Compartir:

Es común ver que cada vez vivimos más encerrados en nosotros mismos. Si apenas podemos vivir para nosotros, ¿y nos tiene que dar tiempo para vivir por los demás?

Puede pasar, porque, aunque no lo expongamos de esta manera ni justifiquemos nuestro encierro con razones que suenan egoístas, lo cierto es que nos olvidamos. Nos olvidamos de lo que podemos hacer por los demás. Quizás sabemos que lo debemos hacer, pero en el trajín del día a día, se nos pasa.

¡Tenemos un papel importante para los demás!

Aunque sepamos esto, en realidad nunca sabemos cuánto podemos influir en la vida de los demás. Un pequeño acto de generosidad, como sonreír a un ser querido, dar una alegría a un extraño, no cuesta nada. Saludar en la calle a un desconocido, dar un cumplido a un amigo, mirar a los ojos a quien nos habla, decir “hasta luego” y “que tenga un buen día” a quien nos mira detrás de un mostrador, son pequeños actos de caridad que pueden cambiar el día a alguien.

No existen tareas demasiado pequeñas

A veces tenemos la tentación de querer hacer cosas grandes, sin darnos cuenta de que las pequeñas también pueden tener un gran impacto. Quizá no recibamos un reconocimiento, pero el que aplaude será Dios.

Caridad también para nosotros

Estos gestos, como son menos notorios, no solo mejoran la vida de los demás –cosa que hacen– sino también la propia. No quiere decir que tendremos más cosas, ni siquiera que, por tratar bien a otros lograremos que los demás nos traten de la misma manera. No se trata de “dar para recibir”; porque quizás no recibamos nada, al menos nada que se entienda de esta manera. Eso no significa que no obtengamos nada a cambio, si nos percatamos de que al dar lo que tenemos, aunque no sea mucho, crecemos en virtudes. Humildad, al no pretender grandes acciones, sino apenas ayudar a levantar los papeles que volaron a un desconocido. Paciencia, al escuchar la misma historia que sabemos que al vecino le encanta contar. Generosidad, al dar sin contar.

Excederse en generosidad

En realidad, no creo que uno pueda ser demasiado generoso. Quizás podemos plantearnos cómo podemos “excedernos” en la generosidad. Si hay alguna manera de que, al hacer un favor al otro, podemos hacerlo sin que este note que se lo estamos haciendo, si hay formas de fastidiarse un poco para que la otra persona pueda estar un poco más contenta. Después de todo, Él, que ve en lo secreto, será quien nos lo recompensará.

Vía: CatholicLink

 

Compartir: