Compartir:

Conoce cómo detener frenos y prejuicios en torno al don de la hospitalidad y hacer de tu hogar un ambiente confortable para invitados.

Superar 4 inseguridades frecuentes acerca de tener invitados…

Es posible, por supuesto, que no puedas invitar a la gente. Tal vez estés viviendo como invitada en la casa de otra persona, o estés viviendo con alguien cuyas necesidades hacen que sea imposible tener compañía. Es un tipo diferente de cruz que ames tener a gente de visita y no poder hacerlo a causa de personas con las que vives. Si ese es el caso, espera, porque algún día eso probablemente cambiará al igual que las inseguridades.

La mayoría de nosotros podemos invitar a personas a nuestra casa. Es solo que nuestras inseguridades nos frenan.

 

 

Consejos para recibir invitados en casa

Así que aquí hay algunas maneras de pensar de manera diferente acerca de tener invitados y algunas estrategias para dejar de lado las inseguridades que nos frenan.

“MI CASA NO ES LO SUFICIENTEMENTE BONITA”

¿Tienes un lugar para vivir? No importa si es un estudio o una mansión de cuatro pisos. Si puedes vivir en él, está bien invitar a la gente. A menos que actualmente estés pasando por un proceso de restauración para eliminar el moho o el lugar esté invadido por roedores, puedes hacerlo sin preocupaciones.

Las cosas que tú ves como obstáculos para hospedar son probablemente más grandes en tu mente que en la vida real.

MOSTRARTE COMO ERES TE HACE GRANDE

Invitar a alguien a tu espacio, especialmente a alguien que no conoces bien, requiere mucha vulnerabilidad de tu parte. Compartir tu hogar con alguien durante una hora o tres implica compartir más de ti mismo de lo que lo harías en un lugar público. Y esa vulnerabilidad es un regalo que te ennoblece y bendice a quien lo recibe.

“NO SOY UNA BUENA COCINERA O ANIMADORA”

Tu mayor esfuerzo es lo que hace que valga la pena, normalmente la gente no se fija en eso, al contrario aprecian que los invites y que puedas compartir lo que tienes con ellos por medio de tus dones.

Concéntrate en tus fortalezas y considera cómo puedes servir a aquellos a quienes invitas. La hospitalidad es una forma de amar y servir a los demás. Y cuanto más te concentres en ayudarlos a sentirse cómodos, menos tiempo tendrás para considerar tus propios defectos, ya sean reales o imaginarios.

“¿POR QUÉ ELEGIRÍAN VENIR DE ENTRE TODAS LAS OPCIONES QUE TIENEN?”

Tu invitación podría significar el mundo para alguien. Nunca se sabe quién necesita o quiere esa invitación. Los seres humanos fueron hechos para la comunión, con Dios y entre sí. Entonces, todos necesitamos estar con personas.

Extender una invitación, especialmente a alguien que no conoces bien, requiere vulnerabilidad. También requiere que seas desinteresado y dejes ir el resultado.

Aunque no siempre podrán aceptar tu invitación, ya sea porque tienen algún compromiso, estén enfermos o tengan algunas otras ocupaciones, no permitas que eso sea un inconveniente para cerrar las puertas de tu casa, al contrario puede surgir otra mejor oportunidad.

Al fin y al cabo, la hospitalidad es una forma de ser Cristo para los demás. Compartir una comida y conocer a alguien nuevo es una forma de amarlo. ¡Ten valor e invita!

 

 

Escrito por: Cecilia Pigg, vía Aleteia.

 

Compartir: