Estamos en segunda vuelta, con gobiernos de izquierda y derecha por todos lados, hablamos de progresismo, populismo, autoritarismo y, al final del día, el porcentaje de la población que puede hacer algo con estos conceptos aún no se determina.
Creo, en mi humilde opinión personal, que es una de las pocas veces que me he percatado de que las personas a mi alrededor estamos retomando estadísticas y hechos puntuales de este y otros gobiernos para determinar el voto.
Sin embargo, también como en los últimos años me doy cuenta de que la polarización y la intolerancia están a pedir de boca y este hecho, aunque lo percibo muy claramente en el tema de los votos políticos también es evidente en el respeto a las diferencias de cada persona. Pongamos un ejemplo sencillo: el discurso de Trump, se apoya en un solo modelo de ideal, castiga a aquel que es distinto al supuesto tradicional de cómo deben ser las cosas y desde ahí se genera una ola civil de malestar, intolerancia, violencia y agravios en pro de un discurso totalitario e igualitario.
Como sociedad: ¿nos sirve el castigo a las diferencias? O ¿nos enriquecen las diferencias? Me encantaría querido lector darle una respuesta certera, sin embargo, no hay una sola respuesta, esta varia desde cada lugar que quiera usted contestarla, porque, además, es una pregunta que solo a largo plazo tendrá una respuesta más clara. Por ahora lo que la Sociología, la Psicología y otras Ciencias Sociales nos dicen es que las diferencias nos enriquecen, nos ayudan a desarrollar habilidades que nos hacen bien.
Para esto amable lector se me ocurre que la empatía es un valor que podríamos comenzar a practicar y valorar en nuestra vida, solo entendiendo la empatía, el respeto, la prudencia, podremos como sociedad dejar la radicalidad y vivir reconociendo que dentro de las cosas que nos hacen iguales está el hecho real de que todos somos diferentes.
Para ser empático, debo trabajar conmigo y abrazarme en aquellas áreas de las que no me enorgullezco de mí, pero, que sí reconozco y procuro mejorar, por eso es tan paradójicamente compleja la empatía, es que no puedo dar lo que no tengo. Sin embargo, no imposible, acá algunas sugerencias:
- Saber quién soy o cómo respondo a diferentes situaciones.
- Aceptar mi ser incluso si no me gusta.
- Reconocer mis emociones.
- Aceptar mis emociones.
- Escuchar atenta y activamente al otro para identificarme en su historia, sin juzgarme ni juzgarlo.
- Compartirle mi experiencia, aquella que me permite entenderlo.
El camino a la empatía tiene relación con estar en paz con uno mismo, practicar el amor propio, la autoaceptación, la autocompasión para estar en paz con lo que honestamente sentimos, no obligándonos a sentir lo que socialmente debemos sentir.
Mi invitación para este tiempo de partidos, de ideas y posturas que a veces no son nuestras, de corajes y respuestas ofensivas sin filtro ni prudencia es desarrollar la empatía, con uno mismo para luego llevarla al resto, puedo asegurarla que practicarla con usted mismo, lo va a ayudar a ser aún mejor persona y que esa práctica impactará más efectivamente en el otro que la crítica o el juicio que podemos hacer.
Por Maria del Carmen Rodrigo