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Conoce varias pautas para evitar que la convivencia con tus padres o suegros afecten a tu matrimonio.

 

Existe un refrán popular: “El que se casa, casa quiere”. Por ello, se recomienda a los nuevos esposos, al formar su nueva y propia familia, vivir independientes de sus padres o de sus suegros. Pero suele ocurrir que, nuestros suegros, padres o tan solo uno de ellos −por la gracia de Dios− llega hasta una edad avanzada, donde muchas de sus habilidades se van reduciendo o limitando. Entonces, no pueden valerse por sí solos y necesitan de cuidados especiales.

En este artículo daremos algunos consejos para aquellos casos en que los padres o uno de ellos, tiene que vivir con uno de sus hijos y su cónyuge. Partamos de un concepto muy bonito de familia, que nos regaló el Papa Francisco en su visita al Ecuador. Él dijo en una homilía: la familia es el mejor asilo para los ancianos.

 

 

Algunos consejos para los esposos

  • Piense que aquellas personas le dieron la vida a usted o al ser que ama, por lo tanto, les debe agradecimiento y respeto.
  • Establecer límites. El rol más importante ahora es ser esposo o esposa, más que hijo/a.
  • Diálogo sincero sobre las alegrías y las dificultades que implica esta misión.
  • Solucionar los problemas juntos, los esposos.
  • Buscar espacios de intimidad, de privacidad para compartir en pareja.
  • Centrarse más en los aspectos positivos que en los negativos de nuestros mayores.
  • Emplee palabras amables y evite el enojo. Desarrolle un vínculo positivo, interésese por sus cosas.
  • Saber escuchar a sus mayores. Ellos albergan el tesoro de la experiencia y podemos aprender mucho de ellos.

 

Practicar el amor cristiano

Juan Pablo II, en la Exhortación Familiaris Consortio (1981), resalta que con todos los ancianos debemos practicar el amor cristiano, y con mayor razón debemos hacerlo con nuestros propios padres. “Hijo, ayuda a tu padre en la vejez y no lo apenes durante su vida. Si llega a perder la razón, sé indulgente con él y no lo afrentes, tú que estás en pleno vigor” (Eclesiástico 3, 12-13).

Hemos de reconocer que no todo será perfecto, que nos podemos encontrar con dificultades. Por ello, hemos de saber confiar en la gracia de Dios que nos concede nuevas luces y renovadas fuerzas para asumir esta misión. Siempre vendrá bien, el mirar a través del Evangelio. En él encontramos muchas enseñanzas aplicadas a estas situaciones: “Porque tuve hambre, y me distes de comer; tuve sed, y me distes de beber; era forastero, y me acogiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste…”. “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes”. “Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: las tres virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad”.

Ver a un anciano postrado en una cama, o en una silla de ruedas o simplemente con sus limitaciones físicas… y atenderlo, cuidarlo como si estuviera atendiendo y cuidando al mismo Jesús, nos ayudará a llevar esta “cruz” con mayor alegría.

 

 

Un hecho de vida

Me gustaría traer a colación una experiencia vivida de un matrimonio que llega a reconocer que el cuidado a los padres cuando estos lo necesitan o cuando ya se hacen mayores, es ciertamente, una ocasión privilegiada para afianzar el amor conyugal y hacerlo más fecundo. Las entregas concretas y entrañables de un cónyuge para con un ser querido del esposo/a son una manifestación ineludible y profunda de su amor conyugal.

Esposa: A lo largo de los últimos años de vida matrimonial, nuestra entrega se ha focalizado especialmente hacia mis padres, que vinieron a vivir con nosotros al hacerse mayores. La atención durante más de siete años hacia unos ancianos cada vez más dependientes y enfermos ha sido una ocasión privilegiada para afianzar nuestro amor conyugal y hacerlo más fecundo. El amor, delicado y sacrificado de mi esposo a mis padres, construido y manifestado a base de detalles concretos, cotidianos y frecuentes, ha sido para mí una muestra muy honda y patente de su amor a mí. Recuerdo que mi esposo no escatimaba ni un esfuerzo. Lo hacía todo con mucho cariño, con extrema delicadeza. ¡Esa entrega era fecunda! El amor de mi esposo hacia mis padres ha quedado profundamente grabado en mi interior. Y, ha sido y sigue siendo para mí estímulo y motivo de mayor comprensión, bondad y entrega para con él. Porque: ¡amor con amor se paga! (Tomado del libro: “El amor conyugal desde la experiencia vivida”).

 

 

Escrito por: Katherine Zambrano Yaguana, Doctora en Educación, Máster en Ciencias del Matrimonio y la familia, Orientadora familiar.

 

 

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