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A quienes ven la cohabitación como una preparación al matrimonio, Budziszewski, profesor de Filosofía Política en la Universidad de Texas en Austin, les recuerda la diferencia esencial entre ambas realidades. “Lo que busca la gente al casarse es tener un compromiso, mientras que lo que lleva a cohabitar es librarse de él. ¿Cómo puede ser la ausencia de compromiso un entrenamiento para el compromiso?”.

La razón de que el futuro de una unión de hecho sea más incierto, dado que se da por sentado que no es para toda la vida, “hace que las parejas tengan menos incentivos para invertir en la relación. Lo que, a su vez, aumenta el grado de incertidumbre”.

Para Budziszewski, la inseguridad propia de estas relaciones acaba cristalizando en un estilo de vida calculador. “Las personas que cohabitan tienden a llevar el tanteo” y a medir lo que da cada cual. Este comportamiento vendría exigido por la lógica de la cohabitación: ¿por qué querría una persona darse del todo a otra que no tiene intención alguna de comprometerse con ella de por vida? Si finalmente deciden casarse, entrarán al matrimonio con ese hábito consolidado.

Deslizarse no es decidir en serio

Budziszewski concluye aludiendo a dos explicaciones que ha escuchado a algunos especialistas sobre la mayor inestabilidad de las parejas de hecho. Una apunta al diferente grado de consciencia con que unos y otros llegan al matrimonio. Para quienes no cohabitan, casarse suele ser una decisión muy pensada: precisamente porque no hay un período de prueba previo. En cambio, entre las parejas que cohabitan es frecuente que tienden a “deslizarse” hacia el matrimonio, más fruto de la inercia que de una decisión consciente.

La otra explicación que menciona Budziszewski mira a las distintas expectativas con que mujeres y hombres afrontan la cohabitación: no es infrecuente que cuando ellas quieren casarse después de haber convivido, ellos no estén interesados. “Los hechos son particularmente crueles con la mujer, quien probablemente piensa que si cohabita una temporada lo suficientemente larga con un hombre, él acabará casándose con ella. Pero lo cierto es que, cuanto más tiempo cohabitan, más acaba ella en una posición de desventaja”. En este sentido, dice, “el matrimonio civiliza al varón” y aporta estabilidad a la relación.

Via: Aceprensa

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