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Es importante que los enamorados, novios, parejas y esposos tengan claro que un buen amor trae paz y no conflictos.

El amor es algo complicado, pero “complicado” no como sinónimo de “conflicto”, sino como implicatura de renuncia, entrega, perseverancia, lealtad, vulnerabilidad, construcción y decisión. Así entendido el conflicto trae como fruto un estado de paz que parte de intenciones sanas, genuinas y se da en un contexto de reciprocidad.

 

 

Amar no siempre es fácil

Amar, a veces, se siente como una fuerza innegable, irrompible y lineal hacia una visión clara. Otras, es maleable, cuestionable y flexible. Es ese tesoro que se encuentra dentro y entre innegables obstáculos externos y circunstancias internas. Habla de quienes somos porque somos lo que damos. Entonces, amar siempre nos pone en un punto de inflexión. Nuestra labor como verdaderos amantes es procurar que de ese punto de inflexión comience un camino exponencial de crecimiento para que el desenlace no sea una pendiente negativa.

“Conflicto”, en primer lugar, puede ser entendido como “oportunidad”. Es la forma más intensa de resolver las contradicciones de intereses, de objetivos, de puntos de vista, que se producen en el proceso de interacción en una relación. En esta instancia, se evidencia el nivel de madurez de la pareja, cuando tenemos que renunciar a nuestros impulsos y emociones para pensar en el bien del crecimiento, cuando es necesario filtrar los sentimientos que afloran del alma para priorizar el razonamiento de nuestra mente en proyección a la construcción de la relación.

En nuestra mente radica el pensamiento, el razonamiento, el argumento, la justificación, las ideas, la creatividad, la resolución de problemas. Por lo tanto, coincidir en la mente no se trata de pensar de la misma forma, se trata de que los pensamientos del otro no entren en conflicto con los míos. Se trata de que el propósito de uno no pisotee al del compañero. Se trata de poder construir complementándose y no boicoteándose.

 

 

Una armonía que requiere trabajo

Cuando “conflicto” implica una situación en la cual ambas partes entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, se pierde la visión de la causa que es el acuerdo y el bien común. Reducimos la relación a, orgullosamente, ganar razones, pasando por encima de los límites morales. Así, se arrolla la dignidad y la autoestima de la otra persona con acciones individualistas que dañan a quien decimos amar.

Estos son síntomas de un punto de inflexión que da inicio a una caída libre. Por ende, el “conflicto” experimentado roba la paz y, cuando no triunfa la paz, no triunfa el amor. El libro más sabio de la historia, La Biblia, dice:

El amor es paciente, el amor es bondadoso, el amor no es celoso, ni orgulloso ni ofensivo, el amor no pretende que las cosas se hagan solamente a su manera. No se irrita, ni lleva una lista de las ofensas recibidas. El amor no se alegra cuando hay injusticia, se alegra cuando triunfa la verdad. Nunca se da por vencido, más bien se mantiene firme ante toda circunstancia. (1 Co 13, 4-8).

Menos que eso, no permitas.

 

 

Negociables y no-negociables

Los parámetros fundamentales que tenemos para discernir qué tipos de conflicto harán crecer la relación y cuáles son los conflictos-síntoma para tomar decisiones radicales para salir de ella, son nuestros valores, es decir nuestras creencias y convicciones. Gracias a nuestros valores, tomamos decisiones y regimos nuestras acciones: esta es la parte a la que yo llamo innegociable.

Vamos a tener que ceder en muchas áreas por amor a la otra persona. Ceder se trata de entregar y renunciar por amor. Podemos tener muchas diferencias: ello no implica que lleven al fracaso a la relación, pero en el campo de los valores las diferencias son inadmisibles. Si los de uno van a chocar con los del otro, ahí no es. En esta instancia, el vínculo contrapone “conflicto” a “paz”.

¿Paz en la relación?

Experimentar paz en una relación no significa una vida color de rosa, ni que estén de acuerdo en todo. Supone que, ante el conflicto, prime la buena comunicación, es decir se priorice la confianza, la honestidad y el respeto mutuo. Implica sentirse cómodo y libre con la otra persona, sin miedo a expresar sus pensamientos, valores y directrices.

El conflicto así entendido no es malo. Por el contrario, lo malo es no saber gestionarlo adecuadamente. Se comienza por escuchar, aceptar las diferencias y entender lo que el compañero me quiere transmitir. Es necesario aprender a interpretar los conflictos como transiciones hacia un nuevo nivel de amor a conquistar.

Para concluir, involucrarse con alguien es una decisión que debemos pensar, y no tomarlo a la ligera. ¡Amar es un compromiso, implica responsabilidad y es una determinación que exige madurez!

Finalizamos con una cita de Barbara Angelsis: “Las relaciones no funcionan por una de las dos razones siguientes: estás con la persona adecuada pero la amas de forma equivocada o, directamente estás con la persona equivocada.” ¿Deseas una relación donde prime la paz? Tomate el tiempo para cultivar el amor todos los días.

No entres en conflicto por posturas, por aquello que pretende robarte el amor que has conquistado, es decir por nuestros propios impulsos; por egoísmo, orgullo, altivez, falta de madurez emocional. Que cada conflicto que se presente sea un desafío para conquistar un nuevo nivel de amor y compromiso. Fuera de eso, no hay conflicto que valga un estado de intranquilidad, dolor y guerra. Que el amor sea tu meta más alta. Se trata de buscar tanto el bien común que uno se entrega por completo.

 

 

Escrito por: Pepy Echeverría, Docente (profesora de matemática) y Especialista en Sex Coaching. Coordinadora de la Fundación “Impulsando Vida” y Preventora de abuso sexual infantil. Vía amafuerte.com

 

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