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Dos de sus hijos fueron detectados con anencefalia durante el embarazo, a pesar de tener la opción de inducir el parto, decidieron llegar hasta el final en ambos casos.

Desde el nacimiento de su primogénita, Ana Paula (16), Juan Carlos Jairala y Marisol Jácome supieron que serían una familia bendecida. El desarrollo normal de su primer embarazo, y la emoción de padres primerizos, les dio la confianza para planificar tener más hijos en el futuro. Sin embargo, la detección de una comunicación interventricular en su primera hija, hizo que entendieran que la vida familiar no sería tan fácil.

Juan Carlos cuenta que la madre Ana, priora del Carmelo de los Ceibos, le regaló una estampa que se la había obsequiado la hermana Lucía, única sobreviviente y vidente de Fátima. “Algún día la vas a necesitar”, le dijo; “cuando nos enteramos de la enfermedad de Ana Paula, supe que había llegado el momento”, narra Juan Carlos. Junto a su esposa Marisol, hoy tienen 3 hijos más: Juan Carlos (14), Nabil (12) y Elías (8).

“No hay otra opción”

Marisol: A los dos meses de mi segundo embarazo, el doctor me confirmó que el bebé tenía un problema.

Juan Carlos: Dijo que se trataba de un bebé acráneo. Hace una prescripción médica e indica que se debe inducir el parto. Nuestra decisión fue clara y definitiva: No lo haríamos. No había otra opción para nosotros.

M: No había peor pecado que quitarle la vida a nuestra hija; debíamos mantenernos fieles en el momento de aquella prueba.

J: Como no sabíamos cuánto tiempo podía vivir, yo mismo la bauticé luego del parto. Le pusimos María Auxiliadora, en honor a la Virgen. Se la llevé a Marisol, la regresé al cunero, y a las seis horas la bebé falleció. ¿Cuántos padres tienen la gracia de llevar a sus hijos a Dios? Esas son las gracias que el Señor nos ha mandado.

Apoyados en la fe

J: Sabíamos qué sucedería, pero nunca tuvimos la duda de seguir adelante, con ello. La gente no comprendía cómo había pasado el milagro, porque nuestra hija falleció; pero hay gracias mucho más grandes, que solo puedes verlas con el tiempo, por ejemplo, poder compartir nuestra experiencia con otras personas y lograr que todo tenga sentido. La fe es algo que une y yo, como papá, siento la responsabilidad de mantener unida a mi familia.

M: Luego nacieron nuestros dos de nuestros hijos, Juan Carlos y Nabil. Confiados en que no se podría repetir el diagnóstico de María Auxiliadora, pensamos en continuar creciendo como familia, ya que era “una lotería genética”, pero pasó con un nuevo embarazo. El milagro fue que no nos volvimos locos, hubo momentos de desesperación y dolor, pero aquí estamos.

J: Cuando nos sucedió por segunda vez, ya el doctor ni nos insistió. La lesión de Domingo, como llamamos a nuestro hijo, era más severa; sin embargo, él vivió más horas que María Auxiliadora, vivió nueve.

M: Cuando partió, estábamos tranquilos. Sentíamos la convicción de que habíamos hecho lo que teníamos que hacer. No fue por obligación, sino porque naturalmente para nosotros no había otra opción. Luego del nacimiento de mi último hijo Elías, sufrí una pérdida natural a los tres meses y otra a las tres semanas.

Defender la vida

J: ¿Cómo podríamos arrebatarle la vida a alguien solo porque veíamos que no tenía expectativas de supervivencia? Siempre debemos hacer todo lo necesario para salvar la vida.

M: Es una vida, nadie es dueño de ella y se debe tener conciencia de eso. Mis hijos siempre dicen que son ocho hermanos, que los otros cuatro están en el cielo, y rezamos siempre por ellos.

Por Angélica Lainez
Periodista

 

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