Testimonio muy personal sobre la adicción a las drogas y la fe
Me contactó un conocido de hace varios años y me pidió contar algo muy personal de su vida. Es por eso que el relato se publica sin nombre pero con mucha sinceridad. Muchas gracias por el testimonio.
ANÓNIMO:
Deseo compartir brevemente sobre mi pasado con las drogas, sobre mi recuperación y también sobre cómo mi práctica religiosa encaja en medio de esa historia.
Soy un joven de una ciudad del interior del país. Comencé a beber alcohol y a consumir otras drogas en mi adolescencia. Al principio estas me dieron algo que siempre me había “faltado”: confianza y “valor” para relacionarme con los demás, especialmente con las chicas. Poco a poco, sin embargo, y a medida que iba consumiendo más cantidad y variedad de drogas, me volví una persona aislada y solitaria. Todo se iba por un barranco: mis estudios, mis trabajos, mis vínculos familiares y de amistad y también el noviazgo. Al final solamente me interesaban las drogas.
Por momentos me acordaba de Dios. No había tenido una formación religiosa de niño, salvo el ejemplo de algunas tías y mis abuelas. Pero estaba estudiando en una Universidad católica y las clases de teología me llevaban a hacerme preguntas. En mi desesperación pedí a Dios que me mostrara el camino para mejorar.
Me acerqué entonces a una parroquia. Comencé un catecumenado que me llevó a recibir la primera Comunión y la Confirmación. Sin embargo, aunque pensaba que la práctica religiosa iba a bastarme para salir de las drogas, no lograba detenerme del todo y tenía frecuentes recaídas. Entonces una persona de la Iglesia me recomendó los Grupos de 12 Pasos. Así llegué a Narcóticos Anónimos (NA), en marzo de 2006, mientras vivía en la ciudad de Buenos Aires.
La primera reunión a la que fui funcionaba en una parroquia. De todas formas, vi que la práctica religiosa no era requisito para participar en las mismas, por lo que había miembros de otras religiones o que no practicaban ningún culto. Entendí que otros, que habían pasado por lo mismo que yo había pasado, podían ayudarme con su experiencia como nadie más podía. Se trataba del lenguaje de la identificación.
Comprendí también que la adicción es una enfermedad que necesito tratar de una manera especial. No he tocado ninguna droga en muchos años, y esto incluye el alcohol. Asisto a reuniones de NA en parroquias, sinagogas, templos evangélicos, sociedades de fomento y hospitales. Se trata de un programa espiritual, no religioso.
Hoy vivo de vuelta en mi ciudad de origen. Sigo viviendo mi fe de manera activa, yendo a misa, confesándome y participando de actividades en mi parroquia. Y también sigo yendo a las reuniones de Narcóticos Anónimos, entendiendo que son éstas las que me permiten mantener día a día mi abstinencia, mi recuperación y la nueva forma de vida que he encontrado, que es mucho mejor que la que tenía antes. Llevo una vida digna y soy un miembro productivo y alegre de la sociedad.
Hoy entiendo que, aun con mi pasado de muchos excesos, también estoy llamado a ser santo. Ojalá que mi experiencia puede servir a otros que aun están sufriendo.
Publicado por Elías Cisternas en su blog
Vía: Aleteia