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En esta oportunidad les compartimos una valiosa opinión respecto a la nueva longevidad y las nuevas familias en la actualidad.

NUEVA LONGEVIDAD, NUEVAS FAMILIAS…

Cuando mis hijos nacieron, los temas de conversación con amigos cambiaron radicalmente. Pasamos de hablar sobre estudios, trabajo, libros o películas a cómo criar a nuestros hijos. Treinta años después, cuando logramos reunirnos, uno de los temas recurrentes gira en torno a qué hacer con nuestros padres ahora que nuestros hijos empiezan a irse de casa.

En el colegio de los chicos recibíamos charlas para padres, directrices para llevar nuestra responsabilidad parental a buen puerto. Hoy, frente a este nuevo desafío que no vimos venir, estamos a tientas. Nadie nos ha formado para cuidar de nuestros padres, en el mejor sentido que tiene esta noble palabra.

 

 

Pensar en su cuidado es como entrar al cuarto oscuro de la feria del colegio, donde tropezábamos con todo y teníamos pavor de dar un paso en falso. Hoy estamos ante una etapa de la vida que no está señalizada. A pesar de la buena voluntad, no sabemos cómo gestionar sus angustiosos desafíos.

En 1950, el segmento de 60+ representaba el 8,2% de la población. Hoy sabemos que, gracias al incremento de la expectativa de vida, un siglo después, para el año 2050, será el 21,4%. Junto a este fenómeno conocido como la “Nueva longevidad”, los demógrafos nos advierten que el descenso de la tasa de natalidad traerá como consecuencia una composición social muy distinta a la que conocemos. Los cambios ya son evidentes. Las formas de vida y los vínculos son otros.

Vivimos un tiempo acelerado que nos dificulta detenernos a formular lo que sucede y cómo nos sentimos con ello. La capacidad para atender y garantizar un mínimo de bienestar para las personas mayores y sus familias no avanza al mismo ritmo que el crecimiento de ese segmento poblacional.

Lo que no se nombra no existe, por ello quiero invitarlos a que usemos una lupa imaginaria para observar y describir la composición actual de nuestras familias. Se trata de familias que se encuentran en constante transformación, marcadas por situaciones no tradicionales. Hijos que emigran a otros países y dejan un vacío, incluso abandono. Padres adultos mayores que llegan a vivir con los hijos y la familia no se preparó para ello. Adultos mayores que se cuidan entre sí con independencia de los hijos. Distancias, ausencias, muertes, divorcios, jubilación, limitaciones, etc.

 

 

Las nuevas estructuras familiares trastocan las creencias y valores del adulto mayor. Puede sentirse desorientado e incomprendido en una etapa cuya identidad ha cambiado sin que su familia lo note. Un periodo del ciclo de vida en el que debe enfrentar los estragos del paso del tiempo en su cuerpo, como el deterioro físico o cognitivo, la soledad no deseada y de manera especial el edadismo, la mirada negativa de la sociedad hacia la vejez. Todo ello matizado con el profundo deseo culposo de no ser una carga para su familia.

Paralelamente al desarrollo de este momento vital, también debe procesar las transformaciones de su entorno. De vínculos interpersonales antes fuertes y profundos hacia vínculos débiles y superficiales, la convivencia de hasta 5 generaciones en una misma familia, el cambio en los roles de la pareja, el contacto a través de la tecnología por encima del contacto directo, un alto nivel de desempleo, violencia, entre otras situaciones estresantes que producen síntomas y los enfrentan con la fragilidad. No todos logran ser flexibles y adaptarse al espíritu de la época. Hay que apoyarlos y acompañarlos.

La psicóloga Carol Dweck, académica de Stanford, ha hecho importantes aportes en el campo de la psicología del desarrollo a través de su teoría del “mindset” (mentalidad), en la que describe dos sistemas de creencias: mentalidad fija, cuando las personas creen que la inteligencia y las habilidades son innatas e inmutables, en consecuencia, se evitan desafíos y se rinden con facilidad; y la mentalidad de crecimiento cuando creen que la inteligencia y las habilidades pueden desarrollarse con esfuerzo y perseverancia, motivándose a enfrentar desafíos y aprender de los errores.

La mentalidad de crecimiento impulsa el comportamiento y la actitud que promueven la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para reorganizarse formando nuevas conexiones neuronales a lo largo de la vida.

Con esta brújula en mano, pensemos cómo podemos apoyar a los adultos mayores de nuestras familias para que desarrollen un mindset de crecimiento y fluyan de la mejor manera posible en el tiempo que les toque vivir.

 

 

Escrito por: Psic. Alexandra Landázuri Savinovich, Directora de GuiArte, comunidad virtual para personas mayores.
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