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Sí crías hijos resilientes ayudarás a que vayan formando su carácter desde pequeños, y así les será más fácil afrontar diferentes pruebas.

Inmuniza a tus niños y cría hijos resilientes…

La resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o frente a un estado o situación adversos. Hace no mucho, médicos y pediatras nos alertaban preocupados de que nuestro sistema inmunitario podría debilitarse después de la pandemia al no haber estado expuestos a los patógenos del día a día, más en los hijos.

Normalmente, un adulto entra en contacto con muchos virus y bacterias distintos a lo largo de su vida y el sistema inmunitario los va guardando en su memoria. Así, cuando el cuerpo vuelve a entrar en contacto con esos patógenos, fabrica anticuerpos para combatir la enfermedad.

 

 

La resiliencia en los niños (hijos resilientes)

En el alma, en el corazón de las personas, sobre todo de los niños, pasa lo mismo. Llevamos años pensando que el cuidado deseable de nuestros hijos es aquel que les evita enfrentarse a cualquier molestia o frustración.

Erróneamente, creemos que nuestro deber es mantenerlos en un entorno donde se minimice el esfuerzo, el aburrimiento, la resignación, la sed, el hambre, la paciencia y la espera, impidiéndoles así que aprendan a superar y soportar situaciones adversas.

En el libro Adolescencia en clave de Dios, hay una anécdota familiar que enseña la importancia de que se encuentren con la amargura en pequeñas dosis, porque el alma aprende a soportar y a entender el poder curativo de Dios a través del tiempo.

El poder sanador de Dios

La anécdota del libro dice cuenta lo siguiente:

En la semana 20 de mi quinto embarazo, me dieron la mala noticia de que no había latido en el bebe. Años más tarde, volvimos a pasar por la misma situación. Cuando volví a casa después del hospital, le pregunté a una de mis hijas mayores:

‒ ¿Cómo estás?

Ella me respondió:

‒ Triste, pero menos triste que cuando murió María. Cuando ella murió, pensé que ya no volveríamos a ser felices nunca más. Ahora, ya sé que estaremos tristes unos días, pero pasará el tiempo y volveremos a ser felices. Por eso, esta vez ya no estoy tan preocupada.

 

 

Madre e hijos

Esa niña pudo reconocer el poder curativo que Dios concede a través del tiempo, pudo aprender qué músculos necesitaba para superar ese momento difícil, pudo vacunarse contra la desesperanza, aprendió a levantarse después de una caída.

Esa memoria, esa confianza, esa esperanza en que el dolor disminuye con el tiempo, la tenía que experimentar en su propio cuerpo. Pasa como con los anticuerpos: por mucho que queramos a nuestros hijos, no se los podemos transmitir, tienen que adquirirlos por sí mismos.

Así que no los metamos en esa burbuja de anti-esfuerzo, anti-resiliencia, anti-sed y anti hambre. No se morirán de sed si aguantan un poco más para beber, no se morirán de hambre si no comen entre horas, no les pasará nada malo si se aburren. ¡Qué bueno es para el alma que no se salgan siempre con la suya, que sean ellos mismos quienes lleven sus mochilas, que tengan que compartir sus juguetes, etc.

Protejamos su sistema inmunitario, vacunémoslos contra la frustración, hagámoslos fuertes, porque, si de algo podemos estar seguros, es de que en sus vidas vendrán momentos malos, tristezas, dolor… Y debemos prepararlos, han de estar entrenados para poder superarlos. No los podemos enviar al campo de batalla de la vida sin estar vacunados… criemos hijos resilientes.

 

 

Escrito por: Mar Dorrio. Licenciada en Humanidades por la Universidad de La Coruña, vía Aleteia.

 

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