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Imagínate que has discutido con tu jefe o tu pareja. Te sientes mal, incomprendido y solo. Para colmo, llegas a casa y nadie te hace caso. Todo el mundo sigue con su vida como si tu dolor no existiera. Y lo que esperan de ti es que lo superes para que así no les molestes con tu abatimiento y tu mal humor.

Esta es exactamente la misma situación por la que pasa tu hijo cuando tiene una rabieta.

Ignorarlo hasta que se canse de llorar solo consigue una cosa: que deje de llorar porque se ha cansado. Ahora está cansado, frustrado y triste por no sentirse comprendido. Comprender no significa ceder.

Hablar con él en esos momentos es muy difícil pero puedes decirle: “Veo que estás muy enfadado. Te dejo unos momentos para que te relajes. Luego podemos hablar de lo que ha pasado”. Le das tiempo pero no lo ignoras ni cedes.

“Entiendo que no quieres ir a dormir. Son divertidos esos dibujos animados pero el tiempo de la televisión ha terminado. Ahora toca ir a dormir.” Le recuerdas la norma, entiendes sus necesidades y le indicas qué se espera que haga a continuación.

Y si tu hijo es adolescente, aplícalo también. “Ya sé que te gustaría ir a esa fiesta. Están tus amigos y va a ser una decepción para todos. Ojalá no tuviera que ser así…” ( la última vez se pactó que, debido a las malas notas, solo saldría un día a la semana y no dos). Entiendes cómo se siente pero no vas a pasar por alto las consecuencias.

 

Vía Solohijos.com

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