“Al afrontar durísimas pruebas y superarlas… entendí que sin el apoyo de Dios y de mi familia no estaría viva”, Ximena Chávez Estrada de Jalón.
Mi nombre es Ximena Chávez Estrada de Jalón. Estoy casada con Roberto Jalón, con quien tengo dos bellas hijas Camila y Daniela. Tengo dos hermanos Xavier y Carolina (+) y, soy hija de Jenny Estrada y Ottón Chávez.
Quiero contarles sobre mi durísima batalla contra el Covid-19, el cual casi me lleva a la muerte, lo que aprendí con todo lo que viví y de cuan agradecida me siento de seguir aquí.
Yo trabajaba para Hogar de Cristo en las residencias geriátricas en Chile, pero no me contagié ahí, me infecté cuando un familiar, mi hija Daniela, regresó de Ecuador a Chile.
Daniela venia de visitar a sus abuelos en Guayaquil y en su viaje de retorno, el 13 de marzo, el vuelo hizo escala en Lima y las autoridades no permitieron que los pasajeros bajen y estuvo 3 horas encerrada junto con el resto de personas, teniendo en cuenta que para ese momento nadie tomaba precauciones sanitarias como el uso de mascarillas. Y, estamos casi seguros que fue en el avión, porque días antes de embarcarse había estado con los abuelos y ninguno de ellos dio positivo en Covid-19.
Después de 3 días empezaron los síntomas, fuimos a la clínica y ahí el PCR salió positivo y luego era cuestión de tiempo para que todos nos contagiáramos. Yo empecé con síntomas 4 días después de Daniela. Pasaron 4 días y yo no mejoraba y el 24 de marzo me hospitalicé. Nunca pensé que iba a estar 54 días hospitalizada, de los cuales 37 estuve intubada.
El médico al ver que no saturaba oxígeno ni con la cánula, ni con el CPAP, me explicó que debía intubarme y que yo entraría a la batalla con lo que mi cuerpo pueda… luego de eso me sedaron.
Una tenaz guerra
Conforme avanzaron los días me realizaron distintos estudios. El diagnóstico clínico fue neumonía multifocal bilateral, es decir que mis dos pulmones estaban comprometidos.
La decisión de intubarme fue del médico y como estábamos en cuarentena a mi esposo lo llamaron a informarle que yo estaba intubada. Previo a esto yo le había dado el número de teléfono de mi esposo al doctor, le pedí que lo llame a informarle y le dije que también me despida, ante lo que el médico reaccionó diciéndome: “yo no puedo decir eso”.
El tiempo siguió pasando y mi esposo no tenía noticias de mí, pero gracias a un cuñado que es doctor pudo consultar a otros médicos respecto a mi salud, quienes varias veces solo indicaban que yo estaba grave y con pronóstico reservado. Gracias a Dios luego de una semana el jefe de residentes de la clínica empieza a contactar a Roberto y mantenerlo informado y, él a su vez informar al resto de mi familia.
Lo más difícil para la familia y en especial para mi mamá fue el hecho de que al mismo tiempo que yo estaba hospitalizada, mi hermano Xavier también se contagió gravemente, pero él no se hospitalizó, pero estuvo aislado. Mi hermana Carolina había fallecido hace 11 años y para ella tener a sus 2 hijos gravemente contagiados y sin tener mayores noticias fue muy difícil y duro.
Vuelta a casa con mi familia
Hubo varios intentos de desintubarme, pero tuvieron que pasar 37 día para reiniciar mi proceso de estabilización. Después pasé 14 días en rehabilitación, donde aprendí a pararme y coordinar mi respiración. También empecé a deglutir alimentos nuevamente, en especial helados y papillas. Finalmente vino la rehabilitación del tracto superior.
Tuve muchas pesadillas durante este período de rehabilitación y una sensación de terror. Tenía miedo de cerrar los ojos, pavor de no poder respirar, miedo a atragantarme, incluso llegué a pensar que tenía Parkinson, porque temblaba como “gelatina”.
Luego a mi regreso a casa mi esposo y mi hija mayor fueron mis enfermeros. Habían instalado una mini clínica para atenderme. Roberto sacó su maestría como chef, porque durante todo ese tiempo que estuve hospitalizada él se encargó de la cocina.
Para poder ir al baño primero me sentaba en la cama y comprobaba que estaba saturando bien el oxígeno, luego iba paso a paso acompañada por Daniela y ahí ella se encargaba de asearme, lavarme el cabello, etc., era una dependencia total.
Al mes empecé a fijarme metas para ir recuperando mi autonomía, esto inducido por un libro de Mindfullnes que Daniela, que es sicóloga, me había enviado al hospital. Adicionalmente a eso mi prima María Beatriz y yo practicamos autorrealización y ella me envía grabadas las meditaciones, en la cama de la clínica yo escuchaba y eso me ayuda a coordinar la respiración.
Quiero contarles que como secuela de esta enfermedad quedé con taquicardia, la que luego de medicarme me dejó hipertensa y con prediabetes.
Mis ángeles
No les voy a mentir, el temor se apoderó de mí, solo salía para ir al hospital a realizar la rehabilitación 2 veces por semana, porque ellos me iban a recoger en una furgoneta.
Lo más difícil fue empezar a bajar las escaleras. Al ser enfermera tenía claro que la rehabilitación era indispensable y empezamos con terapia ocupacional, volví a tejer y bordar, aprendí macramé y mi hija me regaló un libro de mandalas. Al principio yo pensaba que eran preciosos, pero luego comparando con lo que hago actualmente se nota la diferencia del tono del color.
En todo el tiempo de mi rehabilitación tuve muchos ángeles. Mi jefa que es terapeuta ocupacional me dijo que lo mejor son las tareas de la casa, como limpiar la mesa al estilo Karate Kid, limpiar en círculos hacia adentro y limpiar en círculos hacia afuera, enrollar toallas con las 2 manos, doblar ropa todo eso fue parte de mi recuperación.
Recién para el mes de agosto salí a mi parroquia, donde era muy activa en la misma, pues en la misa de la noche de los domingos tocaba la guitarra y cantaba. Estando ahí pude conversar con mi párroco.
Mi mayor angustia cuando estuve hospitalizada fue que no pude nunca recibir los sacramentos, por eso apenas pude le pedí al párroco visitarlo y botar todo lo que tenía dentro, porque dudé y pensé que iba a morir, sobre todo después de la tercera intubada, hasta me olvidé de las oraciones, no podía articular el Padre Nuestro, solo le pedí a Jesús que tome mi mano.
Luego de varios meses de haber salido del hospital, la mamá de una compañera de mi hija, falleció y junto a ella fuimos al velorio. Ahí sin querer me reencontré con una de las enfermeras que me cuidó de mí cuando estuve hospitalizada… Ella se acercó, me abrazó, lloró y me dijo: “no lo puedo creer, nunca pensé verte caminando, pensé que te ibas a morir”, eso me hizo entender que Dios obró conmigo ante la durísima prueba y la superé gracias a él.
Avanzar en Dios
Lo que he aprendido después de vivir este episodio aún no lo sé, estoy en un proceso de entender por qué sigo viva, cuando mi cuadro clínico era crítico y nadie tenía expectativas de que yo sobreviva.
Me ha costado abandonar mi trabajo que con pasión realicé por 22 años. Trabajaba con ancianos, pobres y enfermos y eso es muy demandante, por lo que mi situación actual no me permite vivir situaciones de estrés. He atravesado un proceso de duelo prácticamente.
En lo familiar la pandemia ha sacado lo mejor de todos, fortalezas que no conocíamos en mi marido un cocinero con dotes gourmet, en mi hija tomar mi rol de madre y enfermera atendiéndome y como junto a su papá desarrollaron un trabajo en equipo para asumir mi rol dentro de la casa.
Hay que valorar a la familia, celebrar todo lo bueno que sucede alrededor nuestro y no amargarnos por lo malo que sucede en el mundo… hay malos políticos y hay más pobreza, pero no podemos solucionar todos los problemas, pero sí debemos fortalecer nuestro núcleo familiar.
El poder de la oración en lo que creo firmemente fue algo que me ayudó y, me contó mi hija Camila que estudiaba en Rusia, que habían orado por mí en Israel, Rusia, Alemania, Austria, en Portugal las monjas de Fátima y por supuesto en Ecuador y Chile. Las comunidades orantes fueron muy importantes y yo estoy muy agradecida.
Finalmente, miedo a morir no tengo, ya experimenté esa posibilidad y sé que si me llegase a pasar algo Dios me tomará de la mano e iremos juntos.
Desde mi corazón
Sobre mi hermano Xavier, empiezo con lágrimas en los ojos este relato:
“Yo necesitaba venir a ver a mi mamá que había perdido recientemente a su hermana y por sobretodo abrazar a mi hermano Xavier. Pensé que nunca más lo iba a abrazar. Xavier y yo tenemos una conexión muy fuerte, nos unimos mucho más a raíz de la muerte de mi hermana, nuestro vínculo se fortaleció a pesar de la distancia. Cuando nos abrazamos sentí que volví a vivir, descubrimos que nos habíamos hecho falta”.
Escrito por: Arcadio Arosemena Robles.
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