El mecanismo siempre se repite: hay un hipócrita que crea un chisme para que el chismoso lo difunda y el ingenuo lo crea sin resistencia.
Hablar de uno mismo, de nuestros anhelos, deseos y realizaciones puede ser un sentimiento desbordante que nos ahoga si por algún motivo no podemos expresarnos.
Pero para que esta experiencia tenga algún atractivo tanto para el locutor como para el interlocutor, la vida de quien se expresa debería ser, como mínimo, emocionante. Solo que suele suceder que cuando la vida en cuestión se reduce a una simple rutina sin horizonte de días atrás de días, sin ningún color a no ser el gris de la monotonía, la insatisfacción será una sensación permanente difícil de erradicar.
Cambiar el foco de atención, combinando la necesidad de comunicación con el no saber qué decir de uno mismo, resulta en la expresión más lógica de las almas frustradas, el chisme.
El chisme… un acto de cobardía
La vida ajena se convierte en el tema de interés, principalmente si son los errores de los otros, el deleite de esas frustraciones.
Es por ese motivo que todo chismoso que se destaque nunca habla bien de aquel que es la fuente de su interés, así como tampoco es capaz de decir las «justificadas críticas», las cuales se siente en el derecho de formular, en la cara de esa persona. Esto se debe a que la cobardía es también una de las características más disfrazadas de este mal hábito.
Otra de las motivaciones escondidas de esta pecaminosa costumbre, es la envidia. El suceso de las otras personas o su felicidad pueden despertar sentimientos sórdidos en el alma humana que se convierten en un veneno autodestructivo principalmente para el que lo produce en la saliva destructiva de sus palabras.
Conclusiones
Comparto esta reflexión porque en mi vida ya perdí algunas amistades por voluntad propia al decidir no continuar conviviendo con personas malintencionadas que me colocaban en sus conversaciones, así como de otras que se deleitaban envenenando mis oídos con comentarios distorsionados sobre “amigos” o conocidos.
Debo confesar también que debido a la sociedad en la que crecí mi capacidad de discernimiento en ver lo pervertido que puede ser el hábito del chisme, estuvo por muchos años notablemente afectado. Solo el tiempo, así como la distancia física y emocional de mi muy querida, más imperfecta sociedad, me permitió reconocer que necesitaba buscar urgentemente la cura para esta, no tan asintomática, enfermedad.
Mi único gran consejo en esta oportunidad será que no neguemos que todos estamos influenciados, social o mediáticamente por este pecaminoso hábito.
Los invito, como el primer gran paso para desintoxicarnos de este vicio (el chisme), a reconocer que adolecemos de él.
Escrito por: Martha Palma Melena, nació en Lima – Perú (1971) donde se graduó en Arquitectura. Casada con Luis, se mudaron a São Paulo con su hijo mayor de solamente 1 año de edad. En esta etapa de su vida, entre las responsabilidades de la casa y las aulas de catequesis, se dedicó a observar la realidad que la rodea. Gracias a esta observación logra en estos artículos rescatar sus raíces e historia familiar, sirviéndoles de inspiración para colocar el verdadero valor del ser humano desde una mirada femenina. Diplomada en Especialización en Familia de la UCSP en Arequipa – Perú.
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