La muerte del Papa no es solo un hecho religioso, este va ligado a la historia, la cultura y la política mundial.
El fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril, en la Ciudad del Vaticano, tras múltiples episodios de deterioro en su salud, marca el final de una era y el inicio de una de las etapas más importantes: el Cónclave. Hoy, la pregunta que se hace es una sola: ¿Hacia dónde se dirige la Iglesia?
La partida del Pontífice causó impacto y dolor que trascendió las fronteras, entre creyentes y no creyentes, el sentimiento es el mismo: respeto y reflexión. El legado que deja Francisco es incuestionable: será recordado por su bondad, por su apertura, y por haber promovido un espíritu progresista dentro de una de las instituciones más tradicionales y complejas. No obstante, es precisamente ese progreso lo que hoy está en juego, pues no todos en la Iglesia Católica compartían su visión reformista, y muchos desean un retorno a los valores conservadores y a una doctrina más tradicional.
Es crucial entender qué sucede tras su fallecimiento. Primero, el periodo de luto en el que se dan diferentes misas conmemorativas para que los fieles puedan dar el último adiós, que culmina con el funeral, al que asistieron altos mandatarios y líderes de todo el mundo. Posteriormente, se da inicio al Cónclave, en el cual están convocados los cardenales a Roma, donde iniciará el proceso de elección. En este caso, la fecha ya está confirmada: el Cónclave iniciará el próximo 7 de mayo.
Una pregunta crucial que debemos respondernos es, ¿Qué es exactamente el Cónclave? Se trata de un ritual solemne en el que los cardenales menores de 80 años se alejan de lo que sucede en el mundo, para pasar una especie de encierro dentro de la Capilla Sixtina para elegir al nuevo líder espiritual de la Iglesia. No obstante, no es solo una elección religiosa, es una decisión elemental que lleva consigo un peso político, moral y social. Sumado a esto, hablamos de una decisión referente a una Iglesia que hoy enfrenta una profunda crisis de credibilidad e identidad. Los cardenales no solo elegirán un nuevo Papa, sino también el rumbo ideológico que seguirá la institución.
Existen varios candidatos que representan distintas corrientes: desde figuras conservadoras que buscan reafirmar la doctrina tradicional, como el cardenal estadounidense Raymond Burke, principal crítico de la doctrina de Francisco; hasta cardenales que siguen la línea reformista, como el cardenal italiano Matteo Zuppi, quien se comenta era uno de los más cercanos al Pontífice. También, en el medio, hay quienes intentan conciliar ambas posturas, como el cardinal ghanés Peter Turkson, quien mantiene un equilibrio entre las posturas tradicionales y la apertura a temas modernos y de interés. Lo cierto es que estamos viviendo un momento histórico, y el resultado de este proceso tendrá implicaciones globales.
No hay que olvidar, que en el pasado, la Iglesia Católica residía principalmente en Europa. Hoy, eso ha cambiado. El catolicismo crece en África, Asia y América Latina, de maneras distintas, pero crece. No es coincidencia que entre los posibles papables se encuentren candidatos de estos continentes. Es por ello, que una de las solicitudes para el próximo Papa es ser alguien que no solo hable latín, sino que sepa comunicarse en múltiples idiomas, como el español, inglés, francés, portugués, mandarín. De esta forma, podrá comprender la diversidad del mundo moderno, y más importante aún: para que la Iglesia pueda hablarle al mundo en todas sus lenguas, e incluirlo en sus procesos y decisiones.
El inicio del Cónclave ha generado especulación no solo entre fieles, sino también en el mundo político, diplomático y académico. Si hablamos de una institución que también actúa como un Estado, es claro que la elección de un Papa tiene consecuencias internacionales. Y, quien resulte elegido, deberá enfrentar desafíos enormes: el papel de la mujer en la Iglesia, la homosexualidad, el celibato, el divorcio, entre otros. Son temas polémicos, sí, pero importantes. Además, esperamos que no se aborden con distancia, como ha sido en el pasado, puesto que se corre el riesgo de una desconexión con la Iglesia. Algo que el Papa Francisco intentó evitar con insistencia, hablando abiertamente, y claro, escuchando, sin prejuicio alguno. Como debe ser.
Muchos creyentes desean que el próximo Papa sea alguien dispuesto a escuchar, alguien que comprenda las heridas del mundo moderno, que entienda el dolor y las preocupaciones de las sociedades. Aun así, nada garantiza que eso suceda. Pues, la realidad es que en el Cónclave existen intereses y alianzas internas. Lo cierto es que el proceso es bastante similar a una elección política: cada cardenal llega con una agenda, una ideología, y una lealtad.
Dicho esto, es importante recalcar que si bien vivimos en un mundo donde las guerras, crisis, desigualdad y una creciente desafección espiritual parece interminable, la Iglesia podría recuperar su antigua relevancia si actúa con coherencia, humildad y compromiso. Por eso es que este es un momento clave.
Para concluir, la muerte de un Papa siempre representa un cierre y una oportunidad. Y más aún cuando se trata de una figura como Francisco, con ideales inesperadamente progresistas y una conexión que le devolvió la esperanza a muchos. El próximo Papa tiene la oportunidad de continuar ese camino, de seguir dialogando, de ser relevante sin ser autoritario, de predicar sin excluir. O puede ser una repetición de una historia conocida: la de una Iglesia que sigue perdiendo contacto con la realidad, mientras el mundo sigue adelante.
Ma. Leonor Hidalgo Santos / Periodista @bitacoraescrita
Fotos Daniel Ibáñez/EWTN.