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Si tuvieras una segunda oportunidad de vida… ¿qué harías y qué no? Te compartimos esta historia para que puedas meditarlo. ¡Lee y comparte!

Alguien me dijo alguna vez: «la vida hay que vivirla intensamente porque es una sola», en cierta forma lo que me dijeron era verdad, pero se me olvidaba que esta vida es temporal pero en los caminos de Dios tendremos una nueva vida y, es eterna junto a él… de esto hablaré más adelante.

Entonces iba por la vida viviéndola un día la vez, tenía un trabajo en el que tenía ya 11 años, el cual me había dado estabilidad económica, pero para lograr llegar a ese nivel tuve literalmente que pasar de ser un conserje a tener un buen cargo, lo cual se lo debía 100% a Dios, al apoyo de mi madre, la confianza de mis jefes y mi esfuerzo.

Como dije tenía una estabilidad monetaria y pero no me sentía completo, sentía que era ya momento de dar un paso más allá, hacer mi familia y en medio de ese camino conocer más de Dios y poner en práctica todo lo aprendido… Fue de ese modo como el 4 de julio de 2017 mi novia Ginger y yo nos casamos por lo civil y, el 7 de julio del mismo año por lo eclesiástico.

En la boda estuvieron familiares y amigos, todos muy contentos, aunque mi madre, hermana y sobrina no pudieron estar, porque viven y trabajan en Madrid – España. Recuerdo todo lo que vivimos y en especial las palabras de mi tía Yamile y de don Carlos, el padre de mis mejores amigos, quienes en sus palabras nos auguraron éxitos y que luchemos por tener un matrimonio lleno de amor a pesar de las pruebas.

 

 

Avanzando un paso a la vez

Me gusta recordar con mucho humor el día de mi boda porque pasó de todo, por ejemplo: no entregaron varias decoraciones a tiempo, hubo que correr a comprar más bebidas (sodas y agua porque no bebemos), la novia estuvo con mil cosas, ya en la ceremonia uno de los anillos de matrimonio no aparecía, pero creo que Dios mandó un ángel, porque una persona que pasaba lo encontró tirado fuera de la iglesia y lo entregó… ¡imagen qué hubiese pasado si no aparecía!

La luna de miel fue bella, algo corta pero muy bonita, fuimos a Cuenca, pero no puedo olvidar contar que Francisco y Yolanda, muy buenos amigos de Ginger y yo, nos regalaron la noche de boda en un reconocido hotel de Guayaquil, pero no podía faltar otro momento gracioso, porque se habían equivocado en el hotel y habían marcado el horario de entrada a las 2:00pm y no 2:00am, por lo que tuve que pagar una habitación no presupuestada.

En Cuenca paseamos, tomamos fotos, conocimos algunos lugares emblemáticos… y casi me quedo sin esposa, porque el bus turístico en el que íbamos era muy alto y, en un descuido mi esposa se golpeó fuertemente con un cable de energía eléctrica, pero gracias a Dios solo fue un susto.

El tiempo pasó aprendimos a convivir como esposos, ella daba el 100% en su trabajo y yo igual, ella es tutora de inglés y yo comunicador social, todo marchaba bien pese a algunas diferencias, pero con amor y comunicación fuimos superando todo… hasta que llegaría el día que cambio mi vida, incluso diría que nuestras vidas para siempre.

 

 

Aquel día que lo cambió todo

Era el 24 de febrero del 2018 con menos de un año de casados, mis mejores amigos nos invitaron a ir a la playa… exactamente ese día iríamos a Playas, pero terminamos yendo a Datas de Playas, un bonito lugar pero no tan turístico como son otros balnearios de la Costa ecuatoriana.

Aquel día fuimos a casa de mis amigos, nos subimos en su furgoneta y partimos rumbo a Datas de Playas. Todos íbamos tranquilos, contentos y hasta cantando, incluso paramos a comprar algo que comer en el camino y proseguimos el viaje.

Luego de casi dos horas de viaje llegamos al destino y todos nos alistamos para tener un excelente día de sol, playa, arena y buena comida, ese era el plan, pasarla realmente genial, pero no sería así… pasaría algo que nos hizo valorar la vida como no tienen idea.

Teníamos ya rato en la playa, nos metimos al mar dos de mis amigos (Daniel y Franchesca) y yo, mientras que mi esposa Ginger, Francisco uno de mis amigos, la Sra. Italia la mamá de ellos y Gina la novia de Daniel se quedaron en la playa… todo estaba normal, jugábamos y todo bien… pero sin esperarlo de repente las olas empezaron a aumentar en tamaño y en menos de 10 segundos ya nos habían alejado de la orilla.

Daniel, Franchesca y yo estábamos ahí siendo arrastrados hacia mar abierto, tratando de mantener la calma y luchando por sobrevivir. Ellos estaban más juntos, a mí las olas me habían separado mucho más y los alcanzaba a ver cuando las olas dejaban de golpear mi rostro… era una verdadera escena de desesperación y terror, no solo para nosotros sino también para nuestras familias en la orilla, quienes nos perdieron de vista literalmente.

 

 

Una gran lucha

Ahí en medio del mar, rodeado solo por agua salada apenas veía a Daniel y a Franchesca… no soy un experto nadador, pero trataba de flotar y no desesperarme, sin embargo, la marea me llevaba más y más lejos… habían pasado 20 minutos y empezar a gritar de desesperación pidiendo ayuda.

Sentía mis piernas cansadas, también mis brazos empezaron a ponerse más y más pesados, y fue entonces cuando en mi cabeza todo lo bueno y malo vivido empezó a aparecer de golpe, en verdad vi mi vida pasar, mi niñez, mis padres, mis hermanos, mis mascotas, el trabajo, mis amigos y mi esposa, a quien con todo lo que estaba pasando sabría que llenaría de mucho dolor.

Ya no podía más, las olas seguían golpeando mi rostro y solo trataba de no tragar agua salada… la cabeza me dolía, sentía que me iba a estallar, no dejaba de pensar en Ginger y empecé a llorar porque no podría ver cumplido nuestros sueños juntos, siendo uno de los más importantes tener nuestros hijos… no me había rendido, pero no daba más.

Una ola grande me elevó y me empujó hacia abajo, esos segundo bajo el agua hundiéndome fueron terribles, pensé: «es mi final»… y me lamentaba por mis padres, por Ginger y por todos… estaba ahí a punto de morir y ser uno más de los desaparecidos en el mar.

Toqué el suelo del mar, una arena muy resbaladiza la verdad y, en ese preciso momento clamé a Dios… le pedí una segunda oportunidad para mis amigos y para mí, que nos diera esa segunda oportunidad inmerecida, esa segunda oportunidad para enmendar mis errores, una segunda oportunidad para volver con los míos, pero sobre todo una segunda oportunidad para servirle de corazón a Él…

 

 

El milagro

Puede que aquella súplica u oración hecha al Señor haya sido corta, pero era todo lo que me quedaba, en mis fuerzas ya no podía, estaba exhausto, la cabeza se me reventaba y solo en Dios puse toda mi fe y confianza… y, ese clamor tuvo su respuesta inmediata. Sentí literalmente una corriente de energía que recorrió todo mi cuerpo, era como sentir que Dios mismo me había sujetado de los brazos y me impulsaba nuevamente hacia fuera del fondo del mar.

Salí a flote nuevamente, veía nuevamente las olas, pero lo que me llenó de esperanza fue poder ver a Franchesca y a Daniel nuevamente a lo lejos, pero en esta ocasión había algo diferente, junto a «Franches» estaba un salvavidas, que me gritaba no te rindas y yo con la poca voz que me quedaba le gritaba que aquí estaba y necesitaba de su ayuda.

Aquel salvavidas se acerca poco a poco, estaba subido en una tabla de surf, en la que también estaba sujeta Franchesca… yo seguía ahí viéndolos con los ojos llenos de lágrimas, hasta que llegaron a mí… y, aquí viene la prueba del milagro, aquel joven salvavidas me dijo: «mi compañero y yo batallamos contra el oleaje… él fue por su otro amigo y yo vine por ustedes dos, no pensé que podríamos encontrarlos aún con vida, pero yo llegué con ustedes porque así Dios los quiso».

Dios nos quiso dar una nueva oportunidad de vida y definitivamente nos las dio. Vi reflejado en aquel salvavidas del cual nunca supe su nombre, el amor de Dios y su infinita compasión para con mis amigos y conmigo.

Dar gracias a Dios por esa nueva oportunidad de vida

Minutos después llegó una lancha, nos subieron a los tres. Franchesca y Daniel estaban visiblemente afectados, yo estaba ahí lleno de esa energía de las que les conté, seguía lúcido y hablando con los rescatistas. Ellos me dijeron nunca habíamos rescatado a tres personas con un mar tan «picado» como el que hoy hay… den gracias a Dios por eso.

Y cómo no dar gracias a Dios por esa nueva oportunidad de vida que nos regaló a mis amigos y a mí… porque si no hubiese sido por Él, no estaría aquí compartiendo esta historia o mejor dicho este testimonio de vida con ustedes.

Mis amigos y yo fuimos atendidos en Playas, yo no mostraba ningún serio deterioro en mi salud, pero aún así me dieron unas pastillas para el dolor de cabeza. Minutos después llegaron nuestras familias… Ginger me dijo entre lágrimas: «clamé y oré a Dios por ustedes sin descanso». Le dije: «Dios te escuchó, aquí estamos». Luego me abrazó y me dio un beso, claro también me hizo prometerle no volver entrar al mar nunca más.

 

Una gran lección

Todo esto que vivimos nos dejó una gran lección a todos y, en mi caso entendí que la promesa hecha a Dios debo cumplirla y trato de hacerla a diario, a pesar de ser un hombre lleno de imperfecciones, pido a Dios que me ayude a servirlo de corazón y cuide y bendiga siempre a mi esposa, a mis amigos, a nuestras familias y también a Santiago, sí Dios nos dio el regalo de ser padres, y el bebé tiene casi un año ya de nacido y, para mí es el recordatorio diario del amor y gracia inmerecida que Dios me ha dado. ¡Gloria a Dios por eso!

Antes de despedirme, les dejo este versículo a todos ustedes y les agradezco por quedarse hasta el final de este escrito: «Sed firmes y valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará», Deuteronomio 31:6. ¡Dios los bendiga a ustedes y a sus familias».

 

 

Escrito por: Angel Ayala Arboleda, un humilde siervo de Dios.

 

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