Si tu respuesta a esta pregunta es ‘sí’, estos podrían ser algunos de los motivos.
Levantarse todos los días con una sensación de agotamiento es, valga la redundancia, extenuante. Incluso podemos llegar a pensar que tenemos alguna enfermedad porque “no es normal” lo cansado que nos sentimos. Sin embargo, a veces se trata de cosas de nuestra rutina que nos hacen sentirnos así. De algunas somos conscientes (pero igual no aplicamos los correctivos) y de otras no tanto.
La alimentación
Te saltas comidas, no tienes un horario, comes cualquier cosa para salir del paso sin fijarte en sus nutrientes, y así un largo etcétera de cómo descuidamos este factor tan determinante en nuestro funcionamiento humano. Además de una dieta balanceada, donde hayan proteínas, carbohidratos y muchas frutas y vegetales, también hay que prestar atención a la ingesta de azúcar, ya que aunque en un principio crees que te da energía, después te da un bajón abrupto que te causa más fatiga.
El pesimismo
El cansancio no sólo es físico, sino también mental. A veces por las mismas circunstancias que nos rodean o experiencias que hemos tenido en el pasado, condicionamos nuestra mente siempre para “lo peor”. Hay quienes dicen que es porque prefieren sorprenderse gratamente y no llevarse una gran desilusión, pero esto puede ser realmente agotador. También están los ataques de drama, que es cuando de algo pequeño hacemos una tragedia, incluso de cosas que no han ocurrido.
Falta de ejercicio
Suena lógico que, si estás cansado, te tomes un descanso. Pero cuando esto se prolonga y un día se convierten en dos, tres, una semana y hasta meses, en realidad es peor aún. Según un estudio de la universidad de Georgia, los adultos que se ejercitan aunque sea tres veces a la semana durante media hora cada día, experimentan mucho menos fatiga. El ejercicio constante te brinda fuerza, resistencia y hace que tu sistema cardiovascular funcione más eficientemente.
No tomas suficiente agua
La deshidratación ocasiona una reducción en el volumen de nuestra sangre, haciéndola más espesa. Esto hace que a nuestro corazón se le dificulte el bombeo y reduzca la velocidad con la que el oxígeno y los nutrientes llegan a nuestros músculos y órganos. La “regla” dice que son unos 8 vasos de agua diarios; sin embargo, esto puede variar en cada persona según su peso y estilo de vida. No esperes a tener sed para tomar agua, ya que en ese momento ya tienes una ligera deshidratación.
Calidad de sueño
A veces no sólo se trata de cantidad, sino también de cómo reposa tu cerebro mientras duermes. Una hora antes de dormir intenta desconectarte de todo aquello que te pueda generar estrés y ocupa tu mente en otras actividades.
Por ejemplo, evita estar acostado revisando las redes sociales y confrontando a usuarios, toma una bebida que te relaje, prefiere un buen libro o algo de música antes que una película violenta, etc. Prepara tu habitación y estado de ánimo para conciliar el sueño.
Vía Aleteia