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La cantante estadounidense Billie Eilish confiesa que la pornografía destruyó su cerebro. 4 valiosas reflexiones que nos ofrece su discurso.

Hace unos días, la mundialmente conocida cantante, Billie Eilish, causó revuelo al aceptar haber tenido una afición por la pornografía desde muy joven.

Según sus declaraciones, comenzó a incursionar en el tema teniendo solo 11 años, claro, sin saber el daño que posteriormente le provocaría.

«Creo que realmente me destruyó el cerebro y me siento increíblemente devastada por haber estado tan expuesta», comentó la también compositora estadounidense.

«Como mujer, creo que el porno es una desgracia»

Continuó, «llegó un punto en el que no podía ver nada que no fuera violento, no me parecía atractivo», agregó puntualizando cómo este tipo de recursos tienden a normalizar la violencia.

La joven de 20 años contó también que empezó a ver pornografía pensando en que sería algo «cool» y la ayudaría a ser aceptada por los demás chicos de su edad, pero hoy concluye que solo le provocó pesadillas ya que el contenido era, en sus propias palabras: abusivo.

Tras estas valientes declaraciones, la ganadora de 7 Grammys, ha recibido diferentes críticas. Por un lado, hay quienes optaron por una postura en contra, considerando que no fue forzada a acceder a estos recursos.

Por el otro están quienes saben que la industria pornográfica impacta significativamente en las personas, las relaciones y la sociedad en sí, y apoyan la postura de la chica.

Lo cierto es que el tema se ha puesto sobre la mesa y las organizaciones, religiosas y civiles que trabajan con ello han aprovechado el auge para combatir esta terrible industria.

 

 

¿En realidad la pornografía puede causar tanto daño?

La respuesta es: sí, tanto física como espiritualmente. Ver pornografía puede distorsionar nuestra visión de la sexualidad, el matrimonio, el sexo opuesto e incluso la propia identidad.

Siendo cristianos sabemos que, tanto hombres como mujeres, hemos sido creados a imagen de Dios, y por ello, estamos llamados a amarlo a Él y a los demás.

Por tanto, la Iglesia Católica enseña que el cuerpo humano debe ser respetado, de acuerdo con la misma dignidad que Cristo ha entregado a cada persona.

En consecuencia, si una acción cosifica a la persona, entonces agrede su dignidad y debe ser evitada.

Tristemente, esto es algo que la pornografía promueve: la capacidad de convertir a la persona en un objeto proveedor de placer, omitiendo todo lo demás que la constituye.

De modo que, si se considera a la persona como cosa, difícil será amarla verdaderamente. Es decir, el acceso constante a la pornografía genera expectativas tan irreales que hace casi imposible donarse en una relación, con respeto mutuo para la totalidad del ser.

Además, hablando físicamente, los efectos están cada vez mejor documentados. Se ha detectado un profundo sentido de vergüenza tras obsérvala, una erosión en la autoestima, el desarrollo de una identidad narcisista e incluso un sentido exagerado del «machismo» o la «sumisión».

Igualmente, se ha demostrado que la pornografía funciona como una droga. Hace que el cerebro libere los mismos productos químicos que causan placer por el uso de narcóticos, desarrollando una adicción que cada vez exigirá más consumo.

Lo preocupante, debo agregar, es que el acceso a esta droga es, por mucho, más fácil.

 

PORNOGRAFÍA 1

 

¿Qué pasa con los jóvenes y su exposición a la pornografía?

Para los jóvenes nacidos en la era digital, se estima que la edad promedio de la primera exposición a la pornografía es a los 11 años.

Aunque lamentablemente, muchos son expuestos incluso más jóvenes. Para ellos, niños y jóvenes, la experiencia, no solo puede ser traumática al plantearles una imagen distorsionada de las relaciones e incluso de su propio cuerpo.

Además los vuelve más vulnerables a ser víctimas de abuso y les dificulta relacionarse con los demás. Estos, entre otros dañinos efectos, pueden presentarse dependiendo del contexto del caso.

 

PORNOGRAFÍA HIJOS 3

 

¿Qué se puede hacer para combatirla?

Tanto personalmente como en la sociedad:

Espiritualmente:

Construye una relación con Dios. Hazlo mediante los sacramentos, acércate a la confesión, comulga y ora, por ti y por quienes han tenido una mala experiencia en este tema.

Cuéntale a Él tu sentir y compártele tus luchas, como a tu mejor amigo (por que lo es). Corre a los tiernos brazos de María. Reconoce en ella a una Madre que vela y se preocupa por ti.

Con confianza, acude a ella para pedir su ayuda, especialmente pidiendo vivir en la misma pureza con la que ella entregó su vida al servicio del Señor.

Humanamente o físicamente:

Evítala. Si la consumes, aléjate y sino, también (aunque sabemos que la lucha no es fácil). Mantente lejos de los recursos que te den acceso a ella, y si por alguna razón te aparece en medios que no consideraste peligrosos, «cambia el canal».

Aunque triste, la realidad es que hoy en día nos podemos encontrar con pornografía prácticamente en todos lados. Y siendo así, podemos caer muy fácilmente.

Por ello, debemos ser más astutos y discernir sobre todo aquello que creamos que nos pueda conducir a esta adicción (especialmente la tecnología).

Fórmate en el tema. En esta, como en otras duras batallas sociales, lo más importante es conocer el tema. Aquí yo te he compartido algunos recursos en los que expongo los datos que he escrito, pero sin duda hay muchos más que tu mismo puedes encontrar.

 

DECIR NO 5

 

Busca apoyo

Seguro cerca de ti habrá algún grupo que se especialice en ello y al que podrás contactar. Pero, si no es el caso, te comparto un movimiento internacional que ha tomado un importante papel en esta lucha.

Y en el cual seguro podrás encontrar una comunidad (además de otros diversos recursos). Se trata de Fight The New Drug.

Por último, quiero recordarte que, aunque la pornografía cada vez sea más «normalizada», esto no implica que se deba descartar la corrupción a mente y espíritu que su acceso fructifica.

Así que no tengas miedo a ir contra corriente y denunciar las consecuencias del acceso a la pornografía.

 

 

Escrito por: Myriam Ponce, vía Catholic-Link.

 

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