Conociendo más a fondo a Santa Gianna Beretta, su rol de esposa, su vida en familia y los buenos ejemplos que nos dejó a nosotros.
“Dios no sueña solo, busca hacerlo todo “con nosotros”. El sueño de Dios se sigue realizando en los sueños de muchas parejas que se animan a hacer de su vida una familia. La familia es el símbolo vivo del proyecto amoroso que un día el Padre soñó. Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él…”, (Papa Francisco).
En el matrimonio los contrayentes se han manifestado unas palabras irrevocables: “Yo me entrego a Ti y prometo serte fiel…”. Esas promesas que se hacen el uno al otro son también promesas que realizan ambos ante Dios. Mediante un acto generoso los esposos se prometen un amor para siempre. Y Dios también les ofrece su ayuda para siempre. Se trata, entonces, de un “Sí te quiero a ti, esposo/a” y un “Sí que quiero todo lo que Dios promete y exige”.
En el día de la boda pareciera que Dios firmase en blanco, ante todas las ayudas que los contrayentes le soliciten, para cualquier necesitad que se les presentase, para ayudarles —en definitiva— a ser unos buenos esposos y padres. Y, cabe recalcar: ¡a Dios nunca se le acaban los fondos! La lógica y la donación que Dios nos hace es siempre sobreabundante. Por ello, casarse en el Señor es, además de una gran alegría, una gran suerte. Toda la riqueza de Dios, su amor, su poder, su ayuda fiel… a la disposición plena de los nuevos esposos.
El matrimonio es una realidad santa
Pietro y Gianna reconocieron que el matrimonio es una realidad santa, que venía de Dios y a Dios llevaba. Se casaron junto con el deseo de hacer de su hogar un Cenáculo en donde reinase Jesús. Con el deseo de querer ser fieles colaboradores de Dios en la creación. Con el deseo de santificarse y ayudar a santificar al otro en su vida matrimonial. Sabían que se aproximaban a dar un paso muy grande. Por ello, los días más cercanos al matrimonio se prepararon con una oración más intensa. Así lo recuerda Pietro en una carta para Gianna:
Me escribiste el 04 de septiembre: “Faltan solo veinte días y después… ¡soy Gianna Molla! ¿Qué dirías si para prepararnos espiritualmente para recibir este Sacramento hiciésemos un Triduo? En los días 21, 22, 23, Santa Misa y Santa Comunión, tú en Puente Nuevo, yo en el Santuario de la Asunta. La Virgen unirá nuestras oraciones, deseos y, porque la unión hace la fuerza, Jesús no puede no escucharnos y ayudarnos. Estoy segura que dirás que sí y te lo agradezco”. E hicimos el triduo.
El 13 de septiembre me escribiste cómo tú deseabas formar nuestra nueva familia y cómo sentías el Sacramento del Matrimonio: “Con la ayuda y bendición de Dios haremos de todo para que nuestra nueva familia llegue a ser un pequeño Cenáculo donde Jesús reine sobre todos nuestros afectos, deseos y acciones. Pietro mío, faltan pocos días y me siento tan conmovida al acercarme a recibir el sacramento del Amor. Nos transformamos en colaboradores de Dios en la creación, podemos así darle a Él hijos que lo amen y lo sirvan”.
Petro y Gianna: el comienzo de una vida nueva
Pietro y Gianna consideraban al matrimonio como el regalo más hermoso que Dios les podía conceder. Tenían el deseo y el propósito de vivirlo plenamente, en sentido cristiano. Sabían muy bien que es con la bendición del Cielo como su amor se haría fuerte y puro. Escribía Pietro el 10 de septiembre de 1955, a pocos días antes de su alianza matrimonial:
“Gianna, quiero ser el marido que soñabas en tus mejores sueños y deseabas en tus deseos más gozosos y santos, el marido digno de tus virtudes, de tu bondad y de tu inmenso amor.
En estos meses todo ha sido crecer en comprensión y afecto. Ahora nuestra comprensión es perfecta porque el Cielo nos ilumina y la Ley Divina nos guía; porque Cielo y Ley Divina encientan en ti las mejores virtudes y la mejor bondad, y en mí el ferviente deseo y la inmensa alegría de hacerte siempre feliz. Ahora, nuestro amor está completo porque somos un solo corazón y una sola alma, un único sentimiento y amor, porque nuestro amor sabe esperar fuerte y puro, la bendición del Cielo”.
Pietro y Gianna se unieron mediante el sacramento del Amor. Todos los preparativos fueron vividos como una verdadera fiesta espiritual. Se casaron un 24 de septiembre por la mañana. Fue un sábado y la ceremonia se realizó en la Iglesia de San Martín de Magenta, donde había sido bautizada Gianna. Celebró la misa su hermano Giuseppe, quien refirió a los nuevos esposos el testimonio de los padres Beretta. Les invitó a seguir por el mismo camino. Al entrar Gianna a la Iglesia la gente empezó espontáneamente a aplaudir. “Gianna estaba feliz. Sabía que estaba donde Dios la había puesto en su amor. Ella quemaba por dar su respuesta… primero a Pietro, su marido y, a través de él, a Dios”.
El deseo de hacer feliz al otro fue recíproco en el matrimonio Molla Beretta. En varias de sus cartas se decían: “Dime qué he de hacer para hacerte feliz”. Ese deseo se convirtió en una meta firme en cada uno. Eso hizo más fácil la correspondencia mutua y el crecimiento de su amor a grandes saltos.
Gianna les decía a las adolescentes y jovencitas con las que trataba que estar llamado al matrimonio significa prepararse, reconociendo y viviendo el significado de amar. Ella decía que “amar significa tener deseo de la propia perfección y de aquella de la persona amada, superar el egoísmo y entregarse”. Gianna se preparó para el matrimonio y cumplió fielmente, junto a Pietro, este hermoso y exigente programa.
Santa Gianna Beretta: esposa, madre y médico.
Fiesta litúrgica: 28 de abril.
Patrona de: madres y futuras madres, mujeres embarazadas, médicos, enfermas de cáncer uterino y mamario, y de los niños por nacer.
Escrito por: Katherine Zambrano Yaguana, Ph. D.
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