El boom de las series de televisión puede ser una oportunidad para tratar temas complicados con los hijos.
La televisión puede ser una excelente herramienta de entretenimiento, para adquirir conocimientos, enriquecer nuestro intelecto y actualizarnos de lo que sucede en el mundo; todo esto si la utilizamos de manera adecuada. Por este motivo, cabe preguntarnos: nosotros como adultos, ¿aprovechamos este medio de la manera correcta? Y, ¿qué hay detrás de los hábitos televisivos de nuestros jóvenes?
Conversando con algunos padres de adolescentes, al parecer no existe una preocupación social y real sobre los mensajes receptados por sus hijos a pesar de pasar horas frente a una pantalla. Considerando que vivimos en una época que, para los jóvenes, lo que no aparece en una pantalla, simplemente no existe, los contenidos y su mensaje debería ser de interés familiar. Esta es la edad en la que forman su carácter, buscan ídolos que imitar y ejemplos a seguir, ¿se lo dejaríamos eso a la televisión?
¿Qué mensajes reciben?
Si bien hay una infinidad de aspectos positivos, los programas también están abarrotados de mensajes que implican: aceptación a la violencia, encuentros sexuales poco controlados, extrañas maneras de relacionarse con los demás… No podemos hacernos de la vista gorda, cuando todo esto es personificado por actores que aparentan su edad, aunque no siempre la tengan.
Yo, una mujer adulta, empecé a ver una serie muy famosa, supuestamente interpretada por jóvenes entre 15 y 17 años. En ella se desarrollaban situaciones como: una menor de edad que se enamora de un adulto, bullying en clases, muchachos que se emborrachan en fiestas o mentiras a los padres para escaparse en la noche y poder tener relaciones, vandalismo dentro del colegio, situaciones de bulimia y unas cuantas amenazas de muerte.
Todo esto despertó mi interés en la serie, pero, ¿cómo un joven de 13 años receptaría estos contenidos? ¿Normalizaría las situaciones? ¿Adquiriría actitudes similares a las de los personajes? ¿Quisiera ser como alguno de ellos? Estas inquietudes pueden resolverse con la intervención del adulto y ser oportunidad para tratar algunos temas que pueden ser complicados de abordar en la vida diaria.
Muchos podrán pensar, que no importa lo que vean en las series, ya que en casa se enseña con el ejemplo; pero vivimos en una época donde las pantallas se han convertido en una niñera temporal. Sin supervisión, sin horarios, tenemos que admitir que los personajes televisivos se transforman en los modelos de comportamiento que los adolescentes prefieren seguir.
¿Cómo debe ser la intervención de los padres?
Para empezar, la programación debe ser seleccionada y supervisada por el adulto, acompañémoslos de vez en cuando, realicemos comentarios oportunos en ciertas escenas e incluso motivemos que se cuestionen lo que ven: ¿qué hubieras hecho en su lugar? De esta manera el joven aprende a receptar el contenido de manera crítica, a cuestionar lo que ve, sin normalizarlo; entendiendo que debe discernir lo real de la fantasía, lo aceptable de lo inadmisible. Esto puede ser más complicado con aplicaciones como Netflix o Youtube, pero siempre podemos, como padres responsables, preguntarles qué programas les interesan, revisar desde el historial lo que han estado viendo, o hasta recomendarles otras opciones que ya hayas visto.
La tecnología es parte de nuestra vida y nos rodea todo el tiempo, es por esto que como padres no debemos “quitarle la tele” a nuestros hijos con el fin de evitar que su mente se contamine. Más bien tratemos de aprender en familia a ver la televisión de manera activa, estableciendo tiempos, hábitos y brindando compañía oportuna.
Por Belén Proaño Serrano
Máster en Atención Temprana