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Por María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
orientar.tuvida@gmail.com
La soledad es un momento de
recogimiento interior que nos
transforma y aumenta la paz. No es un
lujo sino una necesidad y un antídoto
para el agotamiento.

 

¿Dónde estoy poniendo mi energía? ¿Debo rehacer mi listado de prioridades? ¿Avanzo según la corriente de la libre demanda del día?  Parece impensable para una madre lograr un momento de soledad en el día, sobre todo cuando se tiene hijos pequeños. La mayor parte de las horas transcurren entre ellos, si los estamos criando nosotras mismas, o entre el trabajo y la combinación de las responsabilidades en el hogar y fuera de este.

Hoy vivimos con exceso de opciones en todos los sentidos, desde la tecnología que llevamos en la palma de la mano y las dietas, hasta las capacitaciones que podríamos recibir online sin salir de nuestra casa. Nunca alcanzaremos a cubrir todo lo que existe sobre aquello que nos gustaría conocer, hacer o tener.
A veces, simplemente nos dejamos llevar por el instante y el cauce que nos marcan los demás, los avances tecnológicos, las fotos por ver, los chats por contestar, los proyectos por iniciar y terminar. Siempre
inconclusas.

Las madres solemos reflejar contrariedad y “súper ocupaciones”. Nos da miedo estar desocupadas. Si todo el mundo está corriendo con mil cosas ¡por qué yo no! Algunas llenan sus horas con actividades en las que siempre están rodeadas de gente. Nos aterra pensar en la soledad, porque no hemos reparado en sus beneficios.

Muchas veces, nuestro humor y salud se resienten y reclaman luego, a manera de enfermedad, malgenio o malestar, aquello que es excesivo a causa de un estilo de vida frenético.

Las madres solemos reflejar
contrariedad y “súper
ocupaciones”. Nos da miedo estar
desocupadas. Si todo el mundo
está corriendo con mil cosas ¡por
qué yo no!

Busca el lugar indicado

La mayoría de nosotras olvidamos reservar tiempos para la soledad creyendo que es egoísta pasar tiempo con nosotras mismas, sin saber que hacerlo diariamente es parte del equilibrio que debemos incluir en el día para ser más sensibles, mejores personas, espíritus renovados y fuentes de amor para quienes nos rodean.

Hacemos cosas de lo que se supone que otros esperan de nosotras, cuando en realidad muchas serían innecesarias y podríamos eliminarlas de nuestra agenda viviendo de forma más auténtica.
La energía es un elemento que se agota y debe renovarse para que nos dé impulso. Debemos medir su desgaste, siendo “tacaños” para no invertirla inútilmente robándonos, a nosotras mismas y a quienes amamos, ese recurso del que dependemos para mantenernos alegres y vitales. Por ello, separarse un rato al día hace que nos conectemos interiormente y eso nos vuelve más agradables y capaces de centrarnos en lo que es realmente importante.
La soledad puede buscarse en pequeños momentos: en el auto, mientras esperamos que un hijo termine un entrenamiento, en un jardín que bien puede ser una pequeña terraza, en la ducha o inclusive en la oficina, o un momento visitando el santísimo en la iglesia del barrio. Mientras más evitemos la soledad más frías seremos con nosotros mismas, menos contactadas con nuestros pensamientos y sentimientos estaremos.

Sabemos que tenemos que hacer muchas cosas y no podemos negar que necesitamos hacerlas, pero cada una en su momento, para disfrutar intensamente cada instante y no ver la vida como una película en la que no fuimos las protagonistas. A obtener tiempo de donde sea para tener un rato de deliciosa y renovadora soledad.

Las ventajas de la soledad

• Ponernos solas frente a nosotras mismas enfrentándonos a nuestra propia compañía.
• Sanar viejas heridas que observamos con distancia para evaluarlas de forma más serena y madura.
• Recibir una paz que no se obtiene en la conexión interminable de sucesos diarios y tecnológicos.
• Saber lo que queremos o sentimos de aspectos que no habíamos podido reflexionar con la bulla.
• Meditar u orar explorando nuestros pensamientos y sentimientos genuinos.
• Armonizar la vida con el dolor que todos tenemos en alguna parte de nuestra existencia y encontrar luces para afrontarlos mejor.
• Mejorar la relación familiar.

Tomado del libro de Meg Meeker.
Los 10 hábitos de las madres felices.

 

Algunas ideas prácticas para encontrar la soledad en el día

• Empezar el día con una oración o meditación.
• Leer en paz y temporalmente desconectada de la tecnología.
• Ir a la iglesia.
• Anotar la agenda solo de ese día y que tiene prioridad sobre las demás.
• Retirarse un momento, físicamente, a cualquier lugar aunque sea dentro de casa.
• Buscar un rincón propio que sea el espacio del retiro.
• Rechazar, sin sentir cargo de conciencia, aquello que sea una presión externa, insana.
• Alejarse de aparatos tecnológicos en algún momento del día.
• Dominar los pensamientos erróneos que culpabilizan por todo lo que quisiera hacer y no alcanzó o logró por cualquier otro motivo.

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