En este Día Internacional de Concientización contra el Abuso y Maltrato en las Personas Mayores… conozcamos sobre el viejo o vieja que todos llevamos dentro.
“Ayer fui al banco. La intención era pagar una cuenta de ahorro y le pedí al chico que atiende al público que me ayudará, porque para mí esta nueva tecnología es un incordio. ¡Me trató tan mal, me trató como una viejita! Me dejó esperando. Terminamos peleados por supuesto. Me impresionó porque él no tenía nada contra mí, así trata él a las personas que salieron de la vida. Es tan simple como eso”.
Quien me contaba su experiencia es Betty a sus ochenta y siete años. No resulta extraño si consideramos que los bancos, las oficinas públicas y los consultorios médicos son los lugares donde es más frecuente el abuso y maltrato a las personas mayores según un estudio de 2012.
De hecho, se estima que una de cada seis personas mayores de 60 años ha sido maltratada. Aunque también sabemos que apenas 1 de cada 24 hechos son denunciados, por lo que la cifra real es mucho más elevada.
El maltrato es real
Una de las causas del maltrato hacia las personas mayores, probablemente radica en el edadismo que muchas veces de manera inconsciente subyace en nuestra cultura. Algo tan frecuente como cuando escuchamos: “Que bien que estás a tu edad” o “a tu edad ya no estás para esto”, expresan una connotación de discriminación por el solo hecho de los años vividos, algo que, además, es mucho más frecuente que la discriminación por sexo, color de piel, ideología política o creencia religiosa.
El abuso y maltrato se entiende como un hecho simple o que, de manera repetitiva, incluyendo la falta u omisión de acción causa daño en una persona mayor. Esto incluye violencia física, psicológica o emocional, sexual, financiera o la violación de derechos humanos.
Saber que un gesto, una palabra o una mirada puede ser más dañino que un golpe, es una forma de entender la vulnerabilidad de un grupo de la comunidad que se caracteriza por su diversidad y por ser, al mismo tiempo, nuestro capital de experiencia y cultura.
La realidad actual
Ser conscientes del daño que este tipo de hecho provoca es de suma importancia, después de todo no solo estamos viviendo más tiempo, sino que cada vez tenemos menos hijos. Así, la proporción creciente de personas mayores en nuestra sociedad es más cierto que improbable.
Este año, como todos los 15 de junio desde que en 2011 lo dispusiera las Naciones Unidas, se conmemora el Día Internacional de Concientización contra el Abuso y Maltrato en las Personas Mayores. Sin embargo, este no es un año más. Desde hace más de 100 días vivimos en una crisis global producto de la pandemia del Covid-19.
Como todos sabemos a estas alturas, las personas mayores han sido quienes más susceptibilidad han presentado frente al nuevo virus, lo que se expresó por las elevadas tasas de mortalidad en este grupo de personas. A pesar de los primeros registros que se observaron en China y luego en Europa, la oportunidad de orientar medidas de cuidados efectivas para ellos y ellas apenas ocurrió en un puñado de países. En el resto brillo por su ausencia.
Exclusión
En estos meses de pandemia nos hemos cansado de escuchar sobre “los abuelos” o “nuestros mayores” de parte de medios de comunicación, que probablemente sin saberlo, seguían construyendo un fenómeno de miedo y angustia, y además ya sabemos que ni todos son abuelos o abuelas ni son nuestros mayores. Las personas mayores no le pertenecen a nadie.
Que distinto hubiese sido considerarlos como sujetos de derecho donde la opción de quedarse en casa debería haberse visto como una elección personal asociada a algo que las personas mayores suelen valorar mucho más que los jóvenes: la libertad de decidir y la libertad de elección.
Quedarse en casa porque es la mejor forma de cuidarme, cuidar a mi familia y a la comunidad, y no porque me obligan. Las personas mayores suelen estar mucho mejor preparados para lo que hoy llamamos resiliencia, la forma en que las personas afrontamos las dificultades.
Oportunidades
A pesar de todo ello, la pandemia y el confinamiento que la mayoría de nosotros vivimos, puede habernos dado otras oportunidades, entre ellas: las de mirarnos en nuestro interior y poder ver a ese viejo o vieja que todos llevamos dentro e imaginárnoslo en el futuro.
¿Acaso qué hubiese pasado si el coronavirus llegaba 20, 30 o 35 años delante y nos hubiese agarrado como adultos mayores en nuestro hogar? Con suerte quizás acompañado, quizás en una residencia para personas mayores… ¿Quién sabe?
En cualquiera de los casos, ¿Hubiésemos querido que decidieran por nosotros? ¿Cómo nos hubiésemos sentido sin posibilidad de opinar, siendo no solo nuestra voz vulnerada sino también nuestra dignidad? ¿Cómo sería ser tratado como aquellos que están de salida en la vida? Seguramente tan injusto como lo que le toco vivir a Betty en ese banco.
Que no se nos pase la importancia de este día… por el bien de todos, por el bien del viejo o vieja que ojalá seamos el día de mañana.
Escrito por: Prof. Dr. Diego Bernardini MD. PhD. web: www.diegobernardini.com
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