Nos encontramos a escasos días del Sínodo extraordinario de los obispos, en el cual abordarán los problemas de la familia en el mundo actual. Aunque cueste trabajo creerlo, el planeta es más grande que Occidente donde, por cierto, la prensa ha generado expectativas fuera de lugar.
El objetivo del Sínodo, como bien explicó el Cardenal Parolín, no es cambiar la doctrina de la Iglesia pues esta depende del Evangelio, sino abordar los problemas de la familia y del matrimonio, para definir una estrategia pastoral que vaya desde lo local, hasta lo global.
Para entender cómo se desarrolla un debate dentro de las coordenadas católicas es necesario atender, en principio, a cinco elementos:
1.-Domina la máxima de San Agustín: en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad y en todo caridad. Lo esencial es poco y sólido pues depende de la doctrina emanada del Evangelio y la tradición.
El debate entre los cardenales Kasper y Müller resulta apasionado a momentos, pero sigue la lógica de San Agustín. Ninguno cuestiona la sacramentalidad del matrimonio, que es lo esencial, por lo que argumentan con gran libertad sobre la atención pastoral a los divorciados vueltos a casar. Otros cardenales se han sumado a la discusión, lo que es lógico además de muy saludable.
2.- El debate mantiene un orden específico acorde al diálogo fe y razón. Se observa un problema, se plantea una hipótesis, se buscan los argumentos a favor y en contra echando mano de muy distintos saberes teológicos, científicos, sociológicos, históricos, etc., para tomar decisiones firmes e informadas. Lo normal en estos casos es la participación de diversos actores eclesiásticos en diferentes momentos -sean laicos, religiosos, presbíteros, obispos, teólogos-, a través de consultas, como asesores, etc.
Al parecer, en el caso arriba comentado, con el permiso del Papa, Kasper y Müller llevan distintas partes y, seguro, están muy convencidos de lo que dicen. El mismo Papa se encargó de plantear la hipótesis a debate sobre la conveniencia de, en ciertos casos, después de periodos penitenciales, aceptar a la comunión sacramental a los divorciados vueltos a casar. Lo cierto es que el método se va cumpliendo y material para discutir en este sensible punto abunda, como en otros más. Las decisiones pastorales, no se tomarán a la ligera.
3.-Se promueve el diálogo entre justicia y misericordia. Si solo la primera, nos acercamos al rigorismo que traiciona la justicia; si solo la segunda, se confunde con el laxismo que es lo opuesto a la misericordia. Cuando el debate se realiza dentro de las coordenadas fe-razón y justicia-misericordia, entramos al terreno de la caridad lo que, por otro lado, confirma el viejo principio de la cultura católica: et-et, sumar en la caridad. El lector podrá dibujar un plano cartesiano en cuyo centro se encuentre, precisamente, la caridad. Será de gran ayuda para entender dónde se ubican las distintas posiciones con sus matices y, también, cómo ninguna de ellas abandona el terreno del Evangelio y la tradición.
4.- Las diversas escuelas teológicas ocupan un lugar muy importante en el debate. Hoy, es necesario tomarlo en cuenta, desde el Cardenal Newman se busca centrar la reflexión en la dignidad de la persona frente a los excesos colectivistas, individualistas y utilitarios de nuestro tiempo. Este personalismo filosófico y teológico ha estado muy presente en el magisterio de los últimos Papas, incluido Francisco. El principio es sencillo.: Cristo nos muestra la plenitud de nuestra humanidad porque nos abre el camino hacia Dios. El diálogo se orienta hacia la dignificación de todas las personas.
5.-El debate se somete a una prueba de autenticidad: la fe en la razón debe coincidir con las razones de la fe. Solo entonces estamos ante una genuina discusión dentro de las coordenadas católicas.
El proceso en su conjunto conduce a tomar decisiones firmes en el terreno pastoral, aunque resulten impopulares o políticamente incorrectas. Su implantación y desarrollo podrá tomar generaciones, pero se llevará adelante. En el momento culminante de la toma de decisiones, no debemos olvidarlo, el Papa estará solo frente a Dios.
Vía: Aleteia