Este año, cerca de 100.000 mujeres se convertirán en madres de niños con discapacidades. ¿Alguna vez se ha preguntado cómo elige Dios a las que serán madres de niños con discapacidades?
Yo también me lo he preguntado. Y a veces me imagino a Dios cerniéndose sobre la tierra para elegir a las artífices de su amor con el mayor de los cuidados y el más fino discernimiento.
Él observa y Él dicta las instrucciones a los ángeles que lo acompañan y las apuntan en un inmenso registro.
“LÓPEZ, Matías, hijo. Santo patrono: san Matías”.
“MORUNO, Cecilia, hija. Santa patrona: santa Cecilia”.
Luego cita otro nombre y, con una sonrisa, le dice a uno de sus ángeles: “Dale a un niño con discapacidad”.
El ángel pregunta intrigado. “¿Por qué ella, Señor? ¡Se la ve tan feliz!”. “Precisamente por eso”, responde Dios. “¿Por qué iba a dar un niño con discapacidad a una madre que no conoce la alegría de la vida, que no sabe reír ni sonreír? ¡Sería demasiado cruel para el niño!”.
“Es verdad, sería cruel, pero ¿crees que ella tendrá suficiente paciencia?”, insiste inquieto el ángel.
“No quiero que tenga demasiada paciencia, si no terminará por rendirse, se ahogará en un océano de desesperación y nunca dejará de sentir lástima de sí misma. Ya verás, una vez pasado el primer impacto por la noticia de la discapacidad, se recuperará rápidamente. Ayer la estuve observando, tiene un cierto sentido de orgullo e independencia que es tan raro como necesario en una madre. Ya sabes, el niño que voy a enviarle vive en su propio mundo. Ella tendrá que hacer lo necesario para traerlo al suyo, y no va a ser fácil. Pero yo velaré por ella todos los días”.
“Ella es realmente perfecta. Tiene la suficiente autoestima como para conseguirlo”.
Entonces se sobresalta el ángel: “Y esto del amor propio, ¿es una virtud?”. Dios asintió.
“Si ella no puede separarse del niño de vez en cuando no sobrevivirá. Sí, he aquí una mujer a la que voy a hacerle el favor de darle un niño imperfecto. No se da cuenta todavía, pero tiene suerte. Nunca dará nada por sentado. Nada volverá a ser banal ni ordinario para ella. Cuando su hijo le diga “mamá” por primera vez, para ella será como asistir a un milagro. Cuando describa un árbol o una puesta de sol a su hijo ciego, ella verá mi creación como muy pocas personas la han visto. Voy a permitir que ella vea con claridad las cosas como yo las veo: la ignorancia, la crueldad, los prejuicios… y voy a permitirle que se eleve por encima de todo eso. Ella jamás estará sola. Yo estaré a su lado cada minuto de su vida, porque va a hacer mi trabajo tan bien como si estuviera aquí a mi lado”.
“¿Y qué hay de su santa patrona?”, pregunta el ángel. Dios sonríe. “Un espejo será suficiente”.
Vía: Aleteia