Compartir:

Los padres pueden aprovechar estos períodos para dialogar con sus hijos y reforzar su fe.

El legado más grande que los padres de familia creyentes procuran dar a sus hijos es la fe. Pero durante el desarrollo de la personalidad de los hijos, cuando estos pasan de niños a jóvenes, suelen atravesar por algunas crisis que afectan su práctica religiosa. ¿Cómo pueden los papás ayudar a los hijos a superar esta etapa de confusión respetando su libertad? 

¿Cómo se originan esas crisis?

Generalmente, la adolescencia es el momento para presentarles a los jóvenes la fe de manera sistemática, y esta ordena, junto con los grandes ideales de la vida cristiana, que tengan como centro y modelo a Jesucristo. En ocasiones, a esa edad afloran problemas que habían estado latentes durante la infancia. Si el carácter de los papás afectó al hijo de pequeño, en esta nueva etapa no solo se rebelará, sino que también les reclamará que “si creyeran de verdad en Dios, tendrían que haberme tratado mejor”.

Algunos jóvenes suelen asociar el plano religioso con la actitud y el modo de ser de sus padres. Atribuyen la responsabilidad de sus problemas familiares a la religión o a Dios mismo. De ahí se siguen los “ateísmos” de la adolescencia, que si no se atienden bien, pasarán al agnosticismo de la vida adulta.

¿Cómo se pueden solucionar?

Una de las claves para ayudar a los hijos que pasan por esta situación, es que el joven se sienta realmente escuchado por sus padres. Si comprenden que no se trata de un problema religioso, aunque el hijo discuta sobre temas religiosos, y entienden que esa actitud refleja más bien un gran sufrimiento guardado en su interior, entonces podrán hablar de sus “fallas” (reales o no tanto) como padres.

Si estos papás aceptan las “razones” de su hijo, tendrán una gran oportunidad para explicarles que creer en Dios no es sinónimo de una vida sin errores, por tanto, no puede culpar a Dios por los defectos de sus padres. Además, es buen momento para hacer un “pacto” familiar, acudir juntos al Señor para pedirle no que los problemas desaparezcan mágicamente, sino que les dé la claridad y la fortaleza que necesitan cada uno de ellos para perdonarse y superar el mal momento.

Es frecuente que los hijos adolescentes tengan crisis de fe, las cuales se convierten, tanto en una oportunidad magnífica para que padres e hijos aprendan a comunicarse y a expresar sus diferencias; como en una ocasión oportuna para vivir la esperanza sobrenatural, la cual nos lleva a confiar en Dios y a poner en sus manos la solución de estos momentos menos luminosos.

Por Luis-Fernando Valdés
@FeyRazon
lfvaldes@gmail.com

Compartir: