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Es deber de la iglesia y de toda la congregación fortalecer y aportar al sostenimiento del culto, a pesar de la pandemia que vivimos.

Como todos sabemos por nuestro Catecismo elemental, existen en la Iglesia Católica, los Mandamientos de la Ley de Dios (los famosos “10 mandamientos”, dados a Moisés en tablas de piedra, para que no se nos “olviden”…).

Pero también están los otros “mandamientos” (o preceptos) de la Santa Madre Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2042-2043):

1) «Oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles».

2) «Confesar los pecados mortales al menos una vez al año».

3) «Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua».

4) «Abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia».

5) «Ayudar a la Iglesia en sus necesidades».

La iglesia y el coronavirus

En tiempos de “Controlavirus”, la Iglesia, como era de esperar, ha exceptuado a los fieles de los tres primeros preceptos, al estar –como muchos estamos– en prisión domiciliaria.

Con el cuarto no habría problemas. Pero, ¿con el quinto?

Veamos. Tal como se encuentra en el Catecismo, el último de los preceptos eclesiales remite al Código de Derecho Canónico (CIC) donde se lee:

“Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el conveniente sustento de los ministros (CIC, 222 § 1).

Y, es verdad que muchos buenos sacerdotes no han dejado de confesar o administrar la comunión a quienes se la han pedido en sus templos, ni han dejado de circular por las calles con el debido permiso de los gobiernos, ni de hacer obras de caridad o celebrar misa en privado. Y esto debe ser tenido en cuenta, como ha dicho ayer el Papa Francisco: «el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los sacramentos. Siempre».

Inquietud de los católicos

Sin embargo, la pregunta comprensible de algunos católicos es:

“Dado que se nos ha exceptuado de ir a Misa, confesar, comulgar y bautizar a nuestros hijos, ¿no estaremos también exceptuados del quinto precepto de la Iglesia al vernos impedidos de la recepción de los sacramentos?”.

Y la inquietud no es menor, sobre todo cuando algunos clérigos, yendo incluso más allá de las normas que sus propios obispos han planteado, han decidido atender (en el mejor de los casos) sólo los casos urgentes, dejando de lado el discernimiento de sus fieles para decir qué es o no “urgente” y –dicen algunos– olvidando que “la primera ley de la Iglesia es la salvación de las almas” (c. 1752 del CIC).

Otros -no sin cierta dosis de picardía- han planteado que el quinto mandamiento de la Iglesia debería ser reemplazado por el siguiente precepto paulino: “el que no trabaja que no coma” (2 Tes 3,10), ayudando sólo a quienes cumplen su ministerio ateniéndose a la ley de la Iglesia.

Eso sí; siempre tomando las profilácticas medidas del caso, claro está.

¿Será que en tiempos de la “teología del pueblo” vox populi sigue siendo vox Dei?

Que no te la cuenten…

Escrito por: P. Javier Olivera Ravasi, vía InfoCatólica.

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