Enseñar a los niños a ser felices es algo en lo que los padres tenemos que trabajar a diario. Pero ¿sabes cómo educar a tus hijos para lograrlo?
¿Qué papá no quiere que su hijo sea feliz? Sin embargo, vemos, con tristeza, la cantidad de jóvenes que no saben qué hacer con sus vidas. Que deambulan sin saber el sentido de sus vidas. Jóvenes desilusionados, muchas veces esclavos de tantas propuestas engañosas que nos hace el mundo que vivimos. En este artículo vamos a tratar algunos puntos esenciales que los padres deben tener en cuenta a la hora de educar a sus hijos.
En la educación de tus hijos no descuiden las prioridades por las urgencias
Las urgencias siempre existirán en nuestras vidas. Es más… en un mundo como el que vivimos actualmente, pareciera que cada día que pasa las cosas van más deprisa. Por supuesto, el influjo de las tecnologías y la globalización han hecho que todo vaya mucho más rápido.
Los trabajos se especializan cada año que pasa, y eso nos obliga a estar constantemente poniéndonos al día, con maestrías o especializaciones. La vida se ha vuelto más cara y muchas veces papá y mamá tienen que trabajar para sostener los gastos de la casa. Queremos una buena educación para nuestros hijos y tratamos de darles siempre lo mejor. Hasta aquí me quedo, pues podríamos seguir con una lista interminable.
Toda esta vorágine de responsabilidades genera muchas urgencias, que, infelizmente, nos hacen descuidar las prioridades de lo que debiera ser una vida familiar. Para dar lo mejor a sus hijos, los padres se preocupan – no todos – demasiado por la parte económica, descuidando el tiempo para pasarlo con sus hijos. Y cuando tienen tiempo para estar en casa, están tan preocupados por los hijos, que van descuidando paulatinamente la vida conyugal.
¿Qué priorizar? Por supuesto Dios debe estar en el primer puesto. Cuanto más se acerquen a Dios, mejor será la relación de los esposos. “Familia que reza unida, permanece unida”. Luego, viene la relación de pareja.
Cuanto más y mejor quieran educar a los hijos, mejores esposos deben ser. Los hijos necesitan modelos de personas que se amen y quieran. Que se respeten y sean un ejemplo de fidelidad. Los hijos aprenden muchísimo más de cómo son y viven sus padres, que de los tantos “sermones” que puedan predicar.
Autoridad y disciplina con mucho amor
Actualmente, hay un miedo increíble a ponerle límites claros a los hijos. Decirles un “NO” cuando toque, y no ceder ante sus berrinches o rabietas. Se cree falazmente, que para que sean felices, no pueden frustrarse, aburrirse o tener cualquier tipo de situación retadora. Es como si para crecer libres, debieran hacer todo lo que se les ocurra.
Los niños necesitan límites y parámetros claros para saber hacia dónde encaminarse y cómo comportarse. Tienen que aprender todo, y si nadie les dice por dónde ir, o hasta dónde llegar, nunca sabrán lo que está bien o es malo. Crecerán inseguros puesto que no saben qué hacer, ni tampoco como desarrollarse.
Al contrario de lo que muchos piensan, los niños que crecen con papás que les consienten todo, en vez de sentirse amados y queridos, pensarán que no les importa lo que hacen, puesto que nunca son corregidos.
La autoridad que demanda la obediencia de los hijos es fundamental para sacar lo mejor de su potencial. Si los padres no les exigen y los ayudan a que siempre traten de hacer las cosas de la mejor manera posible, cuando se tengan que enfrentarse al mundo, no sabrán qué hacer. Pues sabemos todos, qué tan competitivo y desleal es la sociedad que vivimos.
Autoridad significa ayudar a crecer. A mayor exigencia, más amor. No crean que los verán como una suerte de “monstruos” aterradores que no le dan margen a la libertad. Quizás se aburran y se cansen. A veces no les guste alguna cosa que se les pidan. Pero sabemos que, si queremos hijos felices, hay que educarlos para que sean responsables, y, poco a poco, sean capaces de hacer las cosas por sí mismos.
Finalmente, si se equivocan en el camino, pidan disculpas y muéstrense ante sus hijos como seres humanos, de carne y hueso, que también se pueden equivocar. De paso les estarán enseñando que no es el “fin del mundo” si caemos o no somos los primeros. El que se cae, aprende a pararse.
Y, cuando fallamos, aprendemos de los errores. Así que tengan claras las prioridades y no tengan miedo de exigir lo mejor de sus hijos, con autoridad y disciplina, compartiendo con ellos mucho amor.
Escrito por: Pablo Perazzo, Máster en Educación.
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