Termina un año, que ha resultado más violento que los últimos anteriores. El gran reto es descubrir la “otra historia” que ha acontecido simultáneamente, y que puede ser la fuente para que nuestras esperanzas de paz no sean expectativas vanas.
Un especial recuento del año
Como es tradicional, en la reciente Navidad, el Papa Francisco impartió la bendición “urbi et orbi” (‘a la ciudad y al mundo’). En su discurso, el Pontífice dio a entender que acontecen al mismo tiempo tanto guerras y problemas económicos que producen una “degradación humana, social y ambiental”, como la otra historia, la del encuentro de Dios con los seres humanos a través del rostro de Cristo, Dios hecho hombre.
El Papa hizo un especial repaso de los sucesos difíciles del año que termina. Fue un recuento singular porque el Pontífice mencionó que el rostro de Dios se puede contemplar en los niños que sufren en los países en guerra. Así como ocurrió hace dos mil años cuando se pudo apreciar la cercanía Dios a través de los padecimientos del Niño Jesús, para el que “no hubo lugar en la posada” (Lucas 2,7).
Descubrir la historia sobrenatural
En su mensaje, Francisco hizo una especial invitación para descubrir la intervención divina en los acontecimientos del año, como el conflicto de Tierra Santa, las guerras perdidas de África y la situación de Venezuela. El Papa invitó a ver a Jesús “en los niños de Oriente Medio”, que están “sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos”. Ante esa historia de dolor, el Pontífice pidió buscar la “otra historia”, en la que Dios participa, para que venga la paz en Jerusalén, haya voluntad de dialogar y se llegue a una “coexistencia pacífica de dos Estados”: Israel y Palestina.
Epílogo
La historia de los hombres, que se disputan las fronteras y las riquezas de las naciones, camina junto a la historia sobrenatural, que consiste en las intervenciones de Dios a favor de los humanos. Los creyentes y las personas de buena voluntad siempre se han esforzado para descubrir ese otro designio divino, que siempre termina por imponerse a la mala voluntad de los tiranos. Reconocer esa “otra historia” es quizá la manera más realista de conservar la esperanza de paz en un mundo “azotado por la guerra”.
Por: P. Luis-Fernando Valdés