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Al finalizar el ciclo de catequesis sobre las bienaventuranzas… el Papa Francisco indicó que: «hoy hay más mártires que en los primeros siglos».

En la audiencia general de este miércoles 29 de abril, el papa Francisco ha concluido el ciclo de catequesis dedicadas a las bienaventuranzas con la octava de ellas: «Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos será el Reino de los Cielos» (Mt 5,10).

En su catequesis, el Santo Padre señaló que esta última Bienaventuranzas evangélica nos habla de la alegría escatológica de los perseguidos por la justicia. «Esta bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el reino de los Cielos es de los perseguidos, así como es de los pobres de espíritu; así comprendemos que hemos llegado al final de un recorrido unificado desarrollado en las proclamaciones anteriores». La pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el cielo.

 

 

El mundo rechaza las Bienaventuranzas

La vida según el mundo, afirmó el Pontífice, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia. Las «estructuras de pecado», precisó el Papa, a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), sólo pueden rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo: estos son idealistas o fanáticos. Así piensan ellos.

 

 

El testimonio cristiano es incomodo para el mundo

Por ello, el Papa Francisco subrayó que el testimonio cristiano muchas veces se convierte en una molestia para el sistema de la codicia. Esta palabra «incomodidad», es clave, porque solo el testimonio cristiano, que hace tanto bien a la gente porque lo sigue, incomoda a quienes tienen una mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. «Cuando aparece la santidad y surge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que exige una postura: o se cuestiona y se abre a la bondad o se rechaza esa luz y se endurece el corazón, incluso hasta la oposición y el ensañamiento». Es curioso, llama la atención ver como en las persecuciones de los mártires, crece la hostilidad hasta el ensañamiento.

«Basta ver las persecuciones del siglo pasado de las dictaduras europeas: como se llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio cristiano y contra la heroicidad de los cristianos».

 

 

Hoy hay más mártires que en los primeros siglos

Todo esto, precisó el Santo Padre, muestra que el drama de la persecución es también el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, la vanagloria y los compromisos del mundo. Porque como dice el Evangelio, ¿de qué sirve que un hombre gane el mundo entero y pierda su vida?« (Mc 8, 36). «Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que lo antes posible su tribulación se detenga. Son muchos: los mártires de hoy, hay más mártires que en los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia».

El desprecio de los hombres no es sinónimo de persecución

Asimismo, el Pontífice advirtió que, debemos tener cuidado de no leer esta Bienaventuranza de una manera victimista, autocompasiva. En efecto, no siempre el desprecio de los hombres es sinónimo de persecución: justo después de que Jesús dice que los cristianos son la »sal de la tierra«, y advierte contra la «pérdida del sabor», de lo contrario la sal »no sirve para otra cosa que para ser tirada y pisoteada por los hombres« (Mt 5,13).

Por lo tanto, también hay un desprecio que es nuestra culpa cuando perdemos el sabor de Cristo y del Evangelio. «Debemos ser fieles al camino humilde de las Bienaventuranzas, porque es eso lo que lleva a ser de Cristo y no del mundo. Vale la pena recordar el camino de San Pablo: cuando creía ser un justo, era de hecho un perseguidor, pero cuando descubrió que era un perseguidor, se convirtió en un hombre de amor, que afrontaba con gusto los sufrimientos de la persecución que sufría».

 

 

La presencia de Jesús siempre nos consuela

Finalmente, el Papa Francisco dijo que, la exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos hacen parecer a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la manifestación de la vida nueva. Esta vida es la misma que la de Cristo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación fue «despreciado y rechazado por los hombres.

Aceptar su Espíritu puede llevarnos a tener tanto amor en nuestros corazones que ofrezcamos nuestras vidas por el mundo sin comprometerse con sus engaños y aceptando el rechazo. Los compromisos con el mundo son un peligro: el cristiano siempre es tentado de hacer pactos con el mundo, con el espíritu del mundo.

Esto – rechazar los compromisos e ir por el camino de Jesucristo – es la vida del Reino de los Cielos, la mayor alegría, la verdadera felicidad. Y luego, en las persecuciones siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a ir adelante».

«No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae las persecuciones de la gente: está ahí el Espíritu que nos sostiene, en este camino».

 

 

Sigamos la senda de las bienaventuranzas

Antes de concluir su Audiencia General, el Papa Francisco saludó cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. «Los animo a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos de adversidad y dificultad. El Señor les concederá experimentar, en medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y paz interior».

 

 

Fuente: Vatican News.

 

 

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