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Sigue en aumento el número de parejas que deciden no casarse sino cohabitar… ¿Cuáles son los pro y contras de esto realmente?

En mi último artículo para esta columna mencioné unas cifras estadísticas del INEC: en nuestro país, en un periodo de 10 años, la edad promedio en que los hombres se casan ha aumentado de 30 a 34 años y las mujeres de 27 a 31 años.

Esto va en línea con la tendencia mundial: las nuevas generaciones aplican la teoría de que es mejor casarse más tarde cuando se alcanza la independencia económica, se han conseguido algunas metas académicas y profesionales, como también adquirido experiencia y madurez para escoger mejor a la pareja y comprometerse con una vida estable y duradera juntos. Todo eso suena razonable.

Las estadísticas de divorcio suelen confirmar esta sabiduría popular, pues las parejas que más tarde se casan parecerían tener las tasas de divorcio más bajas, en comparación con quienes dan el sí entre los 20 y los 30.

Por supuesto que la probabilidad de fracaso no es una idea que los novios tengan en la punta de la lengua, hay otros elementos que pesan más en la decisión de cuándo casarse.

Para las mujeres que planean tener hijos, por ejemplo, el balance entre sus metas laborales o emprendedoras y el reloj biológico se vuelve un factor muy importante. Por ello, un estudio liderado por la Universidad de Utah, EEUU y referenciado por el Wall Street Journal, analizó el historial de más de 50 mil parejas, a partir de una base de datos gubernamental, buscando otros factores que tengan impacto significativo en las tasas de divorcio.

 

 

Estudio sobe cohabitar o casarse

Los investigadores encontraron que hay una enorme diferencia entre quienes cohabitaron antes del matrimonio y los que no. Independientemente de la edad a la que se casaron, pero particularmente aunque se hayan casado antes de los 30, quienes fueron directo al altar y no cohabitaron tuvieron tasas de divorcio aún menores que los que intercambiaron anillos después de los 30.

Este dato es revelador, pues pone la atención en otros ingredientes esenciales para el éxito del matrimonio. Los jóvenes de hoy son tentados a experimentar vivir juntos antes de casarse, como una suerte de prueba y error en que supuestamente determinarán si son compatibles en lo cotidiano y si soportan las manías del otro.

Sin embargo, lo que las cifras muestran es que cohabitar mantiene una puerta de escape siempre disponible que incentiva a las personas a salir corriendo al menor olor a problemas; los testimonios de parejas que terminaron casándose luego de cohabitar indican que, no habiendo más por descubrir del otro, el matrimonio no se siente distinto de lo que tenían antes y una sensación de insatisfacción crece silenciosamente.

Además, personas que cohabitaron con parejas distintas de con quien se casaron, nombraron comparaciones que inevitablemente terminaron haciendo, en detrimento de su cónyuge: la otra persona era más ordenada o mejor en la cama o más confiable en sus finanzas.

 

 

Datos positivos respecto al matrimonio

Finalmente, un estudio del Pew Research Center en EEUU arrojó que las parejas casadas reportaron indicadores más altos que las que cohabitan en áreas como fidelidad, honestidad, paternidad, división de responsabilidades, manejo responsable del dinero, balance trabajo y vida personal. Y mientras el 90% de los encuestados casados dijo que la razón para casarse fue el amor, sólo el 73% de los que cohabitan dio ese motivo; para ellos, sentido financiero, conveniencia y “probar” la relación lideraron las razones para vivir juntos.

No es un tema sencillo, hay casos y casos; mientras las premisas planteadas al inicio siguen pareciendo válidas para muchos, las estadísticas nos confirman que, independientemente de la edad en que uno se casa, lo más importante es tener claros los fines del matrimonio para poder comprometerse con un plan que, en efecto, dure toda la vida.

 

 

Escrito: Pablo Moysam D.
 Twitter: @pmoysam

 

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