Por Carla Rossi Flores
Productora de Tv y Cine
Columbia College International
Asociación Mexicana de Cineastas Independientes AMCI
Un nuevo reality que no aporta nada bueno a la familia.
Hace dos meses, E Entertainment Televisión, sacó al aire un nuevo reality show. Esta vez sobre “verdaderos” jóvenes multimillonarios de Los Ángeles, pertenecientes a familias extremadamente adineradas, que nos muestran cómo gastan dinero, salen de farra y difunden su vida en las redes sociales. Rich Kids of Beverly Hills documenta la vida diaria de cinco adultos jóvenes (no son “chicos” como dice el título del programa) quienes, antes de unir fuerzas en televisión, se hicieron notorios por compartir sus extravagantes estilos de vida a través de las redes sociales.
El acaudalado repertorio de este reality lo lideran Dorothy Wang (la asiática y la más adinerada) de 25 años y orgullosamente desempleada hija del presidente de Golden Eagle, con una cuenta de aproximadamente 3 billones de dólares; y su BF (Best friend) Morgan Stewart, también desempleada que reescribe su vida en su propio blog, hija de otro magnate que tiene más de 5 millones de dólares mensuales.
Ellas están acompañadas por Roxy Sowlaty, mejor conocida por su apodo “Princesa Persa” ya que sus padres provienen, según ella, de esa localidad y quien sufre porque estos, en un afán de hacerla trabajar, le quitaron su carro, algunas de sus tarjetas y su mesada. También tenemos a Jonny Drubel, homosexual, compositor de canciones, hijo de papi, pero que también se gana su platita.
Para completar este quinteto está el más decente de los millonarios: Brendan Fitzpatrick, el único que trabaja como corredor de bienes raíces y gana sus propios miles de dólares. Aunque no gasta tanto ya que vive en casa de su novia Morgan y usa su carro.
Con franqueza, debo decir que el programa es muy gracioso, pero es una risa con pena, ya que es muy triste ver cómo estos veinteañeros no tienen ningún sentido real de la vida, han crecido y vivido en una burbuja que los ha convertido en seres humanos genuinamente poco productivos. No son malos, porque no le hacen daño a nadie, de hecho, entre ellos son muy leales, se quieren, se acompañan, son amigos de verdad; pero, la forma en que viven, sin ningún tipo de conciencia por los problemas ajenos, gastando absurdas cantidades de dinero, es un insulto considerando la pobreza del planeta. Ellos no tienen la culpa, estos Rich Kids of Beberly Hills no conocen otra forma de vivir, porque sus padres no se las enseñaron.
El programa es muy gracioso,
pero es una risa con pena, ya que es muy triste ver cómo estos veinteañeros no tienen ningún sentido real de la vida.
Su necesidad de notoriedad o de amor (aquí se nota el abandono de sus padres) es infinita. Todo lo suben a las redes sociales y están siempre “pegados” a sus smartphones practicando sus duck faces (caras de pato) para salir esplendorosos en sus selfies (autoretratos). Crean notificaciones y hashtags a diestra y siniestra, quieren ser los reyes de un mundo de apariencia, e incluso permiten que la misma cadena que lo retransmite se burle de ellos con promocionales que los ridiculiza.
En cuestión de dinero, estos millonarios, en una salida al bar o a la disco gastan cerca de 40.000 dólares, toman solo Champagne de 1.500 la botella, almuerzos de 500 dólares y cenas de 2.700 dólares. En una semana pueden gastar casi 80.000 dólares. Pero eso no es todo, si bien son muy amables con el servicio (meseros, empleadas domésticas, entrenadores personales, etc.) tienen comentarios tan racistas o sectaristas que, sin darse cuenta, hacen daño a quienes están a su alrededor.
Recomiendo que los padres vean algunos capítulos de Rich Kids of Beverly Hills. Aprenderán excelentes ejemplos de cómo la falta de atención y el solo darles comodidades y dinero a los hijos generan seres humanos con cerebro burbujeante, como el champagne y un alma fría y seca como el cuero de las carteras Hermes o Louis Vuitton.