Uno de los grandes temores que tienen las familias que lidian con un familiar que sufre de demencia, es que este escape de casa.
Es una situación muy temida: una persona con demencia sale de la casa sin ser vista, pierde la orientación por el camino y ya no puede encontrar el camino de regreso. ¿Cómo pueden los familiares proteger a sus seres queridos enfermos?
En realidad, no se trata de huir o de escapar. Las personas con demencia que «se escapan» suelen tener en mente un objetivo concreto. Puede ser que quieran buscar a su hijo -ya un adulto- de la guardería, hacer compras importantes o encontrarse a tomar el té con una amiga que murió hace años.
Para las personas con demencia, estos compromisos y obligaciones son percibidos como reales. Por eso salen de su hogar, a veces incluso a medio vestir. Una vez en la calle, pierden el sentido de la orientación y ya no encuentran la manera de volver a casa.
Estos casos no siempre terminan bien. «Y el riesgo de que este tipo de situaciones se repita es alto», afirma el profesor alemán Oliver Peters, quien dirige el sector de medicina geriátrica en la Clínica de Psiquiatría y Psicoterapia del hospital Charité de Berlín.
«La necesidad de moverse suele aparecer en determinados momentos del día», explica el neurólogo Michael Lorrain, presidente de la junta directiva de la Iniciativa de Investigación sobre el Alzheimer (AFI, por sus siglas en alemán).
Según explica, el periodo que va entre las 17 y las 19 horas es especialmente crítico, las personas con demencia avanzada suelen sentirse especialmente inquietas en este horario.
Alteraciones en el sueño y la demencia
Dado que muchos afectados sufren alteraciones en el sueño, puede que también sientan ganas de levantarse y salir de casa por las noches. «El impulso de moverse suele estar acompañado por una falta de inhibición», explica Peters.
Esta falta de inhibición puede llevar a que los afectados salgan a caminar por la calle en pijama o camisón, por ejemplo. «Y si hay poca iluminación en la calle, corren grandes riesgos de ser víctimas de un accidente de tránsito grave», señala el médico del hospital Charité.
Consejos para las familias con familiar con demencia
Para los familiares de personas con demencia, esta situación no es nada fácil. La sola idea de que a la persona afectada le pueda pasar algo les genera miedo y preocupación. ¿Qué hacer entonces? ¿Cerrar mejor puertas y ventanas?
«Eso no es buena idea», advierte Lorrain. Lo más probable, según dice, es que los afectados reaccionen con pánico o con agresividad si se sienten encerrados.
En vez de cerrar una puerta con llave, se puede girar el picaporte a posición vertical, de manera que no se pueda abrir tan fácilmente. O instalar en la puerta un mecanismo por el cual esta solo puede abrirse con una combinación de números, por ejemplo. «De esta forma, es prácticamente imposible que la persona con demencia abandone la casa sin que uno se entere», señala Peters.
Otra opción es colocar una especie de alarma en la puerta de calle, aunque esta opción es comparativamente más costosa. «Más barato e igual de efectivo puede ser colocar en la puerta campanitas o móviles que hacen ruido cuando se mueven», dice Lorrain.
El neurólogo y experto en Alzheimer conoce un truco aún más fácil: «Esconder los zapatos». Según afirma, la mayoría de las personas no sale descalza a la calle.
Sin embargo, en líneas generales, Lorrain recomienda: «Los familiares no deberían modificar muchas cosas en la casa». En su opinión, esto genera ansiedad en las personas con demencia.
Por eso también recomienda que, si es necesario emprender una mudanza por la enfermedad del paciente, esta se haga en un estadio temprano de la demencia. Más tarde, según explica, es mucho más difícil para estos pacientes ubicarse en su nuevo hogar.
Otras estrategias a considerar
Otra opción técnica para proteger a las personas con demencia es proveerlas de un pequeño transmisor que emite una señal cuando estas traspasan cierto ámbito, despertando la atención de los familiares o cuidadores.
Este pequeño transmisor o chip puede estar oculto en una pulsera, un collar o un cinturón. Además, este chip permite encontrar por GPS a la persona afectada en caso de que haya abandonado su casa y no se sepa dónde se encuentra.
Para esto existen dos posibilidades: la localización puede programarse de forma de que pueda ser seguida por los familiares a través de un PC o del teléfono móvil, o de modo que sea asumida por una central de llamados de emergencia.
En todo caso, estos sistemas de localización representan una intervención en los derechos de las personas con demencia. Por eso solo es posible hacer uso de estos dispositivos si la persona afectada está de acuerdo con ello. Se trata de un tema delicado: ¿hasta dónde llega la protección y dónde empieza la vigilancia?
Si el afectado o los familiares no están de acuerdo en hacer uso de un recurso así, al menos sería bueno colocar un cartelito con información en los abrigos y bolsillos de la persona con demencia para el caso de que se escape y pierda.
«Además del nombre y la dirección de la persona y de los familiares, también debe figurar un número de emergencias», explica Lorrain. De esta forma, otras personas pueden contactar a los parientes o llevar al paciente de regreso a su casa.
Los familiares de la persona con demencia también pueden pedir a vecinos o gente que trabaja en negocios cercanos que estén atentos y den aviso si ven al afectado vagar por las calles con aspecto de estar desorientado.
Escrito por: Sabine Meuter, vía (dpa).
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