Sí, tus acciones (buenas o malas) repercuten en los demás. ¡Un emotivo video para reflexionar y recordarlo! ¡Lee y comparte!
¿Has pensado en algún momento que tus propios esfuerzos, están íntimamente unidos a los de las demás personas? Es normal que transitemos por la vida pensando en nuestro propio «mundo».
Esto ocurre porque nuestra mente nos lleva a posarnos en dificultades, tareas, responsabilidades, temas a resolver, sucesos, recuerdos, heridas propias… para poner todo en orden.
Pero esta realidad nos lleva a alejarnos de los demás, a pensar solo en nosotros y dejar de lado una realidad sumamente importante: nuestras acciones personales tienen una dimensión absolutamente social.
Quisiera por esto, compartir contigo un video de MTN Group. Te invito a verlo no solo desde la dimensión de la pandemia, sino del esfuerzo individual que conlleva al bien común.
Mis acciones, buenas o malas, repercuten en los demás
Algunas veces, mejor, demasiadas veces, pensamos solo en nosotros mismos. Como si no supiéramos lo importante de la comunión intangible, aquella que conocemos como fraternidad esencial.
Si supiéramos que nuestros esfuerzos, nuestras luchas por alcanzar la santidad también afectan las luchas y los sueños de otros por un futuro mejor, el mejor de los futuros.
El video nos permite descubrir esa responsabilidad social que nos ayuda a ver cómo nuestros pequeños actos afectan bien o mal a todos los que nos rodean.
¿Qué pasaría si antes de actuar pensáramos en las repercusiones?
No solo en las menores, sino en todas las que tiene sobre la vida de los demás. ¿Será que replantearíamos o hasta abandonaríamos esas aciones?
Esto es algo que debe llamarnos fuertemente la atención, la mete nos juega la mala pasada de siempre pensar en si nuestros actos son buenos o malos, pero solo para nosotros mismos…
Te invito a cambiar ese chip individual y cambiarlo por el comunitario-fraterno, pensar en lo que mis actos significan para los demás.
«Nadie se salva solo»
Una frase bastante llamativa de las ultimas reflexiones del papa Francisco es: «Nadie se salva solo». Lo que nos remite a una realidad de fe cristiana, la santidad se alcanza en comunidad.
Esto lo vemos repetidamente en las biografías de los santos, en las que encontramos santos rodeados de santos, hijos y padres, religiosos y directores espirituales…
Pero si vamos a las historias de los grandes asesinos o delincuentes, ¡oh sorpresa!, también se rodeaban de abusadores, maltratadores… Claro está, sin generalizar, pero sí encontramos cierta influencia importante en estas realidades.
Pensemos en las acciones de Jesús
Si vamos a los Evangelios, lo vemos acercarse a un enfermo ¡y tocarlo! Podríamos decir que esta acción lo haría impuro, pero esto no pasa, Él es la pureza misma.
Por lo que el bien, que tiene más fuerza que el mismo mal, la destruye y cura con el amor y la misericordia, regresando a esa persona al calor de su comunidad.
¿Has pensado en tu proceso de conversión como el proceso que mueve la conversión de quien tienes a tu lado?
Algo básico de nuestra fe: el testimonio de vida. Como el cristiano no decide entre lo bueno y lo malo, sino entre lo bueno y lo mejor, es importante que no olvidemos que nuestros pasos son huellas para los pasos de otros.
Lo que nos otorga mayor responsabilidad, ¡tu santidad hace santos a los demás! ¿Lo habías pensado?, ¿qué ejemplo le estás dando a los que te rodean?
Si logramos cambiar nuestro chip y reconocemos esta realidad, créeme, el mundo será cada vez un mejor lugar, o como dirá el Evangelio, el Reino de Dios (Jesús) está entre (en) nosotros.
Escrito por: Mauricio Montoya, vía Catholic-Link.
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