Compartir:

La cifra de divorcios en Ecuador creció en un 12,5% de 2016 a 2017, según (INEC), en un informe que destacó que los mayores de 65 se divorcian por mutuo acuerdo, según el Diario El Comercio.

De acuerdo a una encuesta elaborada en marzo de este año, en Estados Unidos los divorcios de personas mayores de 65 años aumentaron en un 300% desde 1990 al 2015. Por su parte, la oficina de estadísticas de la Unión Europea, Eurostat, señala que el incremento de los divorcios en los mayores de 60 años en sus países miembros es similar.

En Chile, según datos del Registro Civil, entre el 2005 y 2008, los divorcios en mayores de 50 se elevaron en un 130%. Las expertas en mediación familiar María del Carmen Covarrubias y Ximena Palacios analizan las causas.

El fenómeno en el mundo se ha llamado o “divorcio de las canas”. Entre las causas aparecen el aumento en la esperanza de vida, el cambio cultural respecto a la concepción del matrimonio, la mayor independencia económica de las mujeres y el énfasis en la realización individual de cada uno. Pero según las expertas en mediación, María del Carmen Covarrubias y Ximena Palacios, también estaría incidiendo la falta de preparación de las personas para ir enfrentando las sucesivas e inevitables crisis por las que atraviesan las familias. Asi se llega a la edad madura con un cúmulo de frustraciones que las llevan a jubilar del trabajo y el matrimonio.

Los conflictos no solucionados

“El ciclo vital de la familia parte con la elección de pareja y termina con la muerte de uno de los dos. Pero en el camino se producen muchas crisis normativas o crisis habituales, esperables en cada etapa. Dependiendo de cómo se viva cada una de estas crisis normativas, se vivirán las posteriores”, señala María del Carmen Covarrubias.

“Por ejemplo, la crisis de la llegada del primer hijo, hace que la pareja de recién casados se reorganice y enfrente la nueva situación asumiendo nuevos roles. Si son capaces de resolverla y crecer, pasaran a la siguiente etapa pudiendo vivir de mucho mejor manera las siguientes crisis, como la entrada al colegio de los hijos o la llegada de la adolescencia y así sucesivamente”, agrega Ximena Palacios.

Cuando no se viven bien las crisis normativas, en la última, que es la del nido vacío, se puede desencadenar el quiebre, explican estas mediadoras. Y es precisamente lo que se observa en muchos casos de separación en la tercera edad.

“Con el síndrome del nido vacío ocurre que hombres o mujeres que han concentrado su vida familiar en a criar a sus hijos, sin alimentar la pareja, de repente se encuentran cara a cara con alguien que desconocen”, cuenta María del Carmen. Y Ximena lo explica con una imagen: “es muy gráfico pensar en una ilustración de una familia con el papá y la mamá en cada extremo, y los hijos al medio; se van los hijos y queda entre ambos una distancia que no saben cómo acortar. Los hijos hacían que ellos fueran un grupo y sin ellos son como dos entes aislados”.

Aunque suele pensarse que es la jubilación del hombre lo que desencadena los problemas, las mediadoras cuentan que es frecuente ver detrás de las rupturas de personas de la tercera edad, a una pareja que tenía una buena convivencia pero una muy mala comunicación. Se llevaban bien por los hijos, pero sabían muy poco del otro, de sus penas y alegrías. Y cuando los hijos se van se enteran de las frustraciones del cónyuge como una revelación.

covarrubias-palacios-248El necesario mapa de ruta

Conocer las etapas por las que irá pasando la vida familiar y sus posibles crisis, conversar de ello y prepararse para enfrentarlas, es similar a tener un mapa de ruta para ir avanzado.

“A las parejas más jóvenes este mapa de ruta les permite normalizar, entender que éste o aquél problema es algo muy propio del momento en que viven, sin creer que por un conflicto puntual, como por ejemplo puede ser la adolescencia conflictiva de un hijo, están muy mal como pareja. Este mapa de ruta permite tener paciencia y serenidad, para juntos esperar que pase la tormenta”, dice María del Carmen.

“Por eso, si la pareja de 65 años no ha pensando desde los 30 cómo enfrentar juntos la edad madura, es muy posible que los pille muy mal preparados”, señalan. Sobre todo hoy, en que el estilo de vida no ayuda porque en nuestra sociedad existen menos compromisos, todo es desechable y muy individualista.

En general, independiente del número de hijos que se tienen, los matrimonios debieran poder ir conversando y planificando su edad madura. “Se trata de mirar como equipo, hacia dónde queremos ir. Cómo adaptarnos a un contexto diferente, que implica muchas veces cambios de casa o actividades. Otras veces hay que conversar de la necesaria generosidad y postergación que implican desafíos que nos sorprenden en la vejez, como una posible enfermedad o hacerse cargo de un nieto, porque aunque seamos mayores es una edad en que también se requiere resiliencia”, explican.

Las crisis personales

Pero como el matrimonio involucra a dos personas con diferentes identidades, también es importante que cada cual se proponga llegar a la vejez con sabiduría. Cosa que no siempre ocurre. “Todos vivimos un ciclo vital individual, muy propio y personal. Y a veces se puede llegar a la vejez con miedo a la muerte o a la enfermedad, y con ansiedad y angustia económica. Son temas que provocan más peleas entre los matrimonios mayores”, explican.

Es en estos casos, en que las mediadoras se presentan como una oportunidad para ayudarles a conversar. “La comunicación es un tema potente y es muy importante que esos matrimonios mayores en crisis reciban ayuda para que puedan encontrar instancias para conversar, para oírse. Muchas veces están viviendo en el silencio y castigan al otro sin oírlo o hablarle porque lo culpan de sus frustraciones”, dicen.

“Escuchar de las crisis no resueltas por ambos, subsanar heridas, entender de dónde vienen, perdonarse y avanzar o cómo hacer más llevaderas situaciones dolorosas”, es un trabajo que ambos pueden realizar con ayuda, explica María del Carmen. Se trata de buscar que entre ellos surja un nuevo punto en común, para recuperar la esencia de su relación”.

Vale la pena hacer el esfuerzo por evitar “el divorcio de las canas”. Aunque se minimiza el efecto del quiebre matrimonial en los mayores, la verdad es que o se hace sentir en la familia extendida: los abuelos son la raíz ontológica para los nietos. Sin ellos juntos, se pierde un punto de unión, se forman bandos entre los hijos y se hace mucho más difícil asistir a los padres mayores en enfermedad o soledad, explican las mediadoras.

Vía HacerFamilia.cl, por María Ester Roblero

Compartir: