desde esos lugares que parecen olvidados por Él. Lo que parece insignificante, torpe y molesto, da testimonio y sirve de gran manera cuando se ofrece con humildad; que dar poco (aunque sea todo) y rezar mucho (aunque no parezca suficiente) cuenta y lo tiene en cuenta.

Finalmente, Dios mira y ve donde otros no miran ni ven, escucha las lágrimas que no hacen mucho ruido ni se exhiben en público; no niega su compañía a los que quieren acompañarle; y que siente más intensamente el dolor del que nos quejamos, incluso antes de que nos duela.

¿No es eso más grande que la sanación que buscamos, no es eso lo que necesitamos, aunque no queramos?

 

 

Escrito por: María Belén Andrada, comunicadora e ilustradora, vía Catholic-Link.

 

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