¿Puede Stranger things cuestionarnos sobre el propósito de nuestra vida? Esto es lo que yo pensé…
Henry, Vecna, Uno… distintos nombres que nos hablan del temible villano -protagonizado por el actor Jamie Campbell Bower-, de la exitosa serie Stranger Things, en donde un grupo de niños combaten contra el mal en un mundo alternativo.
En la escena que compartimos, perteneciente a uno de los capítulos de la cuarta temporada de Stranger Things, Uno mantiene un diálogo revelador con Once -interpretado por la actriz Millie Bobby Brown-, uno de los personajes claves de la serie en la lucha contra el mal. A partir de este video quisiera reflexionar -escuetamente- acerca del sentido de la vida.
*Este artículo contiene spoilers de la destacada serie Stranger Things.
En su discurso, Uno presenta al ser humano como la «plaga», la «peste», la «copia» de unos con otros y al mundo como «cruel y opresivo, dictado por reglas inventadas».
Un mundo que «rompe la armonía», en donde simplemente «cada vida es una copia descolorida de la anterior (…)». Donde el ser humano simplemente nace, trabaja, se reproduce y muere. Es decir, el hombre deja de vivir para simplemente existir.
Stranger things y un mundo igual de extraño
Pensemos juntos… ¿cuántos Vecnas habrá conocido la historia de la humanidad? ¿Cuántos Unos se encuentran en esta vida, con quienes quizás hasta compartimos el día a día? ¿Cuántos Henrys vemos en la calle?
Personas que viven en piloto automático, sin una razón por la cual levantarse a la mañana, sin un propósito, pensando que el ser humano no tiene remedio, que ya no hay esperanza, que nada va a cambiar… ¿Cuántas veces yo también fui Uno?…
Cuando el dolor, la tristeza, el sufrimiento o las injusticias tocan la puerta de nuestra vida, tenemos dos opciones. Podemos quedarnos con ellos y hacernos mejores amigos, dejando que se enraícen en nuestro ser y nos dirijan las acciones que realicemos día a día. O aceptarlas, trabajarlas, sanarlas, y buscar ayuda para que no sea la oscuridad la que no guíe, sino la plenitud de hijos de Dios.
Porque esa es nuestra verdadera identidad: somos hijos muy amados de Dios. «Ante mis ojos tú eres grandemente estimado y digno de honra» (Isaías 43:4).
Y tú, ¿vives una vida con propósito?
Uno nos cuenta el sufrimiento que experimentó y el camino que eligió tomar para «librarse» de ese estado de dolor. Pero… ¿lo logró? Pensemos juntos nuevamente: partiendo de la idea de que todos somos seres heridos, en mayor o menor medida, ¿qué haces con tu dolor?, ¿cómo llenas tus vacíos?
Cuando te levantas por las mañanas, ¿te levantas feliz, entusiasmado, con un propósito? ¿O pones piloto en automático hasta que la luna vuelva a salir? ¿A dónde, en qué o en quién tienes puestas tus esperanzas?
Si te sientes así, quiero darte una buena noticia… bueno, dos buenas noticias. La primera, Dios te entiende y siempre te acompaña. La segunda, esa guerra ya está ganada, porque Dios la ganó por ti en la Cruz.
Estamos llamados a una vida nueva
Muchas veces vivimos como si Jesús nunca hubiera venido. Creemos lo que nos dice la Biblia, el magisterio de la Iglesia, la vida de los santos. Pero cuando toca aplicarlo a nuestra vida, esa creencia desaparece y nos gana la desesperanza.
«El Reino de Dios está cerca» significa que ya está en medio nuestro. ¡Aprovechémoslo! Saquémosle jugo a nuestra fe. Dios nos quiere felices y plenos, y nos enseña el camino. Un camino que Él mismo transitó y experimentó.
Muchas cosas en esta vida nos dan felicidad, pero la verdadera plenitud solo la podemos encontrar en quien nos creó, porque solo Cristo revela al hombre la vocación al amor. Dice el Catecismo en el Nº 27:
«El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar».
¿Sabes quién eres?
Piensa, ¿qué te hace sentir más vivo?, ¿cuándo sientes que eres más tú?, ¿qué dones y talentos los demás resaltan de ti? Presta atención a tus virtudes y no engrandezcas tus defectos, porque el mundo y el enemigo te hará pensar que eso te define, cuando no es así.
Cuando tengas esos pensamientos, medita estas frases:
«No somos la suma de nuestras debilidades y fracasos, sino la suma del amor del Padre a nosotros y de nuestra capacidad real de llegar a ser imagen de su Hijo», san Juan Pablo II.
«Consulta no a tus miedos, sino a tus esperanzas y tus sueños. No pienses en tus frustraciones, sino en tu potencial incumplido. Preocúpate no en lo que has intentado y fracasado, sino en lo que todavía puedes hacer y lograr», san Juan XXIII.
«Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de paz y no de mal, a fin de darles un porvenir y una esperanza» (Jeremías 29:11).
Todos y cada uno de nosotros somos importantes en este mundo. Tenemos una razón de ser y estar en esta época. Estamos llamados a dejar huellas en los corazones de los demás, alimentando su valor y sus ganas de vivir. Porque la gloria de Dios consiste en que el hombre viva.
Te dejo una última frase:
«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en el vivamente», san Juan Pablo II.
Escrito por: Ailín Fessler, vía Catholic-Link.
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