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Enseñemos a nuestros hijos la castidad y que vale la pena esperar.

Cuando era pequeña, había algo que nos encantaba hacer con mis hermanos. Los sábados sonaba el despertador y corríamos a la cocina, donde estaba todo listo para mezclar, amasar y finalmente hornear las más deliciosas galletas. Fueron muchas las veces en las que solía hacer pequeños “controles de calidad” para saborear la textura de la deliciosa masa aún sin hornear, y fueron las mismas veces en que mi mamá repetía que tendrían mejor sabor (y así era) al salir del horno. No solo era eso, era su aroma, el ambiente, mirar el horno con impaciencia, para finalmente comerlas juntos con un enorme vaso de leche.

Vive cada momento

Pero, ¿qué relación tiene hornear galletas caseras con palabras como “castidad” o “virginidad”? Pues mucho, de igual manera como intentamos que los niños dejen de comer galletas crudas por temor a la salmonela podemos infundir en los jóvenes la ilusión de la dulce espera. Esto implica vivir el momento antes de la llegada de lo anhelado (no solo galletas), esa experiencia tan única y emocionante, que a la vez nos trasmite una realidad profundamente grande. Es que este es el enorme valor que tiene lo esperado: lo que se entrega no es solo el cuerpo, es la persona, y por eso ¡vale la espera!

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La castidad ayuda a vivir con plenitud nuestra vida y es necesario comunicarlo. Nos anima a vivir lo que anhela el corazón, a amar sin reservas, sin límites. Incluso a asumir el compromiso de un proyecto familiar estable con una persona.

Jokin de Irala en “El valor de la espera” nos aconseja que:

  • La relación sexual entre hombre y mujer es la expresión más real y hermosa entre dos personas que se aman, comprometiendo su vida entera en un proyecto común y único.
  • La sexualidad humana permite entregarnos a alguien y dar vida. Esta es una manifestación de esa donación de amor incondicional de los esposos, que es siempre espiritualmente fecunda y se encarna en los hijos.
  • La presión para mantener relaciones sexuales no es una manifestación de amor sino una actitud que debe ser rechazada.

¿Por qué esperar?

  • La sexualidad prematura condiciona la vida, como embarazos inesperados o enfermedades de transmisión sexual.
  • La infidelidad y la multiplicidad de parejas concurrentes son frecuentes en el ámbito de la sexualidad sin amor. 
  • La sexualidad sin sentido pleno deja de ser un lugar para encontrarse, vulgarizado y convirtiéndose en un instrumento de utilización mutua para obtener el placer personal.
  • Los primeros encuentros sexuales siempre dejan huellas imborrables porque dejamos parte de nosotros mismos de manera inconsciente.
  • Cuando no existe un compromiso y un proyecto de futuro, los jóvenes pueden encontrar que lo único que tienen en común son sus relaciones sexuales.

Por Lorena Sánchez Padilla
Lcda. en Periodismo Internacional
Máster en Matrimonio y Familia

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