No podemos forzar la alegría, pero podemos prepararle el terreno.
1. Abre tu corazón
Abrir nuestro corazón significa estar abierto a todo lo que hay de bueno en los demás y en el mundo. Al mismo tiempo, significa aceptar un cierto nivel de vulnerabilidad. Necesitamos vigilar nuestro corazón para discernir entre los pensamientos y sentimientos buenos y malos. Los pensamientos saludables traen paz y alegría; los malos llevan a trastornos e infelicidad.
2. Aprovecha las cosas sencillas de la vida diaria
Muchas veces, las experiencias corrientes pueden llevar a la alegría cuando revela, aunque sea sutilmente, la gloria y la bondad de Dios. Todos hemos tenido este tipo de experiencia, cuando nos emocionamos con la belleza del mar, la sonrisa de un bebé, una gloriosa puesta de sol o la inmensidad de un bosque. Aprender a apreciar la bondad y la belleza de las personas y de las cosas a nuestro alrededor, prestando atención al momento presente, puede ser una fuente de admiración y de alegría.
3. Estar presente en el momento
Estar totalmente implicados en lo que estamos haciendo – como si fuese lo más importante del mundo – nos ayuda a tender a la verdadera alegría. Muchas veces pasamos tiempo lamentando el pasado o preocupándonos por el futuro, pero la única manera de rescatar el pasado y de garantizar un futuro mejor es actuar en el momento presente. Es ahí donde tenemos que concentrarnos.
4. Sé confiado en la vida
La palabra “confianza” viene del latín: “con” y “fides” (“fe”). La confianza es, por tanto, un acto de fe: creer en el otro y en la vida. Cultivar esa actitud significa intentar amar la vida como es, con sus altos y bajos, sus momentos de felicidad y tristeza. Significa confiar en la providencia de Dios, incluso cuando no entendemos por qué suceden algunas cosas.
5. Ama sin pedir nada a cambio
El amor altruista – que consiste en alegrarse con la felicidad de otras personas – es una fuente de verdadera alegría. Cuando queremos hacer felices a los demás, tenemos muchas oportunidades de ser felices nosotros mismos. Y así, respondemos a las necesidades diarias de las personas a nuestro alrededor con actos de generosidad, servicio y amor, no importa lo pequeños que sean.
6. Ser creativos
Al cultivar nuestra creatividad, experimentamos una conexión con la imagen y semejanza de Dios, el Creador. La creatividad no es sólo para artistas profesionales. Todos nosotros podemos ser creativos todos los días, en nuestras actividades y hobbies comunes. Todos podemos volvernos más creativos y volver nuestras vidas una obra de arte, usando nuestra imaginación y no dejándonos dominar por la rutina en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, etc.
7. Practicar la gratitud a diario
Las personas agradecidas – que hacen lista de sus bendiciones diarias, escriben notas de agradecimiento o sólo dicen “gracias” – experimentan más emociones positivas. Es particularmente útil ser agradecidos incluso en los momentos difíciles, reconociendo que la adversidad también puede ser una bendición, reconociendo la mano providencial de Dios en todas las cosas. Esto nos ayuda a levantar la mirada de nosotros mismos y a reconocer la bondad de las personas que nos rodean, además de a enfocar en lo positivo de cada situación.
8. Aprender a aceptar
Paradójicamente, ante dificultades o pruebas para las que no podemos encontrar cualquier solución, si aceptamos las cosas como son, podemos encontrar alegría y consuelo, no solo resignación. Necesitamos aceptar que no tenemos el control de todo lo que sucede en nuestras vidas, o estaremos en un estado de constante estrés. Necesitamos confiar en Dios, hacer lo que está en nuestras manos y aceptar la incertidumbre, sabiendo que el resultado puede ser mejor para nosotros de lo que esperamos, aunque no siempre sea lo que esperábamos.
9. Perseverar
La perseverancia en nuestras empresas es casi siempre una fuente de alegría. Superar obstáculos puede exigir un esfuerzo doloroso, pero hace el resultado mucho más precioso y satisfactorio. La perseverancia nos ayuda a elevarnos por encima de nosotros mismos, lo que tiene valor independientemente del resultado material de nuestros esfuerzos. ¡Es aquí donde vemos que la alegría es realmente diferente del consuelo!
10. Practica el silencio y escucha a Dios
La meditación – dejar de lado el mundo exterior, nuestras preocupaciones y nuestras ansiedades para concentrarnos en la presencia de Dios – nos trae paz y serenidad que calma nuestra agitación interior. No necesitamos usar palabras para comunicarnos con Dios; Él nos habla en silencio, en nuestro interior. Experimentar la presencia de Dios y dejarle que ilumine nuestra mente y corazón significa tener contacto con la fuente y el significado de nuestra existencia, el Creador que nos ama. No hay alegría mayor que experimentar, conocer y amar a Dios; esta es la alegría del mismo Cielo, la visión beatífica, y en la oración podemos experimentar por lo menos un pequeño sabor de eso.
Por Marzena Wilkanowicz, vía Aleteia