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¿Cómo la familia se mantiene fuerte y no sucumbe en medio de tantas adicciones?

 

La realidad que estamos viviendo en nuestros tiempos es que nuestra familia forma parte de una sociedad contaminada de drogas. Es cada vez más frecuente escuchar que las drogas están en todas partes, que el consumo está aumentando y nos llena de pánico escuchar que niños de 10 años ya están consumiendo o, peor aún, que el hijo de algún conocido es adicto. En ese momento pensamos: “¿Qué puedo hacer para que mis hijos no sean víctimas de esa terrible enfermedad y nuestra familia no se destruya?”.

Una familia no se destruye cuando tiene una buena base o estructura, al igual que los edificios que no se derrumbaron durante el terremoto que sacudió a nuestro país. Esto pasó porque estaban edificados sobre una buena base.

De igual forma sucede con una familia que tiene una estructura sólida. Pueden pasar las peores catástrofes y diversas situaciones de crisis, pero la familia permanecerá unida porque sus miembros están dotados con habilidades concretas para resistir la presión de grupos e influencias que podrían dañar su personalidad.

 

Crear una base de prevención

Las adicciones son un tema que siempre generan preocupación en la familia. Si queremos realmente proteger a nuestros hijos y prevenir que sean víctimas de las adicciones en un futuro cercano, tenemos que mejorar la estructura de nuestra familia para que funcione adecuadamente.

Diversos estudios han encontrado que la tasa de adicciones a las drogas y el alcohol es más frecuente en personas que tienen familias disfuncionales, incapaces de darles un sentido de pertenencia, de responsabilidad, de respeto y de satisfacer las necesidades emocionales básicas de la persona.

Este tema debe ser tratado en casa, pero con mucho respeto.

Por eso, en cada familia se debe crear una buena base para la prevención de adicciones brindando identidad, valores, principios y costumbres que conforman nuestra sociedad. Es en la familia donde esas costumbres forman hábitos y donde la disciplina forja el carácter de los miembros de nuestra sociedad.

Enseñarle a nuestros hijos que digan no a las drogas y prohibirles que asistan a reuniones no es suficiente, lo que debemos compartirles es información sobre los efectos que puede producir el alcohol y las drogas a su organismo.

No basta que los padres estén en casa como si fueran un mueble más o que cumplan con su “responsabilidad” dando a sus hijos todo lo que piden, tenemos que demostrarles amor.

Amar a nuestros hijos es enseñarles a ser personas con ética, con respeto a ellos mismos y a los demás. Esto les dará más fuerza para resistir o decir no a cualquier influencia de alguna adicción en potencia que pueda afectar su vida.

Es más fácil que un adolescente empiece a ingerir alcohol si su papá es un alcohólico o si es alguien que come  acompañado por una cerveza o una copita de vino. Se debe tomar conciencia de lo que se hace frente a los hijos, porque ellos verán sus acciones como lo correcto en la vida.

Construyamos en nuestra familia un patrón de conducta donde todos los miembros deban dar el ejemplo. La familia debe ser un lugar donde cada miembro sienta que es aceptado respetado y valorado por sí mismo por ser él o ella, por ser persona. Un lugar donde sea agradable convivir, donde los miembros disfruten de su mutua compañía y donde ningún miembro de la familia se sienta solo emocionalmente.

 

 

Por: Judith Vélez Hidalgo
Master en Terapia Familiar Sistémica
Diplomado de Consejería Terapéutica en Drogodependencia

 

 

 

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