Estar saludable es consecuencia de haber tenido hábitos saludables…
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Pero también es parte de una decisión personal. Y de esa decisión personal que, como digo siempre, es permanente no solo depende el cómo abarcamos esta etapa de la vida sino también, hasta cuándo y cómo somos parte del entramado social.
Eso no es chiste. Del entramado social se desprenden muchas más cosas de las que a priori podemos imaginar. Y hoy voy a señalar solo una que es conflictiva desde el inicio de nuestros jóvenes años: la autoestima.
Parece chiste, pero no, una de las grandes torres que son atacas y golpeadas en la segunda mitad es nuestra autoestima. En primera instancia, tal vez hayamos llegado a esta etapa sin haber trabajado demasiado en este concepto. Y de golpe ahí están atropellándonos: una jubilación que nos deja fuera del sistema, un sistema familiar que no sabe muy bien qué lugar darnos, un tiempo libre con el que no sabemos qué hacer….
Ahí estamos frente a frente con nosotros mismos; y claro, cuando nos miramos al espejo hay solo dos opciones: o nos sentimos útiles, capaces y con ideas o nos sentimos despojados de toda identidad, incapaces. Si, eso nos ha pasado antes. Seguro tuvimos una sensación parecida en la adolescencia. En los momentos de crisis naturales. Momentos que ya ni recordamos de nosotros mismos y de los que sabemos, ya pasó mucha agua abajo del puente.
Pero lo cierto es que la autoestima que supimos construir en nuestros años de vida hasta ahora, o la decisión que sepamos construir al respecto ahora, es la que va a determinar cómo sigue nuestro camino.
¿Nos sentimos capaces? ¿Tenemos proyectos, ideas, planes? ¿Pensamos en disfrutar por el solo hecho del merecimiento de existis? ¿Generamos una vida social por amor a uno y el otro? La autoestima no es solo vernos bonitos al espejo. No es física justamente.
Es saber que lo merecemos todo porque estamos en este plano. Y animarnos a ser sin miedo. Ya cruzamos la frontera y como decimos siempre, no le debemos nada a nadie más que a nosotros mismos. A esta altura me parece más lógico tenerle miedo a irnos sin vivir que a vivir y equivocarnos.
Dr. Diego Berardini www.lasegundamitad.org