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Amor propio vs egocentrismo. Comparto un video genial para identificar en qué se diferencian y cuál es el límite.

Hoy quiero invitarte a ver un video publicado por el canal de YouTube Mentes Expertas, sobre el amor propio. Te motivo a que veas el video completo y me acompañes en esta breve reflexión que quiero compartirte sobre este tema.

 

 

Partiendo del Evangelio: fórmulas invertidas

Seguramente has escuchado que para amar bien a los demás hay que primero amarse a uno mismo. Esta idea, según mi observación, se basa en la frase del Evangelio en la que Cristo dice: «ama a tu prójimo como a ti mismo». Y si bien la propuesta no está mal, la ejecución, o la manera como de golpe estamos entendiendo este mensaje es errada.

El error fundamental lo encontramos en que, en realidad, las fórmulas están invertidas. Me explico: cuando nos dicen que primero debemos amarnos a nosotros mismos antes de poder amar bien a los demás, se corre el riesgo de que entendamos que lo primero en la fórmula es uno mismo. Pensar en nosotros mismos, desde la perspectiva del amor, es indudablemente la antítesis del amor en sí mismo.

Cuando el Señor le dice a aquel fariseo que el segundo mandamiento más importante es «amar a tu prójimo como a ti mismo», no hacía referencia a que debíamos ponernos en primer lugar.

A continuación de esa afirmación, recuerda, el Evangelio nos cuenta que Cristo plantea una parábola en la que un hombre es malherido por unos bandidos y que todos, excepto un samaritano, se niegan a tenderle una mano de ayuda a la víctima.

Ahora, lo interesante de esta historia que el Señor le plantea al fariseo es que enfatiza en el hecho de que el samaritano no hace ningún cálculo, sino que da todo lo que puede para ayudar al que ha sido herido. En otras palabras, pone su bienestar en primer lugar. Y así es en el amor, incluyendo el amor propio: no se trata de ponerme en primer lugar, sino de pensar siempre en los demás.

 

AMOR PROPIO 1

 

Amor propio mal entendido

Aparte de lo anterior, existe un malentendido con respecto al amor, especialmente cuando se habla de amor a uno mismo o amor propio. Cuando te dicen: «tienes que primero amarte a ti mismo», suele seguir afirmaciones como, por ejemplo, «date tus gustos». Y así nos dan a entender que amar equivale a dar gustos, cuando esa puede no ser la clave del asunto.

Aristóteles, en Ética a Nicómaco, hace referencia al amor como una disposición de procurar el bien de otro, en tanto otro. Ese bien, del que habla el filósofo antiguo, no equivale a «dar gustos», sino a algo completamente diferente: se refiere a todo aquello que le hace bien a una persona, desde toda perspectiva. En otras palabras, es cuidar de esa persona.

No te estoy tratando de decir que darnos gustos esté mal; estoy señalando que eso no siempre es lo mejor. Amar implica, también, en muchas ocasiones, negar ciertos gustos cuando, a la larga, ese «gusto» no le hace bien a la otra persona. En medio de todo, tú y yo sabemos que, en muchas ocasiones, esos «gustos» equivalen a caprichos y ser indulgentes con los caprichos es alimentar el egoísmo.

Amor propio reencausado

Para ver esto mejor, te puede servir considerar el ejemplo que el renombrado psicólogo canadiense, el Dr. Jordan B. Peterson, utiliza en una de sus reglas expuestas en 12 Reglas para vivir: un antídoto al caos.

La regla que te menciono es la segunda, que dice: «trátate a ti mismo como a alguien de quien eres responsable». Ese título mismo nos refiere, indudablemente, al cuidado que le daría a una persona de quien soy responsable, pero dirigido hacia nosotros.

Si eres responsable de un bebé, por ejemplo, seguramente sabes que tienes que cuidarlo de tal manera que esté bien: debes darle buen alimento, ayudarlo a que aprenda, entre otras cosas.

Se trata, en últimas, de ayudarlo a crecer como persona, para que pueda vivir una vida que tenga sentido. Ese es el sentido más profundo del amor, tal como señalaba Aristóteles.

Retomando aquella frase del Señor: «ama a tu prójimo como a ti mismo», podemos despejar definitivamente los dos errores fundamentales: no se trata de girar en torno a nosotros mismos, y no se trata de darnos gustos caprichosos. Entonces, ¿qué es el amor propio en realidad? Vamos a verlo:

Como te decía, amar es procurar el bien a otra persona y ese bien equivale a ayudarle a crecer. Ahora, en cuanto a nosotros, la fórmula es la misma, haciendo de cuenta que nosotros somos ese «otro». Debemos procurarnos los «gustos» que estemos seguros de que nos ayudarán a crecer, desde todo punto de vista.

 

 

Consejos prácticos

En ese sentido, te quiero ofrecer consejos prácticos, basándonos en cinco de las ocho dimensiones de la persona humana:

  • Dimensión biológica: implica dormir bien, hacer ejercicio y alimentarte bien.
  • Dimensión psicoafectiva: trabajar sobre mi temperamento, mi carácter y mi personalidad, de tal manera que se vaya acomodando, cada vez más, a una vida que alimenta a los demás y se vuelve luz para el mundo.
  • Dimensión social: aunque parezca obvio, te cuento que esta dimensión no se reduce a tener amigos. La dimensión social va mucho más allá: se trata de interesarte genuinamente por los demás. De golpe, en esta dimensión, sea donde más importancia cobre el hecho de que girar en torno a nosotros mismos no sea lo mejor. La dimensión social implica establecer relaciones con todos los que me rodean, que cultiven el crecimiento interpersonal.
  • Dimensión intelectual: ¿te conformas con lo que aprendiste en el colegio, la universidad o los posgrados? ¿Qué tal si exploras nuevas áreas? Tu verdadero potencial está a la espera de que te arriesgues con nuevos horizontes del conocimiento para que te vuelvas, día tras día, en una persona más sabia. En ese sentido, lee, sobre todo a grandes autores, toma cursos en línea de temas que sean intelectualmente desafiantes, etc.
  • Dimensión espiritual: permítete la pregunta, ¿cómo está mi relación con Dios? No saltes a conclusiones, pues tendemos a responder «bien» cuando nos formulan esa pregunta. Disponte a realmente responderte con honestidad. De igual manera, en cuanto a nuestra relación con Dios, siempre hay campo para mejorar y acercarnos más a Él.

Si consigues hacer eso, ahí sí podrás aplicar la frase que te mencioné al comienzo: ahora sí estás preparado para amar, bien, a los demás.

 

 

Escrito por: Miguel Navia Revollo, Comunicador Social y Periodista de la Universidad de La Sabana, candidato a Magíster en Ciencias de la Familia con el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II, vía Catholic Link.

 

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