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Cumplimos un año estando en casa y este emotivo video nos recuerda todo lo que hemos vivido. Reflexionemos y recordemos lo más valioso.

Marzo 2021… cumplimos un año de pandemia. Para muchos países alrededor del mundo se cumple un año desde que nuestro concepto de pasar tiempo con la familia, en casa, cambió.

Un año desde que un virus desconocido nos desbarató la agenda a todos. Cambió la rutina, los hábitos familiares y laborales… simplemente, nos cambió la vida.

Sin embargo, la llegada de la famosa «nueva normalidad» nos ha permitido pasar un número de horas en nuestra casa que jamás habríamos imaginado.

 

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Con la familia más cerca que nunca

Nos ha hecho experimentar una convivencia continua con nuestros familiares, con aquellos que solo veíamos tal vez temprano en la mañana y al regresar del trabajo, en la noche.

¿Cuántos padres, por responsabilidades laborales, veían a sus hijos crecer en la cama ya que se iban antes de que se despertaran y regresaban cuando ya estaban durmiendo?

A raíz de la pandemia, todo esto cambió y nos ha tocado volver a conocer a nuestros familiares, a desarrollar hábitos cotidianos que nos involucren a todos y ejercitar ciertas virtudes que faciliten la convivencia.

Para nadie es un secreto que, de lo que va de la cuarentena, el porcentaje de divorcios ha aumentado en varios países, lo que demuestra la necesidad profunda de re-evaluar la naturaleza de nuestra interacción con los demás, nuestro propio comportamiento y el valor de nuestra familia.

En ese sentido, el video que les traemos hoy nos lo presenta «Hudson Bay», una tienda por departamentos que, en su fin comercial de venta de artículos, nos invita a celebrar que se cumple nuestro primer aniversario de estar en casa.

A pesar de que esta puede ser considerada como una publicidad cualquiera, nosotros reconocemos ciertos elementos apostólicos que queremos compartir contigo.

 

 

Celebrar la convivencia en familia

¿Hemos dicho celebrar? Sí, celebrar, aunque esto parezca irrealizable ahora que pasamos juntos las 24 horas del día, siete días a la semana.

Valoremos el hecho de que en plena pandemia, tenemos personas con quiénes estar. Tenemos este tiempo de gracia para aprender a amarlos y ejercitar la virtud del amor al prójimo.

No solamente por lo bueno que puedan hacer o lo buenos que puedan ser, sino por ellos mismos. La Madre Angélica, decía al respecto:

«Amor es lo que nuestro Señor pide de nosotros. Si debemos amar hasta a nuestros enemigos, imaginen cuánto más Dios espera que amemos a nuestros familiares».

Si en este tiempo, hemos perdido a alguien o nos tocó pasar la pandemia solos, apreciemos el valor de nuestros familiares en nuestra historia personal.

Hagámoslo desde la confianza en nuestro Dios, estando conscientes que, si Él permitió estas circunstancias, es porque es posible obtener un mayor bien que la pena que dicha situación nos trae.

San Juan Pablo II decía: «Aquellos que sinceramente dicen ‘Jesús, en ti confío’ encontrarán fuerza, ánimo y consuelo en todas sus ansiedades y miedos».

 

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Redescubrir quiénes somos y quiénes son los demás

Lo bueno de las crisis o de las situaciones límites, como lo es esta pandemia, es que nos instan a superarnos. Desafían el concepto que teníamos de nosotros mismos, de lo que podíamos lograr.

Son una oportunidad para confiar en nuestro Señor, tornar nuestra mirada a Él y redescubrir quiénes somos en Él y para Él. Recordemos que Dios es Padre, Él no es una especie de papá Noel que está allí para darnos cosas, sino que como buen padre nos invita a superarnos, nos hace crecer.

Ya sea que estemos junto a nuestra familia o solos, experimentaremos por momentos sensaciones de desasosiego, de soledad…en vez de huir de esto, de adormecer nuestra existencia llenándola con redes sociales, series o cualquier plataforma, abracemos esa soledad.

Es necesario pasar tiempo con nuestro Creador y descubrir en Él quiénes somos… ¿Quién mejor que Él para decírnoslo?, ¿Quién mejor que Él para decirnos cuál es nuestra esencia?

En esa luz de amor, de misericordia y de verdad, veremos nuestra realidad. Habiendo experimentado su misericordia, podremos entonces ver a los demás con misericordia y empatía, podremos así redescubrirlos.

 

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Recordar lo que nos unió en este año

Esta palabra viene del latín re-cordaris que significa traer de nuevo al corazón. Recordar aquello que nos unió es fundamental para alimentar y sostener la convivencia familiar, y en realidad, cualquier tipo de relación.

Esto supone tener la memoria y el corazón despiertos, vivir en el presente y no adormecidos por la rutina, ni por el ruido del mundo. Para lograr esto, será necesario pasar tiempo de calidad con nuestro Dios, tiempo en oración, es allí donde nuestra realidad personal se nos es revelada.

Siempre me sorprende ver que los grandes santos han sido personas ocupadas, siempre haciendo algo, emprendiendo proyectos nuevos, a veces considerados ridículos por los demás.

La misma santa Teresa de Calcuta atendía decenas de enfermos diariamente, sin embargo, hay algo que todos estos santos tienen en común: el amor a la Eucaristía, la vida de oración diaria, pasando al menos una hora en su presencia.

Ciertamente, habían entendido el orden correcto de prioridades, en Él encontraban su sustento. Pasar tiempo con Dios era para ellos su GPS, su brújula, los mantenía despiertos, ubicados en su realidad y les daba luz para tomar la siguiente decisión. Vivían con el corazón despierto.

Finalmente, comparto lo dicho por santa Teresa de Calcuta con respecto a la convivencia cotidiana con los demás, recordándonos por quién y para quién hacemos todo:

«Muchas veces la gente tiende a ser irracional y egocéntrica. Perdónalos de todas formas.

Si eres gentil, la gente te acusará de tener segundas intenciones. Sé gentil de todas formas.

Si eres honesto, puede que la gente te engañe. Sé honesto de todas formas.

Si encuentras felicidad, puede que la gente se ponga celosa. Sé feliz de todas formas.

El bien que haces hoy puede que sea olvidado mañana. Haz el bien. Dale al mundo lo mejor que tienes y puede que jamás sea suficiente. Da lo mejor de ti de todas formas.

Porque, mira, al final, es entre tú y Dios. Nunca fue entre ellos y tú».

 

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Escrito por: Solange Paredes, vía Catholic-Link.

 

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